Inaceptable, la complicidad entre gobierno e Iglesia Católica, cuyo jerarca propuso a la autoridad “caminar juntos para hacer de Tlaxcala y cielo”, nada más…

Las verdades a medias usadas en el intrincado mundo del poder permiten a las autoridades caminar sobre la delgada cuerda en que ellos acotan a la Ley. Sobrevienen pues bochornosos actos revestidos de gloria con más de un propósito oculto entre juegos de palabras, como trabalenguas con los que jamás se debe hablar a la gente buena.

Y la ley es clara. El inciso “e” del artículo 130 de la Constitución prohíbe a ministros religiosos asociarse con fines políticos. Pero en Tlaxcala, este señalamiento puede pasar bajo el arco del triunfo de los dos protagonistas de esta novela de lo absurdo, como si un Cupido miope anduviese ahí, tirando flechas y hubiese dado en el blanco entre un reconocido juarista y un elemento extremo del clero mexicano.

Entonces se da la transmisión de misas católicas a través de la televisión pública. ¿Qué dirán las otras iglesias?; ¿Qué dirá el eminente abogado Héctor Ortiz sobre su propia acción?

Pero el marco de complicidades se ensancha, por ejemplo a tener abierta hasta abril una exposición de arte sacro, cuya difusión servirá para impedir el contrabando de estas, afirma el gobernador Héctor Ortiz.

Yo diría que la intención es buena. Pero si por decenios han saqueado el patrimonio de los católicos, por qué se tiene que hacer esta difusión hasta la fecha en que falten tres meses para la elección más importante, por cuanto participativa.

Monseñor Moreno Barrón, persona respetabilísima también debe repasar el contenido del texto constitucional para que su bondadosa acción en su ámbito no quede manchada. Ha de saber el obispo que ese mismo precepto también inhibe las alianzas en reunión pública, en actos de culto o de propaganda religiosa.

Nada más falta que veamos comulgando a nuestro gobernador, como hace años lo hizo el gobernador José Antonio Álvarez Lima ante un atónito pueblo tlaxcalteca no acostumbrado a la postración de sus autoridades ante ningún altar.

Conmueve leer la precaución de Ortiz durante las alocuciones expresadas en aquél encuentro con el jerarca católico de Tlaxcala, donde no se doblega ni tantito, ante cuestiones doctrinarias y limita su participación a la profilaxis respecto al tema del robo de arte sacro. Se advierte su rubor legal, mas no la distancia que debería guardar con la difusión de este evento.

Pero Moreno Barrón, carece del sentido de la distancia en este tema y, sin más preámbulos dibuja la complicidad entre gobierno e Iglesia católica con las comprometidas palabras que apelan a dicho compromiso, de caminar juntos y “verdaderamente hacer que Tlaxcala sea un cielo para los que vivimos aquí y para aquellos que nos visitan, en el sentido integral de la palabra”.

Creo que el diligente ministro no debió recurrir a las metáforas cuando frente a sí tenía al representante del poder ejecutivo de Tlaxcala, porque ni a esa autoridad le está permitido ser parte del cielo “en el sentido integral de la palabra” y, mucho menos nosotros merecemos que se nos planteen mediante premisas de doble o hasta triple intepretación.

Verá usted si a estas alturas, cuando falta tan poco para la elección de gobernador, convienen las ambigüedades como parte de una semántica con piel de oveja que, legalmente resulta una alianza perversa.

Ahora bien, si a los católicos les asiste el derecho de usar los medios públicos para transmitir su liturgia, considero que a los no católicos se les debe medir con la misma vara.

Si el obispo católico ha tenido el derecho de reunirse y exhibirse con el gobernador de Tlaxcala, pues en otros representantes religiosos cabrá el mismo recurso.

Hay de cabildos a cabildos

Que le parece el resbalón de los regidores de Sanctorum de Lázaro Cárdenas que, en sesión decidieron modificar el nombre de su municipio por el de Sanctorum de Héctor Ortiz. Su acción es indescriptible, como lo será el necesario reculamiento, antes de que la alcaldesa y principal promotora de semejante oprobio enfrente un juicio político.

Se supo que, graciosos los autores de tal abyección, Miguel García de Oca y la alcaldesa Manuelita (ambos, caciques actualizados) vinieron a la capital con cara de “qué te parece ell detallazo”, pero cuando recibieron la respuesta de tan grave error, regresaron a su pueblo con la cola entre las patas.

Qué vergüenza.