Adriana Dávila debiera reflexionar sobre las críticas de personajes tan encumbrados como Beatriz Paredes ó Minerva Hernández; responderles como pleito de vecindad sólo exaltaría el pobre entorno intelectual que la envuelve.

Para Beatriz Paredes Rangel, la candidatura de Adriana Dávila es una ofensa a los tlaxcaltecas, debido a la falta de preparación que enfrenta, misma que sustituye por la persistente oferta de que su cercanía con el presidente Felipe Calderón, es garantía de un flujo abundante de recursos (por lo menos para el primer tercio de lo que sería su sexenio, claro si es que el voto la favorece).

Aliados y adversarios de Adri, saben que Betty tiene razón, y no estaría de más que la abanderada de progresopatlax, asumiera con sensibilidad estas críticas (que no son nuevas), pues con la nueva filosofía aplicada (no confrontar al adversario sino aprovechar sus sinergias) podría despojarse de vulgaridades y expresiones de la sinrazón que, no son sino evidencias del exceso en el que se da el lujo de caer una persona gravemente confiada en su triunfo en las urnas.

Eso que afirma la presidenta nacional del tricolor permea sin resistencias en la causa adrianista, porque el blanco de tales señalamientos no acepta la estrechez de su entorno intelectual, lo cual no sería sino un real motivo de aplauso si partiendo de dicha realidad se asumiera en firme factor de progreso (así reza su eslogan). Mas, alardear orígenes más que humildes esgrimiendo altísimos niveles alcanzados mediante la cultura del esfuerzo es material de oro para que Paredes la llame ofensa, o Minerva Hernández Ramos, la describa como el inexplicable paso del personaje de marras, del kínder a la universidad.

Dávila debiera enfrentar sus limitaciones con el estoicismo que le permita sacudirse a los remedos de cortesanos, dispuestos como el bufón, a alegrar el momento a la reina cuando la voz del pueblo deja de ser elogiosa.

Tiene en sus manos la gran oportunidad de abrir los ojos con el legítimo objetivo de asumirse en una lideresa con las ventajas que la vida le dota en charola de plata. Si ella sólo puede depender de quienes han conformado una valla inaccesible habrá de pensar en su vigencia mientras dure la protección de quien la inventó, bajo la nada admirable filosofía del “aiga sido como aiga sido.

Aun con este guión, Adriana tiene a su alcance demostrar al yunque, a otros panistas reales y ficticios, y a sus demás aliados, que es un ser humano capaz de no depender de los soportes que la sostienen, cada uno de los cuales ostenta un interés contrario a la buena voluntad.

Incluso sus adversarios esperarían una oponente digna.

Si un día, cuando mengüe el poder del señor protector, quien nos ocupa tiene ya tiempo en los terrenos de la congruencia, los excesos que incluso ya cuentan dos bajas, quedarán como la antítesis de esta que cada día se parece más a la terquedad foxista sustentada entre otros despropósitos, por cursos intensivos de programación neurolingüística.

Es histórico el momento que vive Adriana. Ojalá lo aproveche.

El gran ausente a la boda en Cuernavaca.

Nada se dejó a la improvisación. Fue una fiesta donde el buen gusto y la sobriedad fueron coronados por el regalo del papá: un departamento en Manhattan. Y como el novio es native newyorker , pues les quedó como anillo al dedo. Claro, habría sido mejor si  tan generoso personaje hubiese asistido a la celebración, pero prefirió ira nada más a la misa, a entregar a su hija, Sandra Ortiz Juárez, por cierto, entre los mejores promedio de la UDLA.

Dicen asistentes que el gobernador de Tlaxcala decidió cancelar su presencia a tan importante evento porque, no invitaron a su esposa, Guadalupe Lozano Tovar. Yo creo que es de esos momentos en los que lo mejor es dar tiempo al tiempo y esperar a que todo transcurra como finalmente sucedió.

Y como la pachanga tuvo lugar el pasado 30 de mayo en Cuernavaca, seguramente el mandamás de Tlaxcala prefirió administrar su descanso porque, ya sabe usted, al día siguiente tomaría las riendas de la campaña de Adriana Dávila Fernández, quien a partir de los actos subsecuentes registra un crecimiento sostenido, según el reconocimiento hasta de sus adversarios.