Resulta realmente extraño los sucedido ayer en la mañana cuando el joven gobernador Marco Antonio Mena Rodríguez realizó ajustes en su equipo de trabajo dizque para “mantener el paso del crecimiento” que ha mostrado Tlaxcala en materia de aumento económico, generación de empleo, inversión y disminución de la pobreza, cuando en realidad fueron para reforzar y ampliar el control administrativo de los recursos públicos y para impulsar a menistas a futuros cargos de elección popular.

Quién puede creer que los enroques y cambios buscan mejorar el actual gobierno cuando desde los primeros meses de la actual administración se comprobó que el hidalguense Alberto Jonguitud Falcón nombrado como secretario de Salud sólo llegó a cobrar y dirigir desde un céntrico hotel de la capital la expansión de sus negocios en su estado natal.

Dejar las obras “emblemáticas” de este mediocre gobierno en manos de un gris, limitado y torpe funcionario como Francisco Javier Romero Ahuatzin, a quien siempre le quedó muy grande la silla de la Secretaría de Obras Públicas, Desarrollo Urbano y Vivienda, también resultó un marcado error.

Lo malo es que a la primera dependencia antes mencionada llegó un médico tlaxcalteca de nombre René Lima Morales, hermano del inútil dirigente del PRI en Tlaxcala Roberto Lima Morales. Dicho médico goza de un mediano prestigio como trasplantólogo, pero nadie le reconoce experiencia en el área administrativa, por lo que al interior de la SESA muchos pronostican que tendrá dificultades para manejar el sector salud del estado que se encuentra en una condición deplorable.

Romero Ahuatzin siempre fue un títere en la Secoduvi donde su voz de mando apenas si le alcanzaba para solicitar un café a su secretaria y para pedirle a su chofer que lo llevara a ciertas obras y oficinas, porque el que siempre tuvo el control de esa secretaría fue el delicado Alejandro Serrano García, quien ocupaba el cargo de director de Licitaciones, Contratos y Precios Unitarios de la dependencia, cargo que llegó por instrucciones no del gobernador tlaxcalteca sino de su insaciable hermano Fabricio Mena Rodríguez.

Cansados de la simulación que decidieron mantener por casi dos años y nueve meses, los verdaderos dueños del negocio en esta administración optaron por ponerse en la palestra y demostrar que Fabricio Mena tiene poder en Tlaxcala y por ello decidió imponer a Serrano García como titular de la Secoduvi, para de una vez dejar en claro que los bisnes de las obras, las compras y del manejo de los recursos públicos en el gobierno del estado lo tiene concentrado él y nadie más que él.

Era necesario gritar que por fin dejó de ser el mayordomo de los Cisneros y evidenciar que está convertido en un jefe de jefes.

También fue obvio que el gobernador está preocupado por el futuro de sus “fieles” subordinados, de ahí que decidió rescatar a la perdedora y soberbia Anabel Alvarado Varela, quien a partir de ayer se ocupa de la Secretaría de Turismo que estuvo en manos del intrascendente Roberto Núñez Baleón, quien al igual que el nefasto ex secretario de Educación, Manuel Camacho Higareda, aceptó ser degradado e ir a la dirección del Conalep, donde seguramente podrá echar mejor la hueva y esperar los tiempos para tratar de buscar una candidatura a una diputación local por el convenenciero Partido Socialista.

Alvarado Varela que es recordada por traicionar a su creador e inventor el ex gobernador Mariano González Zarur intentará desde su nueva posición amarrar su nominación dentro del PRI a la presidencia municipal de Tlaxcala, una vez que ella y su amigo con beneficios Manuel Camacho ya fueron borrados de la lista de aspirantes a la candidatura al gobierno del estado.

Y para seguir con los cambios que demostraron una vez más lo limitado y reducido que es el grupo menista, el mandatario decidió enviar a la Secretaría de Fomento Agropecuario al fracasado de Arnulfo Arévalo Lara, quien llega más a esa posición para sacar provecho político que para atender y resolver la problemática del sector, ya que júrelo que desde ahora utilizará su cargo para convertirse nuevamente en diputado local en los comicios del 2021.

El único enroque justificado es el de José Luis Ramírez Conde, quizá de los pocos funcionarios estatales que sin caer en protagonismos se dedicó a trabajar y dar resultados en la Sefoa, evitando que ese sector del estado recuperara su politización porque cuando los campesinos se inconforman y organizan se convierten en un fuerte dolor de cabeza para quien gobierna en ese momento.

Ramírez Conde fue designado como nuevo responsable de la Secretaría de Comunicaciones y Transporte que mal dirigió y aprovechó para ciertos negocios Noé Rodríguez Roldán, quien abandonó su posición en la administración pública para ir tras la moribunda dirigencia del PRI en Tlaxcala.

Seguramente el nuevo funcionario resolverá los pendientes heredados y entregará buenas cuentas al gobernador Marco Mena, porque es un político que antes de pensar en la grilla y su futuro atenderá sus responsabilidades.

El gobernador una vez más demostró que no le interesa ni le preocupa el tema de la seguridad en Tlaxcala, pues resulta que en esa área donde realmente estamos jodidos ni siquiera volteó a ver a los funcionarios responsables de que el estado esté en manos de la delincuencia como el secretario de Seguridad Ciudadana, Eduardo Valiente Hernández, el trácala procurador de Justicia, José Antonio Aquiahuatl Sánchez y el ornamental secretario de Gobierno, José Aarón Pérez Carro.

Al final los cambios fueron para seguir igual o peor.