Del estado menos endeudado vamos derechito a ser uno de los más endeudados.

En Tlaxcala decidimos dejar nuestra calidad de no deudores. Demoramos diez años para seguir ese camino. Durante ese tiempo fue discreto nuestro crecimiento en obras de infraestructura, pero no nos agobiaron los compromisos.

Parte de la reforma constitucional más importante que se efectuó en este régimen es la entrada en vigencia de la Ley de Deuda Pública, el pasado 24 de febrero. Tres meses después estamos solicitando ante Banobras el primer crédito, por un monto de mil 300 millones de pesos.

No debemos descartar que los créditos manejados con inteligencia y responsabilidad garantizan el financiamiento de las grandes obras que, marcan un antes y un después en la historia de los estados.

Mas no deben ser las grandes obras causa de encono por haberlas decidido de manera arbitraria, a contrapelo de lo que la razón exige y en desafío de la lógica a la que todos debemos obedecer.

Dos obras en los últimos años, nos señalan el rumbo equivocado en decisiones como la expuesta: el puente hospitales, que nos llevó a comprobar la ineficacia de sujetos de muy bajo rendimiento, como en su momento lo fue Wilfrido Domínguez, titular entonces de la Secretaría de Obras, a quien dieron un trato despectivo y humillante pero no lo quitaron de en medio de la obra más tardada y con menos justificación.

Habría sido un rotundo éxito invertir la fortuna que costó el puente Hospitales en la terrible zona conocida como El Molinito, lugar de incontables muertes e incalculables pérdidas económicas a causa del pésimo trazo de una serie de curvas en una pendiente pronunciada.

Y la otra obra equivocada es el paso a desnivel en el crucero de Santa Ana. Cuando el carril elevado debió beneficiar el flujo de la vía Apizaco-Puebla, se hizo lo contrario, provocando la fluidez efímera a la prolongación de la calle Antonio Díaz Varela, de Santa Ana. Y decimos que efímera porque dicha circulación se hace caótica a penas concluye la pendiente del paso a desnivel construido por cierto por extraño ingeniero Jesús Luévano Escalona.

Si Banobras nos autoriza el crédito de 1.3 mil millones de pesos, no será justo que se repitan obras como las descritas.

Tampoco que se insista en dar vigencia a personajes descontinuados de la talla de Wilfrido Domínguez, actual director del Instituto de Vivienda del Estado.

Nuestra dependencia casi absoluta de la federación y, el uso en la misma proporción para cubrir el gasto corriente debe obligarnos a impulsar una política de responsabilidad con una verdadera mira de largo plazo para que las grandes inversiones por venir no vuelvan a tener el sello de la ineficacia y mucho menos de la arbitrariedad.

PD

Les recuerdo a los señores diputados de la LIX Legislatura, así como a las autoridades a las que corresponda que este medio sufrió un día más la exclusión de los cubículos del Palacio Legislativo, gracias a la infame orden que una élite de diputados dio a un delincuente que labora en el Congreso como director de Informática, en un cínico acto de intolerancia del que la Comisión Estatal de Derechos Humanos todavía no fija una postura.