Este domingo, Mariano González reunió a 20 mil en el zócalo en su cierre de campaña, los adrianistas calculan juntar 60 mil en la explanada del mercado.


Convencer a la perredista Minerva Hernández Ramos, para que dimitiese a favor de la panista Adriana Dávila Fernández, fue una labor del equipo de la avanzada de Marcelo Ebrard Casaubón, inminente candidato de la alianza entre perredistas y calderonistas, a quienes mueve una obsesión: no permitir que el PRI regrese en 2012 a Los Pinos.

Está claro que la elección del cuatro de julio es una muestra del comportamiento de la izquierda y la derecha juntas;  ya veremos qué tan eficiente resulta en estados como Puebla, Oaxaca y Veracruz, donde el descarado activismo de los gobernadores Mario Marín, Ulises Ruiz y Fidel Herrera, es prácticamente infranqueable para la causa calderonista, pues es el Presidente quien realmente diseñó este plan antipriísta, lo conformó,  lo comanda, y está determinado a activar el aiga sido como aiga sido para entregar  a Marcelo la banda presidencial, pero jamás al PRI.

Consciente de este movimiento, Beatriz Paredes Rangel, no tiene más alternativa que echar toda la carne al asador a proyectos como el de Mariano González Zarur, pues es Tlaxcala el pequeño estado en disputa con un alto significado para ambos bandos (PRI y PAN), pese a la cifra tan pequeña de sufragios que representamos.

1.-  Para Calderón sería una afrenta perder la elección en el estado donde impuso a una muchacha a su imagen y semejanza. Entonces, al darse cuenta que el priísta Mariano González Zarur, es en estos momentos imbatible, instruyó a uno de sus principales operadores, el dirigente del DIA, Manuel Camacho Solis, para que convenciese a Minerva Hernández Ramos, de renunciar a su candidatura llamando a sus seguidores a emitir el cuatro de julio el voto útil, a favor de Adriana Dávila.

Claro que hubo resistencia porque a la perredista la movía un liderazgo tan definido en el compromiso social que, a pesar de las formas afables y afectuosas con el líder de los chuchos, había diferencias de fondo, pues para Ortega, el caso Tlaxcala se podía vender bien si se dejaba crecer como se hizo. Así que en cuanto pudo le puso precio. Y cambió sus críticas de corrupción y nepotismo contra Héctor Ortiz, por solidaridad y entendimiento en cuanto salió de las audiencias solicitadas para poner en marcha la dimisión minervista.

2.- Para Beatriz Paredes, Tlaxcala y Mariano, comienzan a ser prioritarios, aunque un poco tarde porque los mensajes donde entrelineaba su desprecio  por el de sangre libanesa, le dejaron de ser utilitarios, ante el crecimiento de su verdadero enemigo, el Presidente, formando en sus filas a otros enemigos del priísmo. A esto, Paredes lo llama “capricho cupular”, mas pretende ignorar que fue por su ambivalencia inicial (Mariano nunca fue su candidato) que su partido sufrió daños irreparables. Ahora, no le queda más que sacar de la manga su desgastada retórica aludiendo teponaxtles, faldas de la Malinche y cuanta metáfora fue en su tiempo acorde con la inacabable melena coronando miradas como de actriz del cine mudo, claro, investida en voluminosos y vistosísimos huipiles (imagen que aquí entre nos requiere con urgencia algunos cambios para aminorar el sobresalto que a cualquiera le ocasiona) cuya combinación con una especie de pantalones de mezclilla y tenis del siete y medio, hacen de ella un multicolor mosaico humano, acaso la inescrutable personalidad de quien aguanta, aguanta, aguanta, hasta que revienta a aquellos con quienes debió hacer equipo desde el principio.

Por ahí del miércoles anterior, la avanzada para sumar a Minerva con Adriana, estuvo encabezada por el senador Pablo Emilio Madero. La sondeó y llevó el resultado a Manuel Camacho (fíjese la forma como ya comenzó a operar el team Calderón). Este, a su vez, anotó en su agenda ordenar a su peón, Jesús Ortega Martínez, citar a Minerva para, sin regateos, diseñar lo que sería el premio a su dimisión: “encabezar una de las principales coordinaciones de la campaña de Marcelo”. No suena mal eh. Sobrevino la redacción del discurso que ya metida en el histrionismo tragicómico leyó Hernández Ramos, ante su querida Adriana, la misma a quien semanas antes le dijo que su candidatura podía compararse con pasar del kínder a la universidad, cuando otras (como ella) hasta doctorado tenían.

Llegó el día de la cita. Todos, con la carita lavada se reunieron en el Posada y ahí tienes, para la historia, Minerva pisoteando el trabajo de meses, estrechando ni más ni menos que a César Nava y en el colmo de la simulación, llamando “querida”, a la muchacha esa del kínder (a lo mejor aludiendo a la especie de academia donde cursó sus estudios de “ciencias de la comunicación) con quien co-gobernará a partir de que los votos le den el triunfo.

Desde luego que otros proyectos políticos vigentes decidieron decir que no, hacia afuera, pero poner la mano, hacia adentro. Así, la imagen de congruencia no sufre deterioro, pero, tú sabes, esto es un negocio y si no aprovechas ahora que tienes algo de fuerz, pues, que será mañana, cuando, no sabemos verdad, qué tal si te enfermas, o de plano te mueres.

Lo cierto es que Mariano reunió 20 mil este domingo en el zócalo de Tlaxcala. Y Adriana, bueno los que le hacen la campaña, piensan reunir 60 mil en la explanada del mercado Emilio Sánchez Piedras. Además van a estar cinco gobernadores, todo el gabinete de Calderón y como cereza del pastel, ni más ni menos que Marcelo Ebrard (ojalá no traiga a la esposa, Mariagna Prats, cruda o chachalaca porque ya ves que lo mete en cada lío con sus discursos alcoholizados…) desde luego, no podía faltar Margarita Zavala, nada más para dar fe que en Tlaxcala se están haciendo las cosas como su marido lo ordenó.

El cuatro de julio se acerca. Ante la dimisión de Minerva, los vivos que siempre apoyaron a Mariano, aprovechan cuanto reflector hay para lanzar pedradas a la chaparrita. Unos dicen que los votos útiles del PRD se van al PRI, los más, andan tristones porque la mayoría tiene una concepción real de la izquierda y, a lo mejor anulan su voto. Unos y otros se tiran todo el lodo que pueden. Los verdes dicen que ellos son los buenos, y los azules-amarillos también.