Ya basta que los vetustos sigan manejando los procesos para conservar el poder; peor es que haya quienes se presten a semejante atrocidad.

En 1998, a Alfonso Sánchez Anaya, enfrentó la cerrazón de su partido a su causa personal y se vio obligado a buscar opciones. Compró la franquicia llamada PRD, formó una alianza y doblegó al PRI.

En 2004, algo similar ocurrió con Héctor Ortiz Ortiz, quien impedido por su partido, el tricolor, para contender por la gubernatura, hubo de adquirir los raquíticos activos del PAN, franquicia a la que robusteció, dando poder a quienes ni en sueños aspiraban a tenerlo.

En 2010, a Mariano González Zarur, se le cierran las puertas. En el PRI, la dirigente nacional, Beatriz Paredes, ejerce contra él una abierta política de exclusión. Para no variar, no lo convocó al aniversario del tricolor, como en cambio sí lo hizo, de manera personal con Lorena Cuéllar.

De origen, el PRD también lo rechazó y, resulta que pláticas previas de la senadora Minerva Hernández Ramos, con las dirigencias nacionales de Convergencia y el PT, inclinaron a estos partidos a la causa de aquella, y ocasionaron la más sentida protesta de las dirigencias locales, determinadas, a jugársela con el libanés.

Mire lo que es un desacuerdo generacional: sentados a la mesa, Beatriz parece apostar a Lorena; Ortiz, a Perla López Loyo y, Felipe Calderón, a Adriana Dávila.

El gobernador de Tlaxcala y el Presidente, miden fuerzas. Calderón, evalúa lealtades; Beatriz, cobra una venganzas, se regodea con la aflicción de Mariano. Todos ellos tienen un común denominador: sumisión absoluta.

Flotaba en el aire el asunto del género. Y decidieron aprovecharlo como la causa adecuada para no ir en contra de la moda. Sinceramente no veo en estos tres personajes la médula que mueva conciencias. Y si alguien destaca en esta partida es Adriana, por el mérito de enfrentarse al aparato local de poder.  Mas su ruta es incipiente.

Han surgido voces que esgrimen pactos bien ocultos entre los senadores perredistas, Minerva Hernández y Alfonso Sánchez Anaya. Ojalá no se confirmen porque la precandidata del Sol Azteca sería la única con un discurso medianamente aceptable en este jardín de escasa variedad.

Malaya el apego de los vetustos al poder. Y peor la sumisión de quienes se prestan a semejante atrocidad.

Estamos esperando liderazgos y no títeres. Es hora de que reaccionen y hagan de esta “elección de género” tan comentada a nivel nacional un real ejercicio que dignifique la participación de la mujer en la política, pero no la haga cómplice del asqueroso estilo de conservar el poder a costa de lo que sea.