Se necesita una fuerza sobrehumana para reponerse de una experiencia como esta, vivida por Adriana en menos de seis meses; ánimo, hay camino por recorrer y ojalá los más cercanos, comenzando por Felipe… la busquen.

Amigos de Adriana Dávila, unos cercanos y otros no tanto, se encuentran justificadamente preocupados por la ausencia de esta, pues si para ellos fue demoledor el golpe de la derrota, para ella es insuperable. Y a quién no… un súbito desafío lanzado con la fuerza michoacana de Felipe, activa y direcciona cada neurona, no le aunque si estas abundan o no, hacia la gloria, la mismita que consiguió el inventor del “aiga sido como aiga sido”.

Nada más hay un detalle. Calderón se sobrepuso a los botazos de Fox, hecho que llevado al terreno local, claro guardando proporciones, habría sido como enfrentar a Adriana con, digamos, Alberto Jiménez Tecpa (nada más por destacar la parecida convivencia con chivos, borregos y guajolotes, de Fox en su rancho y de Alberto con los pacientes suyos).

Pero Adriana tuvo como adversario a marianoglez, un cuate que empeñó su vida para lograr este triunfo. Y claro, dicho acto habría sido insuficiente de no haber incidido una bola de factores: traiciones, rechazos y hasta dos dolorosas muertes, respecto a las cuales nos seguimos doliendo, seamos o no afectos a la política, simpatizantes o no de Adriana.

Así que un día, caminando por la vida, una diputada federal plurinominal enfrentó su destino. “Serás gobernadora de Tlaxcala, le pese a quien le pese”. Y se dio una suerte híbrida de programación neurolingüística, dentro de la cual retumbaba en el interior de ella la frase: aiga sido como aiga sido, pero de todas formas has de ser…

Oiga, no es por justificar a la afectada pero, si un cuate que trabaja de patrón en Los Pinos, le dice a uno: haz de ser (sí con zeta de imperativo) gobernadora, pues quien reciba la orden, primero debe haberse visto como obediente extensión presidencial (en chiquito), y a partir de entonces debió hacer una serie de cálculos muy serios para avenirse el título de triunfadora (como Xochitl Gálvez en Hidalgo) aun cuando los votos no la hubiesen favorecido.

Pero no, ahí la tienes decidiendo el rumbo del estado, tratando de hacerse una imagen como la de Xóchitl, nada más que a aquella lo de las leperadas le viene de nacimiento y a esta, le sale con pésimo gusto. También pudiste verla siguiendo al pie de la letra los consejos del siniestro e indeseable Antonio Solá (el que inventó que AMLO era un peligro para México, el “genio” del hoy, hoy, hoy).

El gran creativo de la publicidad negra creyó que para Adriana había que lograr una frase que lo mismo la dibujara como alguien que no pide, sino arrebata, por dos causas, a saber:

1.- Pues para vender al colectivo la idea de una ciudadana formada en la cultura del esfuerzo, pero que al encontrarse con el reto de su vida debió recurrir al descontón, como lo haría una fajadora en el cuadrilátero, para procurarse el lugar que le correspondía tras la orden de su inventor, patrocinador y hoy, solidario lamentador por el resultado del pasado cuatro de julio.

2.- Para recordar a cada momento al gobernador Héctor Ortiz –el otro patrocinador a la fuerza – que con el poder dado por el Presidente, la candidata estaba dispuesta a quebrar al orticismo, tal como lo hizo. Y no solo eso, sino que en el remoto (ajá) caso de que la elección se perdiera, entonces sería señalado como el principal culpable.

A caray, entonces la fuerza que rompe barreras (del formidable Solá) chafeó pues se quiso aplicar a un pueblo de espíritu indómito (Xicohtencatl) y con una formación guerrera (Tlahuicole).

O sea, para que a los tlaxcaltecas nos metan miedo está como en chino. Y si me dices que me vas a aplicar la fuerza para romperme porque soy como una barrera, te voy a responder: mejor nos sentamos a “dialogar”, antes de que esto se decida en un intercambio, cara a cara, de los golpes que han de acabar hasta que uno de los contendientes deje de existir.

Ni por aquí le pasó esta idea al tal Solá ese, que, dicen, no me haga mucho caso, es el cuate que le aconsejó a Adriana aventar las chanclas durante el discurso de cierre de campaña, nada mas como para ponerse igual de descalzo de lo que este singular gachupín considera al pueblo de Tlaxcala. Ya ahí la tienes, enseñando el juanete y los hongos ante 40 mil. Ochenta por ciento de ese público, cuando vio tal desfiguro opinó ¡guácala!… diecinueve por ciento supuso, “esta no sabe andar de tacón”, y el restante uno por ciento (conformado por la bola de arrastrados orticistas que se dijeron convencidos por quien habría de firmar sus cheques) opinó: “Pero qué original gesto, snif (aquí se les salió una lágrima a los muy pasguatos) a nadie se le habría ocurrido algo tan conmovedor… snif, snif…

Oiga, se requiere mucho aguante para soportar todo esto que le platico en menos de seis meses.

En otras palabras, la candidatura de Adriana constó de demasiados factores negativos que, en suma no podrían engendrar un resultado positivo.

Nada más para coronar la cadena de errores, Minerva, la talentosa senadora que a final de cuentas fue la única que ganó (hay quien dice que 30 millones de pesos) hace como que dimite a favor de Adri y, con ello le parte toda la madri a la campaña.

A ver, dígame, sin persuasión previa, sin estímulo alguno, ¿va usted a conseguir que miles de votantes perredistas cambien el plan por el que han luchado meses, por el que han tenido mil discusiones, por el que no estuvieron dispuestos a dirimir diferencias porque sabían que era la de Texoloc su única esperanza de lograr un contrapeso ante la derecha aplastante?

Y en la otra esquina, Mariano con ojos incrédulos y bigote chirrisco, no daba crédito a tantas y tantas ventajas que la vida regalaba a su campaña.

Eso significa que el proselitismo del  ganadero (antes candidato divo, hoy…  uff, qué calor…) constó realmente de propuestas y se dejó de repartir maldiciones, tal y como lo hizo hace seis años cuando supuso que de todas formas se alzaría como gobernador.

En resumen, y a punto de dar vuelta a esta página de la historia moderna de Tlaxcala, expreso una respetuosa preocupación por el estado anímico de Adriana Dávila (lo de los 84 mil votos nada más fue ocurrencia del tal Alfredo, así como para no dejar morir el asunto) y considero que sus más cercanos, comenzando por el presidente Felipe Calderón Hinojosa, deberían manifestarle confianza y solidaridad, pues perder una elección no debe afectar la vida. Hay camino por recorrer, tal vez otra oportunidad como esta que se perdió no la habrá, pero, en esta vida, llena de altibajos, yo me quedo con el lado sencillo de la existencia. Con una familia linda, como la tiene Adriana y con la satisfacción de haber cumplido, como sus fuerzas se lo permitieron a tan elevado desafío.