Si hay un partido que necesita tiempo y un trabajo monumental para enfrentar la competencia electoral del 2021 es sin duda el PRI, un instituto político que sigue en un desesperante letargo donde pareciera que su actual líder moral lo ha sometido, como si estuviera resignado a entregar el poder sin dar pelea.

Han pasado 15 meses de la dolorosa derrota que sufrió el PRI en los pasados comicios del 1 de julio del 2018, sin embargo políticamente hablando las cosas siguen igual o hasta peor porque la percepción es que ese partido sigue sin reaccionar, sus aspirantes a la gubernatura no despuntan y sus liderazgos regionales y municipales han empezado a explorar su salida del ex partidazo para buscar cobijo en otras fuerzas como Morena.

El joven gobernador Marco Antonio Mena Rodríguez ha optado por inhabilitar al PRI a través del patético Roberto Lima Morales, quien lejos de revivir al partido, cambiar estructuras y recorrer el estado para reencontrarse con la militancia tlaxcalteca, ha preferido esconderse, lamerse las heridas de la derrota electoral del año pasado y sobre todo fungir como “quinta columna” para facilitar en Tlaxcala la llegada al poder de Morena.

Si su permanencia en la dirigencia estatal del ex partidazo era absurda tras los desastrosos resultados entregados el año pasado, prolongar más el ridículo liderazgo de Lima Morales en el Comité Directivo Estatal del PRI es inexplicable, sobre todo porque desde finales de agosto pasado se abrió la posibilidad para que Noé Rodríguez Roldán asumiera las riendas de ese instituto político una vez que Alejandro Moreno Cárdenas logró la dirigencia nacional del tricolor.

Alentado por sus deseos de figurar como un serio aspirante priista a la gubernatura de Tlaxcala, Noé Rodríguez dejó temporalmente la Secte para coordinar la campaña de “Alito” con el respaldo del mandatario Mena, de ahí que en agosto confirmó que ya no regresaría a su cargo a la administración estatal y que se enfocaría para convertirse en el próximo líder del partido en el estado.

En aquellos días se daba como un hecho su arribo a la dirigencia estatal del PRI, pero ya ha pasado septiembre y octubre y no se ve para cuando Noé Rodríguez pueda empezar a trabajar para, según él, recuperar la confianza ciudadana y constituirse en un sano contrapeso y en una oposición responsable y combativa en el sistema democrático.

La reconstrucción del PRI no se ve por ningún lado.

El gobernador Marco Mena sigue ausente.

El partido tienen cabeza, pero ésta no tiene capacidad de decisión y movimiento.

Las estructuras y militantes están encabronados y los aspirantes a la gubernatura (Anabell Ávalos Zempoalteca, Florentino Domínguez Ordoñez, Manuel Camacho Higareda, Enrique Padilla Sánchez, Anabel Alvarado Varela y Noé Rodríguez Roldán) siguen sin despuntar y figurar en la competencia rumbo al 2021.

El PRI como partido se ubica como la segunda fuerza política en las preferencias según diferentes estudios de opinión, pero cuando se vincula a sus probables candidatos a la gubernatura es superado por el PAN y sus aspirantes que parecieran tener más aceptación ciudadana.

Hasta ahora el PRI no ha encontrado la fórmula para disputarle a Morena las preferencias electorales en la entidad, pues es evidente que el partido del presidente de México Andrés Manuel López Obrador goza en Tlaxcala de un altísimo nivel de apoyo ciudadano que lo ubica como el favorito para arrebatarle en 20 meses la gubernatura al tricolor.

Con este desolador panorama, la lógica indicaría que el PRI está resignado a perder y entregar el poder en Tlaxcala, porque no hay un solo elemento que haga pensar que el mandatario y el ex partidazo están haciendo algo para retener la gubernatura. O me equivoco.