Gabriela Quintana Ayala
La ciencia ha avanzado en muchas áreas, pero una de las que siguen siendo ampliamente desconocidas es la del cerebro humano. Algunos científicos afirman que no usamos el cien por ciento de su capacidad, mientras otros, como John Henley, neurólogo de la Clínica Mayo, en Rochester, Minnesota, afirman que se utiliza el cien por ciento la mayoría del tiempo durante un periodo de 24 horas. No obstante, esto indica que todavía falta mucho por conocer y evidencia un potencial a desarrollar dentro del campo de la neuroplasticidad. Con base en esto, estudios médico-científicos se siguen llevando a cabo para conocer las repercusiones desencadenadas ante estímulos en los cinco sentidos corporales, y observar las reacciones cerebrales. Hay colores que incitan al hambre y sonidos que causan trastornos psicológicos. Sin embargo, es en el área de lo visual donde más han destacado éstos, ya que se traducen en dinero y poder para quienes los saben utilizar.
La imagen o reproducción fotográfica ha revolucionado el mundo. Ya desde la Segunda Guerra Mundial se encargaban de vender la propaganda con imagen cuando Goebbels estuvo a cargo de la difusión del Tercer Reich para vender la política nacionalsocialista y justificar la guerra. “La propaganda es un arma verdaderamente terrible en manos de un experto”, escribió Adolf Hitler en Mein Kampf (1924). Desde entonces se ajustaba la verdad a la realidad que los nazis pretendían imponer. En el siglo XXI la manipulación de la verdad se hace de manera muy sofisticada para distorsionar la realidad o vender la realidad que se desea implantar, fiel a los caprichos y mezquinos intereses de los monopolios internacionales y los gobiernos, con pocas excepciones. Son quienes principalmente participan en el financiamiento de dichas investigaciones científicas.
La fotografía ha ido avanzando en reproducir y representar lo que el ojo humano observa. Solía decirse que una imagen vale más que mil palabras, hasta que apareció Photoshop y sus símiles. Desde que la imagen es capaz de ser modificada, se rompe esa premisa. Una foto ya no vale más que mil palabras cuando no se puede verificar como auténtica, es decir, no podemos confiar totalmente en ella, ya que puede estar alterada tanto en espacio como en tiempo y lugar.
Una reproducción visual en papel o en sistema digital puede incitar a toma de decisiones personales, corporativas o colectivas; esto va desde el uso comercial para provocar la compra de un producto, ocasionar un divorcio al descubrir una infidelidad a través de ella, hasta una guerra. Los gobiernos han sido conscientes de lo que esto implica. Imágenes satelitales pueden sustentar un poder fuera de control cuando revelan armamento listo para ser desplegado y dar pie a toma de decisiones de alto alcance con consecuencias bélicas, entre otras.
Si bien atañe a cuestiones globales y de cualquier nivel, el tema aquí es el relacionado al comercio y la sociedad. Las compañías han sabido aprovechar y explotar este invento, el cual ha repercutido en el estilo de vida reciente de la humanidad. La mercadotecnia ha ido desarrollando al paso de las décadas la imagen como arma infalible de ventas. ¿Cómo inducir a la compra? ¿Cómo crear esos impulsos adquisitivos no conscientes del todo en la diversidad de sectores como el alimenticio, el del vestido y el de infinidad de artículos que no necesitamos en la vida cotidiana? Hoy en día no sólo se trata de vender un estilo de vida sino de crear un modus vivendi en el cual es la población mundial la que se debe ajustar a él y no viceversa. A través de la fotografía se pueden crear patrones de conducta, de consumo, de la manera de vestir y de pensar. No obstante, su poder aumentó en 2007, cuando la imagen como fotografía dio un salto enorme en el momento en que Steve Jobs mostró al mundo el primer modelo de iPhone que revolucionó a los teléfonos inteligentes que ya existían, al integrarles una cámara de dos megapixeles y una pantalla táctil. A través de la aplicación y software que tomaba fotos instantáneas en el teléfono, fue desapareciendo progresivamente la necesidad que se tenía de un centro de revelado y se pudo imprimir en papel desde el hogar u oficina. Esto representó en su momento una sacudida al mundo, pero la verdadera revolución del poder de la imagen se presentó con la llegada de las redes sociales al internet y una serie de aplicaciones al alcance de las masas. Ese día fue, sin lugar a dudas, considerado emblemático: los teléfonos inteligentes pudieron capturar fotos y publicarlas al instante, logrando un alcance mundial.
