«Esos pobres e indefensos animalitos»
En el colmo de la ridiculez y la exageración, compulsivos padres han obligado a un menor, de 8 años de edad a hacer absurdas declaraciones: «Yo ya no vuelvo a comer carne porque no quiero que mueran más animalitos«. Y a esa tierna edad sus neuróticos y desequilibrados padres le han vuelto vegetariano.
¿Qué no sabe el nene que los vegetales, plantas, con los que se va a alimentar, son seres vivos? Nabos, lechugas, jitomates, coles, zanahorias, coliflores, son seres vivientes que de manera brusca y repentinamente son arrancados de las tierras de cultivo donde al momento de la cosecha son desprendidos con todo y la raíz que les une a la vida. Papas y demás tubérculos son con fuerza arrancados de manera inmisericorde y de ahí, aún con vida van al agua hirviendo de las cacerolas. Chicharos, ejotes; desprendidos de sus vainas que son parte de su vida, su piel protectora; los alegres y saltarines frijoles se sumergen en las hirvientes cazuelas, junto con la cebolla, jugosa, vivita que es cortada con filosos cuchillos, apoyando su tortura en la tabla de «picar»; por algo la transparente sabia de las venas de la cebolla hace llorar a sus despiadados verdugos, que con los ojos llenos de lágrimas, aun así les continúan cortando en mil pedazos.
Después de arrancados con brusquedad de su habitat, vegetales y verduras, con su sangre, que es la savia, circulante por sus nervaduras son sazonadas con sal y otras especies para ser fritas en aceite hirviendo y para otros guisos. Sometidas, junto con los frijoles al exceso de hervor en la olla exprés.
Y así, por sentencia paterna el menor será convertido al vegetarianismo, por culpa de sus padres, al fin gente descontentadiza; que sin poder ver, pues su ignorancia les ciega, su minusválida conciencia no les permite ver esto, que aplicado a los pobres animalitos, sería una horrenda salvajada. Y dejan al menor con su absurda dieta sin proteínas que son indispensables para el metabolismo, absorción y utilización de otros nutrientes.
¡Nooo! Cómo va a comer el niño carne de esos pobres animalitos.
Esos pobres e indefensos animalitos en fotos que lo dicen todo.
Véase la musculatura. Tal parece que el Señor Toro ha pasado muchas horas en el gym. Aprecie usted como se le «marcan» los músculos por la rutina del ejercicio y el trotar por los pastizales; la brillantez y sedosidad del pelo, por supuesto fruto de la buena, selecta nutriente y vitaminada alimentación.
Pobres e indefensos animalitos a quienes la naturaleza ha dotado de amenazante encornadura.