El ex gobernador Mariano González Zarur nunca recurrió a la Federación para solicitar recursos extraordinarios para obras públicas y con fondos propios del estado llevó a cabo el Centro de las Artes en Apizaco, de ahí que la nueva administración por lo menos tiene el reto de superar esa obra que tuvo un costo de casi 500 millones de pesos.

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Difícilmente con petulancia y soberbia Tlaxcala dejará los últimos lugares que ocupa actualmente en generación de obra pública, pues esa responsabilidad está en manos de un gris funcionario que se siente de la casta divina que está más preocupado por mostrar su arrogancia que en ejecutar proyectos.

Francisco Javier Romero Ahuactzi, secretario de Obras, Desarrollo Urbano y Vivienda (Secoduvi) es el clásico político que siempre tuvo cargos de medio pelo e intrascendentes, pero ahora que ocupa una posición de mayor relevancia muestra sus resentimientos y sus complejos.

Según su currículum vitae ha sido diputado local en la LX Legislatura, regidor en el Ayuntamiento de Chiautempan y en el gobierno de Mariano González Zarur ocupó el cargo de Director de Estudios Políticos y Sociales de la Secretaría de Gobierno.

Y se dice que trabajó en empresas constructoras y en el ISSSTE, delegación Tlaxcala, en las áreas de Obras y Mantenimiento y Servicios Generales.

Hoy, el oriundo de Santa Ana Chiautempan tiene prohibido a sus vecinos estacionarse al lado de su vivienda, pues el arrogante funcionario del gobierno de Marco Mena requiere de espacio para lucir las camionetas y el personal que hoy dispone. Llega en una unidad con chofer y a los pocos minutos se presenta otra para trasladarlo a su próxima cita.

Se siente gigante, hermoso, influyente y poderoso. Es de los pocos tlaxcaltecas que puede presumir que está bajo la tutela del vicegobernador Fabricio Mena Rodríguez, quien según sus propias palabras hoy no sabe qué hacer con tanto poder.

En cuatro meses Francisco Javier Romero, que puede ser confundido con la botarga de El Monje Loco, personaje de Eugenio Derbez, prácticamente paso desapercibido y hasta el momento sólo él, Fabricio Mena y los dueños de las contructoras consentidas de este gobierno saben que obras y proyectos se ejecutarán en los próximos 8 meses, ya que los 800 millones de pesos presupuestados para tal fin se tendrán que gastar aunque sea en banquetas, drenaje y otras obritas de mejoramiento de imagen urbana.

La inanición en materia de obra pública al inicio del nuevo gobierno del estado provocó que Tlaxcala ocupara los primeros lugares en lo que respecta a ejecución de inversión para ese rubro y al valor de la producción generado por ese sector.

Según datos oficiales, el valor de la construcción total descendió 2.2% a tasa anual real en el periodo enero-febrero del 2017. Tlaxcala fue una de las entidades que mostró una de las disminuciones más altas con 65.7% casi 24.4% más de lo reportado por Oaxaca (41.3%), pero con la enorme diferencia que en aquella entidad hubo alternancia y el actual mandatario Alejandro Murat recibió un estado en quiebra por parte de Gabino Cué.

Marco Mena nunca habló ni prometió grandes obras durante su campaña como candidato a gobernador, sin embargo eso no justifica que los tlaxcaltecas desconozcamos sus proyectos a desarrollar en los próximos cuatro años y cuatro meses que le quedan a su administración.

Al menos, ya puede presumir que inauguró las primeras escaleras eléctricas en Tlaxcala o no.