Y es aquí en donde surge la manipulación del pensamiento sin control a través de una imagen, el punto al que deseaba llegar, el de las redes sociales. Una reproducción visual, en términos generales, capta la atención más que un texto en cuanto a que el cerebro reacciona con mayor velocidad para recibir la información, no así para procesarla; ya que como he mencionado, la comunicación o testimonio que una fotografía ofrece no siempre es fidedigna desde el momento en que es modificable. Con las redes sociales se ha pasado del uso comercial de las grandes compañías (apoyadas por expertos) al uso individual. Cualquier persona puede publicar una foto para diversos fines. En redes sociales se utiliza una imagen para divulgar información, pero también para enaltecer a la persona misma favoreciendo un protagonismo desmedido.
En otras palabras, un culto a la persona, mostrando lo que hace, dice y representa. ¿Es en este caso cuando una imagen vale más que mil palabras? No lo creo. En este afán de exaltación de la propia personalidad al querer sobresalir entre miles o millones de personas, se pierde la identidad; más que lograr delinearla y trascenderla, se reduce a un panfleto propagandístico de nihilismo y trastorno narcisista. Una imagen en redes puede generar empatía o rechazo sin necesidad de contacto verbal. Entonces, ¿por qué se publican tantas fotos y selfies cuando es un arma de doble filo? ¿Por qué muchos han perdido la vida en pos de lograr lo que creen que sería la fotografía perfecta? Desde octubre de 2011 hasta el momento se han contabilizado 260 muertes por selfies, según indica la investigación realizada en el año 2018 por el Journal of Family Medicine and Primary Care. El último caso fue la caída de una joven desde el piso 27 de un hotel en Panamá. ¿Cuál es el fin detrás de los medios para lograrlo?… Sigue siendo la pregunta en el aire que no deja respuestas ante esta epidemia millenial.
Se destacó también dentro de la citada investigación que el país con el mayor número de muertes es la India, seguido de Rusia, Estados Unidos y Portugal; la mayoría de los fallecidos son hombres. La edad media de las víctimas fue de 22 años.
Cada día los seres humanos se hacen alrededor de un millón de autorretratos según Priceonomics. Una persona no es interesante para miles o millones de individuos en tanto que no se vean afectados negativamente de manera económica, política, legal y en su integridad física. Entonces el líder social (como por ejemplo los youtubers) inicia y se agota en sí mismo, porque lo innovador va perdiendo peso debido a la velocidad de comunicación global.
Actualmente las fotografías nos acercan y nos informan, pero también nos destruyen (en el caso de las víctimas de la pornografía). La imagen, en muchos casos, cuando es distorsionada, presenta una ilusión o noticia falsa que modifica la verdad objetiva por una realidad subjetiva. Es la perspectiva la que queda por desarrollar, un distanciamiento entre el objeto que se observa y el individuo que lo hace. Cuando el individuo se desvincula del objeto que observa y analiza con base en su experiencia personal, se puede lograr una objetividad sobre lo que se mira y el efecto que la imagen pretende crear. A menor reflexión, mayor impacto tendrá la imagen y el resultado es la pérdida de la capacidad de asombro en el ser humano: la persona es guiada por su subconsciente y no por la consciencia en el momento presente, el cual repercutirá en su toma de decisiones a menor o largo plazo.
¿Cómo reducir el impacto de una imagen? Situándonos entre nuestras necesidades y separándolas de nuestros deseos motivados por la vorágine comercial y social; preguntarnos: ¿qué hay detrás de una imagen considerada polémica? Esas tomas de conciencia de las cuales pretenden obnubilarnos como sociedad global. La apuesta es invertir los factores, las necesidades y templanza por encima de los deseos superfluos, la crítica constructiva con sentido común por encima de los excesos de la era moderna que están lejos y al margen de la ética y valores universales.
Foto: US Holocaust Memorial Museum
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Algunas referencias consultadas:
https://www.nationalgeographic.com.es/historia/actualidad/estado-decepcion-poder-propaganda-nazi_12312
https://www.colorpsychology.org/color-psychology-marketing/
https://www.scientificamerican.com/espanol/noticias/utilizamos-solo-el-10-por-ciento-de-nuestro-cerebro/
http://www.jfmpc.com/
Karlsson, M. P. & Frank, L. M. Nature Neuroscience. 12, 913–918 (2009).
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