Conste que le adelantamos a Rosalía con la mano extendida;  pues ahí tiene usted a su aliado, Jesús Luévano en la Sedeco. ¡Podríamos ser distribuidores de Hummers!

Con la decisión del consejo, el sábado anterior, se concretó la intención de Jesús Ortega, de impulsar a la senadora con licencia Minerva Hernández Ramos, como candidata de unidad de su partido, el PRD.

Conlleva la anulación de cualquier oportunidad a Mariano González a través del PRD, dejando en el apoyo incondicional de su gran amigo Dante Delgado, la única oportunidad de figurar, muy acotadamente, en la elección de julio, como abanderado de Convergencia.

En el PRI, las cosas no le son más sencillas y, el apoyo de este dependería de convencer, con un enorme grado de eficiencia a los liderazgos con los cuales Beatriz Paredes no jugaría vencidas.

Así que la moneda está en el aire cuando hablamos del próximo abanderado tricolor, aunque nadie duda que si la decisión fuese tomada sólo por la actual legisladora tricolor, el nombre clave corresponde a Lorena Cuellar Cisneros.

Del otro lado, el panismo (más entregado que nunca al gobernador Ortiz) se encuentra inmerso en el complejo protocolo para ocultar la candidatura de Julián Velázquez Llorente, al grado que, calculando el grave deterioro al exterior, hacen secretario de la Función Pública al dirigente albiazul menos transparente de la historia.

Hagamos a un lado a los dos veces simuladores en este entuerto: Sergio González y Adolfo Escobar y, veamos en la remota pero no inexistente posibilidad de que la ungida sea Perla López Loyo, para advertir el escenario más extremo, por cuanto complicado – que deberá sortear el pasivo Benjamín Ávila Márquez, para hacer en la dirigencia panista lo que mejor le sale: nada.

Hagamos un ejercicio. Imaginemos una boleta con los nombres Julián Velázquez (o Perla López) –que sería lo mismo – con el emblema albiazul. Minerva Hernández, encabezando una alianza PRD-PT (y una cantidad importante de panistas y priístas). Lorena Cuéllar Cisneros, de lado de la alianza PRI-PANAL y, a Mariano González, como abanderado de Convergencia, llevando consigo a otros tantos simpatizantes del PRI y del PRD.

No se necesita quebrarse la cabeza para encontrar a quién le asiste la ventaja. Aquí lo que no abunda son los proyectos comunes y, en cambio supura el culto a la persona.

En otras palabras, los panistas-orticistas moverán cielo, mar y tierra para conservar la plaza.

Frente a ellos, adversarios debilitados por la balcanización, dan lógica a la maniobra impulsada por Jesús Ortega y la candidatura de unidad en torno a Minerva Hernández.

Imagino una cumbre Mariano-Minerva-Lorena, donde los tres apuesten a un proyecto común y apoyen al o a la mejor posicionada. Su triunfo estaría asegurado, pero el culto a la persona, su persona los lleva a protagonizar la tan conveniente pulverización para los intereses del orticismo.

Como siempre, serán los grupos políticos, adquirentes de tal o cual franquicia disfrazada de partido, los que propongan o busquen acomodo, según les vaya en esta feria.

Ahí tiene usted el ascenso de Jesús Luévano Escalona, como secretario de Desarrollo Económico (Sedeco), una posición más para Rosalía y los miles de seguidores suyos, capacitados en el voto diferenciado.

Con oportunidad le hablamos de una reunión solicitada al gobernador Ortiz por la senadora panista con licencia. Vemos que no fue para reclamarle la famosa frialdad con la que se dio en tratar a los integrantes del Partido Socialista, sino para pedir más canonjías. Y las consiguió.

Claro, Luévano no es ningún impedido para hacer un papel decoroso. Es más, el sueño suyo de contender algún día por la gubernatura de Tlaxcala, se solidifica al ocupar el puesto dejado por Alejandro Aguilar, uno de los damnificados del ciclón orticista que en una misma jugada dio licencia a los inútiles (los botó) y premió a los serviles (hoy tenemos al veterniario de la opacidad revisando números como secretario de la Función Pública.

Eso es pitorreo.

Se parece al subsecretario técnico de la Segob, que sacó 4.1 de calificación cuando quería (y lo consiguió) ser el presidente del  Consejo General del IET. (Aunque luego tronó como ejote).

Por cierto, otra de las víctimas de esta barrida responde al nombre de Joel Molina Ramírez, quien solicitó licencia, pero no contenderá por partido alguno. Muy parecido al caso Alejandro García Arenas (aunque ese sí va).