Parece que los candidatos ya dieron de sí y, de ahora en adelante son sus operadores quienes lidian el verdadero duelo. En el inter, hay expresiones… muy graciosas, como aquella de “no hay apapacho nocturno si no votas antes del medio día”.

Me impactó el caluroso abrazo con el que el gobernador Héctor Ortiz Ortiz, recibió este domingo a Adriana Dávila Fernández, una calle antes de la explanada donde cada sábado se realiza el tianguis, retacado con promotores del voto, en una concentración de más de 25 mil personas, como muestra de lo que a partir de junio es la campaña de la alianzapalprogreso.

En presencia de Gustavo Madero –quien dio fe de este acto para los intereses del yunque – la abanderada, Adri se dejó querer y, hasta chacoteó con los miles de presentes, dispuestos a contactar a diez para dar su voto a favor de esta causa.

Y fue en esta oportunidad donde nuevamente afloró el muy peculiar estilo que sin duda ya es motivo de un profundo análisis del comportamiento de quien, dicen, tiene medio cuerpo metido en la gubernatura. “Si hacia el medio día, el esposo no ha votado, nada de desayuno caliente y apapacho nocturno”, propuso  la wild girl, a quien las concentraciones organizadas por su otrora enemigo irreconciliable, el gobernador de Tlaxcala, no sólo le dieron la oportunidad de mostrar que es una muchacha con tablas, sino hasta con un importante nivel de humor, entre negro y cachondo.

Ah sí, también vulgar, porque a la acción de condicionar el sexo (en la noche, el día de la elección) cuando no se sufragó hacia el medio día, se suma aquello de la candidata que trae los huevos (en alusión a los genitales masculinos, entendido por ciertos sectores como factor de valentía y masculinidad).

Y con ello Adri logra unificar criterios entre sus patrocinadores. Hubo que ver las miradas cruzadas entre el sustituto de Santiago Creel en el Senado y el mandatario tlaxcalteca, cuando la ocurrente candidata –ah qué graciosa – volvió a poner en la palestra el lenguaje sexual como nuevo factor que nos ha de hacer relevantes por los próximos seis años, si es que logra triunfar este proyecto cachondo-humilde-vulgar, pero eso sí, muy de la mano del presidente Calderón.

Era una garantía propuesta por Ortiz. Reunido con sus huestes, les dijo, pues no hay de otra, vamos a hacer gobernadora a esta muchacha. Y acostumbrado a no confrontarse con lo inevitable, en cuanto pudo se subió al tren que ayer hizo sonar sus potentes bocinas en el mencionado predio y, con ello rubricó este acto, pletórico de detalles histriónicos, el principal de los cuales fue el tremendo abrazo-apapacho registrado ahí frente a Bodega Aurrerá, en medio de una conmovedora imagen, pues se apreciaba la robusta figura del (todavía) mandamás local, la de Adri y la de el personaje mamalucha,  con el cual dicho supermercado promueve sus ofertas.

La lucha ya es de dos

Ayer, en Cuauhtelulpan, escuché de Mariano González, una de las alocuciones con las cuales convence a sus seguidores. “Por diecisiete años fui funcionario con los gobernadores tal, tal y tal…”. Y sabes, otra vez me di cuenta que la egolatría del divo (valga la expresión) es uno de sus aliados omnipresentes.

Tal vez si el respetable escuchara del priísta el empeño de su palabra y, hasta de su vida para recuperar el rumbo de Tlaxcala; tal vez si en lugar de abusar de expresiones propias del sanchezpiedrismo como: “no se puede tratar igual a los desiguales”, reconociera las capacidades del pueblo, capaz de sobrevivir a políticos como los que nos han gobernado, sin pies ni cabeza, su discurso sería más creíble.

Esgrimir el mismo enunciado, “yo, luego yo y después yo” es una pésima forma de iniciar esta nueva etapa de la campaña.

Sabe, los tlaxcaltecas –por nosotros mismos – nos hemos superado. Llamarnos desiguales es una afrenta contra nuestras capacidades. En el país entero, incluso en el extranjero hay paisanos nuestros contribuyendo para un mejor mundo. Tratar de regresarnos a los tiempos de los acasillados, no nos muestra sino la melancolía de un “amo” que trata de acomodar las cosas para moverse como pez en el agua, o sea entre los que (según su percepción) serán unos buenos subordinados, a los que se pueda humillar y maltratar hasta hartarse.

En conclusión

Si la competencia es de dos proyectos, de hoy en adelante depende de la operación de los sabios mapaches incrustados en sendas oficinas. Los candidatos ya dieron de sí y, créame no veo en ninguno de los dos, las características de estadista como para organizar la erección de un monumento.

El día de la elección veremos más que movidos a quienes ya sea con los tamales calientitos pero a cambio de un voto comprobado, ó de aquellos que cumplieron con votar para tener sexo en la noche y desayuno caliente, se encarguen de retacar de votantes a las casillas.

Y son ellos, los operadores, quienes lidian el duelo más importante en este encuentro de personajes extremos, tiranos, cachondos, potentados, pero eso sí, atascados en la vanidad de quien se supone parte de la historia en su muy particular condición.