Que a Tlaxcala lo hayan negociado por Veracruz habla de la elevada cotización panista dada a la única plaza que se creía segura para el partido del Presidente.

Pocos esperaban un reacomodo como el que se está viviendo en el PAN y en el orticismo, pero digamos que el mérito en esta muestra de complicidades al más alto nivel es la elasticidad del gobernador tlaxcalteca para no romper con su jefe y amigo, Felipe Calderón Hinojosa y, al contrario, para sacrificar afectos, “en aras del bien del país” (¿?).

Llevar a Tlaxcala al extremo de ser considerada como el único bastión panista es una moneda de alto valor, tanto que, pese a su limitado interés electoral, se cotizó lo suficientemente alta como para catafixiarla con el PRI por Veracruz.

Suena increíble. Pero eso sucedió según pudimos enterarnos ayer, tras la encriptada reunión en el CEN, en la que César Nava, Héctor Ortiz y Julián Velázquez, se sentaron a hacer el recuento anticipado de los daños, procurando dar la vuelta a esa página.

Para el orticismo, lo ocurrido ayer en la trinchera panista es a penas el principio de los grandes desafíos que debe vencer. Pese a su fortaleza en el ámbito local, es vulnerable en el tapete nacional, mas no privado del cacumen y conformidad; el primero para mover con habilidad sus piezas y, la segunda para acallar los lamentos que suelen expresar solo aquellos que no han sobrevivido a los altibajos de este oficio, donde según podemos apreciar, perdiendo una valiosa pieza, el orticismo se reafirma con la sangre nueva, incapaz de ocupar el lugar que le corresponde debido a la enorme disciplina en el contexto generacional.

Quedó demostrado que los intereses de las camadas con más de cuarenta años en estas lides no pueden (ni deben) sobreponerse a la nueva condición que enmarca a la política de estos años, o sea a la actualización, palabra clave para cualquier proyecto inmerso en esquemas de competitividad.

Ni modo… se acabaron las leyendas. La lucha por conservar el poder hizo que los valores doctrinarios fuesen trastocados. Hoy vemos a un Felipe Calderón alentando alianzas con su enemigo, el PRD, con frases tan cínicas como clara es su desesperación para impedir el retorno brutal del PRI, para encabezar otros setenta años en el poder.

Decíamos ayer que en el reparto del botín, a Tlaxcala la negociaron. Que para cumplir a cabalidad compromisos de esta envergadura, se requiere de personajes con un alto grado de eficiencia.

Pues en eso consiste el ajedrez. Sacrificar a un peón para defender a la reina. A unos les gusta, a otros los entusiasma. Gozan más los que viven el momento y no dependen de una conciencia empecinada en vivir con los pies en la tierra.

Y con aquellos asentimientos simultáneos a silbar nerviosamente alguna tonadilla para facilitar el arte del análisis, ahí tiene usted al jefe del orticismo, repartiendo, equilibrando, cediendo, sacrificando, pero sobre todo, asegurando que su futuro inmediato y de mediano plazo, no lo exponga a la frialdad que siente el principal a la hora en que debe entregar la estafeta.

No sé qué cueste más… ser o no ser… por lo pronto, advierto fundados temores en dejar de ser sin que el sucesor demuestre lealtad y apego al contrato original.

Por eso veo en Antonio Velázquez Nava, el cachorro del orticismo, al intenso coeficiente sobre cuyas espaldas descansa la esperanza de miles, amenazada por otros miles sedientos de cambiar el sello del gobierno.

Preparado en vastos terrenos para la sucesión, no había sin embargo, obtenido la concesión a causa de la insuperable resistencia generacional. Y conste que sus tutores eran los primeros en comprenderlo. Pero el alumno no podía ser mejor que el maestro. Y yo creo que aquí les falló el pronóstico. Ahora, no por convencimiento, sino por urgencia deben echar mano de quien hubo de mostrarles rebeldía en su momento y les ocasionó no menos de media docena de jaquecas.

El cachorro es sinónimo del Partido Alianza Ciudadana. Jugando con el orden de las palabras, el PAC es Antonio. Así que las esperanzas del orticismo se ensanchan con este recurso, que aquí entre nos, ha de estar en etapa de preparación para lidiar la lucha de su vida en contra de un Mariano González Zarur, decidido a mover cielo, mar y tierra para que sus patrocinadores le consigan no morir sin el sueño realizado de ser gobernador.

Habrá de enfrentar o aliarse a Minerva Hernández Ramos, la perredista constante y creativa que, duplicó a Mariano en la encuesta del DIA. (Minerva 24, Mariano 12, Rosalía 6) Que concita a miles deseosos de un esperado cambio porque la figura de Ortiz atraviesa por el inexorable desgaste de casi seis años en medio de aciertos y errores, de excesos y maniobras, todos ellos enfocados con un estilo personal para asirse al poder.

Rosalía Peredo no da tregua y, pese a encabezar una discreta campaña no deja de mostrar contenido y la crítica que la gente espera como mejor acto de liberación ante la mayoría de edad que ha cumplido este sexenio.

Ahora bien, entre todo este complicado escenario, un orticista, beatricista y por si fuera poco, priísta, comienza a brillar con la luz propia de aquél a quien la política puede dar la oportunidad menos esperada y con los resultados más elevados: Florentino Domínguez Ordoñez, el factótum de cohesión para las decenas de personajes que han llevado flores a todos los altares.

Habremos de ver cómo se desarrolla este apasionado proceso, del cual por cierto nos hemos enterado de así de detalles y sin reservas los hemos compartido con usted, aunque a veces nos cuestan las más acres bofetadas de nuestros críticos, a quienes de todas formas enviamos un mensaje de respeto y agradecimiento.