El blanco se llama Mariano González. Primero vino el desaire perredista y ahora mismo vivimos el desgaste beatricista para aniquilarlo.

Al débil líder estatal del PAN, Benjamín Ávila Márquez, le dieron la orden de “empanizar” el proceso interno de su partido, por lo cual dispuso la instalación de centros de votación para que “sea tomada en cuenta la opinión de la militancia” en el proceso de unción de Julián Velázquez Llorente.

Pasivo, como suele ser, Ávila optó por enmascarar el crudo acuerdo tomado anteayer en el CEN ante César Nava, en sentido de aplicar una encuesta para definir el nombre de quien contenderá en julio con la camiseta panista.

Es un intento por apagar el fuego al interior de AN, porque los simpatizantes de una ex diputada federal no quitan el dedo del renglón, respecto a que debe ser ella la beneficiaria de la candidatura oficial.

Con efecto distractor, el “secretario general del PAN con atribuciones de presidente” dispondrá de una importante cantidad en efectivo para instalar las mencionadas mesas receptoras. Claro, en ese intento legitimador, habrá que pagar a quienes funjan como receptores y cuenten los votos y, se sumen al papel que lo mismo hacen diputados que contralores, pseudo factores de transparencia que defensores de los derechos humanos.

Pero faltaba un aliado a esta mascarada. ¿Le parece bien el líder nacional del PRD, Jesús Ortega? Sí, ese que todo lo negocia… el mismo que acató la orden para coaligarse en tanto adversario ideológico con el PAN.

Así, podría concretarse eso, la legitimación de este fraude anticipado que, nos llevará a todos muy emocionados a votar por un proyecto mutilado de antemano, pero eso sí con el suficiente alarde de que PRD-PT y Convergencia, son suficientes como para doblegar a la aplanadora PAN-Ortiz-Beatriz.

Y ahí tiene usted al jefe de los chuchos. Siguiendo al pie de la letra la instrucción proveniente de la desesperada maniobra calderonista por aliarse con quien sea con tal de dar la pelea a un PRI tan, pero tan crecido, que desde ahora se está cantando la recuperación de la silla localizada en Los Pinos.

En otras palabras, los líderes de avanzada son Chucho Ortega y Bety Paredes, porque los dos procuran la existencia de sus respectivos partidos aceptando acuerdos muy productivos como parte del necesario financiamiento que todo político, no pobre (porque sería un pobre político) aspira para que su proyecto se afiance.

Esta es la esgrima con la cual el PAN defenderá su causa a nivel nacional y asegura el triunfo en los terrenos locales. Hay que estimular a los actores, muy malitos, como Benjamín Ávila; muy raros como el diputado José Juan Temóltzin y cien por ciento moleros como Víctor Briones y Antonio Mendoza, los beneficiarios perredistas del orticismo.

Es una manera única de contar la historia cuyo final ya conocemos.

Y aquí, alguien estorbaba: Mariano.

Primero porque no se podía librar de la cruel venganza de Beatriz, con quien ha tenido reiterados desencuentros a lo largo de sus respectivas carreras. Y luego porque su eventual participación el cuatro de julio, podía ser un riesgo, debido a su radicalismo y a la cantidad incontrolable de rencor que almacena en sus células.

Entonces, sus enemigos se multiplicaron. Y a nivel nacional, el PRD tuvo en bandeja de plata deshacerse de él, no porque no ha renunciado al PRI, sino porque entre los amigos que discuten esto del poder, el libanés nada más no cabía.

Pero el PRI ha sido aún más cruel. Porque lo han hecho creer. Incluso hay versiones que lo dibujan aguardando  tricolor un encuentro con Beatriz, como para exigirle que se defina.

Y sabe qué, Beatriz no llegó.

Qué raro, verdad.