La última pifia de Alicia Fragoso fue liberar sin más alegato a cuatro sujetos que, armados, habían caído en las manos de una población harta de los delitos

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El gobierno actual se extingue y su peor herencia es la actuación de una procuraduría, cuya titular al momento de iniciar actividades, generó alguna esperanza. Al paso del tiempo ha sido la peor decepción.

Si existiera en este sistema un mínimo de seriedad Alicia Fragoso Sánchez, habría renunciado al cargo y enfrentado una cauda de responsabilidades.

Recién liberó a cuatro delincuentes que, armados no pudieron librar la ira popular en San Jerónimo Zacualpan. A prisa, sin preguntar en otras procuradurías si esos tipos tenían alguna orden de aprehensión o algún proceso en curso los dejó ir. Y desbordó la desconfianza.

Las muertes, de una mujer en Apizaco, y de un hombre en Zacatelco, llevaron al extremo ese profundo temor de estar bajo el resguardo de una institución señalada, buena para acosar a los periodistas, para custodiar tráileres con despensas del PRI, y en su peor papel, para cumplir parcialmente con encargos como la operación en contra de Orlando May Zaragoza, el brazo fuerte del gobierno ligado a la industria del secuestro.

Tan incapaz fue el ministerio público de actuar en congruencia con investigaciones rotundas que los comandantes apresados han ganado amparo tras amparo, y están a punto de obtener su libertad.

Se trata de un intento fallido de género en altas responsabilidades. Lejos de confirmarlo, devaluó el papel de una mujer al frente de una procuraduría bajo sospecha.

¿Tendremos que ver más pifias, más agravios a una sociedad cansada de los cuentos chinos como aquél que narra la desaparición de 11 mil toneladas de fertilizante como si se tratara de un conejo dentro de un sombrero?

Los campesinos de Xaltocan, a quienes acompañaba el delegado de Sagarpa, se quedaron esperando el tráiler de fertilizante que hace no mucho tenía que llegar, como parte de los discursos chafas de un Gobierno Federal, en cuyas narices desapareció esa unidad. No pues al delegado no le quedó más que aguantar una lluvia de mentadas cuando tuvo que informar sobre el atraco del famoso tráiler.

Particular caminata

Cuánto gusto en los rostros de la bola de guardaespaldas que se volvían a encontrar, afables y hasta con los tenis puestos para caminar por las veredas del Jardín botánico de Tizatlán, donde el martes antepasado no eran esos guaruras la noticia, sino los dos a quienes seguían.

Manchis y Hétor, o Hétor y Manchis. Ahí iban, muy de ropa deportiva aprovechando lo fresca que puede ser una mañana a eso de las siete y media.

A lo mejor tuvo que ver con la transición de terciopelo por la que apuesta el ganón de la elección del cinco de junio, cuando existe la sospecha de transas en ese proceso que está más que cuestionado.

Acaso la caminata obedeció a dar la bienvenida al ex, quien está por reincorporarse a la acción mediante una curul en la próxima legislatura.

O a agradecer el llamamiento aquél antes del cinco de junio, para generar el voto diferenciado en un PAC que se volcó hasta en 18 mil sufragios a apuntalar la llegada de Marco Mena.

Porque de plano no creo que los marchantes hayan usado el tiempo que les otorga los 17 minutos que uno habitualmente demora en recorrer veredas y pasar puentecitos y atravesar jardines, para tocar el tema de los notarios, que finalmente ganaron los pupilos de Héctor. Menos para poner sobre la mesa de pasto el saqueo a la Plaza Bicentenario.

De la Central de Abasto de Tlaxcala… ni hablar, Manchis tiene que apechugar a los Zambrano de Cemex, ahí no tiene más alternativa que ver de dónde saca 500 millones.

No, yo creo que la caminata en el Jardín Botánico incluyó vivencias con Beatriz, cuando con todo y los muchos kilos en su humanidad regenteaba al Sector Campesino. Antes de convertirse en el personaje más vilipendiado del PRI, por haber encontrado la hebra para vencerlo en las urnas, usando recursos y mañas que de él sacó.

Eran buenos tiempos. En este extremo de la mesota en la sede cenecista, Alfonso Sánchez Anaya y Mariano González Zarur, peleaban por ver quién de los dos era más rastrero con Beatriz. Por allá Joaquín Cisneros –sin bigote- reafirmaba su vocación campesina (¿cuál?). Y hasta allá en el rincón, el morenito Héctor, libreta en mano aguardaba el dictado de Betty.

Cómo pasa el tiempo… y cómo cambian las circunstancias y las personas. Ayer muy amigos, en la pobreza del ambiente campirano. Hoy, todos unos personajes con los excesos sobre ellos, y se echa de ver, con tanto dinero que no saben ni lo que tienen, con tantos odios como agravios cometieron y a estas alturas, con el tiempo suficiente para dedicarlo a evocar esas historias idas.

Porque pudieron verse, como antes lo han hecho, en la más absoluta discreción.

Sin embargo, les interesaba que alguien los visualizara a esa hora de la mañana, cuando suelen los pensamientos ser muy positivos.

Ahí van en su penoso andar… hagan de cuenta que de un lado sonaba la hojalata de un caballero de la Mancha, tan desvencijado como lo que le queda de vergüenza, y a su lado el fiel acompañante, Sancho, de incomparable plática y tolerancia franciscana para escuchar las expresiones del vejete aquél.

Ajá, estos en su idilio, y los miles de mujeres y hombres que se la creyeron al momento de ir a las urnas… ahora los dejan como estaban, no sean chuecos.