Se puso de moda entre los rastreros, negar a quien los inventó y por años les dio de comer, para ellos murió el rey… viva la reina!!


Semanas antes de que el presidente Calderón viniese a Tlaxcala a reafirmar a Adriana Dávila como la candidata del PAN, y a exigir “de manera diligente” al gobernador su contribución para hacerla gobernadora, grupos afines a la corriente del mandatario, veían en sus acciones de corto plazo deslindarse de quien dentro de poco dejará de ser su jefe.

Solo así dejarían de ser arrastrados por la imagen negativa de quien se encuentra en el ocaso de su gobierno que, encuestas como la elaborada por la empresa de Liébano Sainz-Milenio, retratan como el factor lesivo para el nuevo proyecto panista.

Sin el mínimo rubor, Rolando Romero y Leonor Sevilla, cambiaron la sintonía de su rastrerismo por Ortiz y lo convirtieron en loas hacia Adriana. Para ellos, ¡Murió el rey, viva la reina! Y sólo ellos olvidaron su hostilidad previa hacia la hoy abanderada. Y también echaron tierra a quien los cobijó luego de hacer de su vida un infierno.

Más o menos es lo que pasó con el vocero Domingo Fernández, obsesionado con ser diputado –le urge inmunidad -, motivo por el cual, sin perder el tiempo se puso a la orden de la Dávila. Luego le mandó a decir que para él sería preferible ser incluido en la lista pluri. Entonces, la candidata expresaría que al ex funcionario orticista lo primero que le falta es valor para, si quiera pedir de frente las cosas.

Seamos realistas. Estos tres orticistas por conveniencia, reflejan la urgente necesidad de deslinde de la mano que durante años los alimentó. Otros orticistas fueron menos rupestres en su cambio de chaqueta. Aguantaron hasta el último momento y ya, cuando no hubo remedio, como San Pedro, negaron tres veces al que fue su querido compadre y con quien hasta llegaron a planear su arribo al nuevo gobierno.

Creo que es lógico. Los cansó la pachanga de la que formaron parte. Comenzaron a aburrirse de ganar y ganar, obedeciendo a quien de varias formas les dijo, “yo los hago ganar elecciones, pero recuerden que soy yo y, después de mí, no hay nada”.

Del carro completo que se preveía sólo llegaron ocho orticistas a candidatos a diputados locales. Heladia, Lémus –el de las tremendas rentas-, Domingo, en fin, el número se redujo considerablemente. Insisto, prevaleció el deslinde en aras de seguir pegado a la ubre presupuestal. ¿Y qué pasó con el monstruo burocrático de mil cabezas? Pues que cada quien verá para su santo.

Es más, ahí tiene usted a Perla López y el tremendo coraje que le dio el haber sido sacrificada (conste que desde un principio lo sabía pero luego se la creyó). Ella y su peón, Luis Girón, serían los últimos en abandonar el barco, y es que están muy comprometidos. A lo mejor por eso al dirigente del Partido Alianza Ciudadana (PAC) le valen las críticas. Dice que estando bien arriba, le vale madre lo que ocurra en con los demás. Pero desde hoy que es jueves, le puedo adelantar que Girón y López habrán de negar a quien los inventó. Así es su genética.

Ahora bien, el deslinde más importante es el que tiene que hacer Adriana Dávila. ¿Cómo pintar su raya con un gobernador del que siempre estuvo distante?, ¿Cómo negar a alguien por quien no le mueve el mínimo afecto?, ¿Cómo remontar los números que, líder pirata del PAN, Benjamín Ávila, explica como un empate técnico, partiendo de la (rara) lógica (foxista) de que, caballo (sería yegua) que alcanza, gana.

Si Adriana inicia una campaña de ataques contra el gobernador Ortiz, golpearía a su propio partido y, por añadidura se haría daño a sí misma. Si al contrario, elogia su administración, perderá credibilidad. Aún peor, si alardea de ser la recomendada de Calderón, se hace con una ventaja casi inmoral. Tanto más si presenta a sus operadores del CEN como la médula de su trabajo en pos del voto.

Es de reconocer que Adriana se ha tenido que inventar ella misma. Negando sus orígenes políticos, así como al gobernante en turno, ha tenido que ser auténtica. Por sobre la imparable locuacidad, comenzó a darse una toma serena de decisiones. Y ante el desconocimiento de los enviados del CEN, optó por convencer y hacer equipo con los verdaderos grupos de poder.

Vaya, hasta cobijó al tal Rolando y compañía, que tanto daño le causaron.

Eso, señores, es el deslinde con formas de desmantelamiento. El orticismo como fuerza convocante de grupos en un momento importante, ha tenido que convertirse en el adrianismo, como factor de exterminio del primero para colocar su bandera en terreno alto, a la vista de todos, para facilitar el efecto de atracción en este momento, vital para sobreponerse al “empate técnico”.

Si Beatriz y Mariano, los hijos peleoneros de Emilio Sánchez Piedras tuvieron la gran ayuda de Calderón, desbaratando al orticismo, Adriana ya comenzó el abordaje del barco con el que piensa ir a altamar a batirse con los priístas, que tan no creen en nadie que, hasta son capaces de mandar a su líder estatal a pasar siete horas de relax, en Natívitas (ajá).

El recuento de daños no es catastrófico. Lo encontrado por Liébano-Milenio 27.3 Mariano, 23.8 Adriana, más que un empate técnico, es el despertar de una prolongada pesadilla en la que las traiciones y el doble lenguaje fueron aplastados como cucarachas por el presidente Calderón quien, luego dijo a la candidata: “adelante chaparrita, el escenario es tuyo… acábarlos”.

Nada más que, no le manda con qué. Ha de ser otra prueba, de esas que te hacen sangrar.