En el PRI carecía de oportunidad alguna para sobrevivir en esta otoñal parte de su carrera; Adriana Dávila la reinventó, la hizo candidata, pero hoy debe estar muy arrepentida

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Pero qué cara resulta la candidatura plurinominal del PAN a Guadalupe Sánchez Santiago, cuyo pragmatismo de ayer sirvió para pisotear la memoria de su padre, el priísta recalcitrante Emilio Sánchez Piedras y también a los principios del partido del cual ha vivido durante todo su desempeño en la política.

Hoy, con la mano en la cintura, la ex aspirante a la candidatura tricolor al gobierno, asegura seguir siendo priísta. Pese al compromiso signado cuando hizo el mérito. El mismo que al paso de las semanas lo convirtió en una apoyo aislado a la candidata del PAN a la gub ernatura, Adriana Dávila Fernández.

Y genera un conflicto por la posible sobrerrepresentación, en caso que persista en sus deseos de no dejar al tricolor.

Guadalupe construyó, con el concurso de Adriana, su caballo de troya para invadir a un PAN con demasiada gente aguardando la oportunidad que esta política, tuvo por alguna razón –tal vez el convenio con la radiodifusora de la que es accionista- tuvo con facilidades inauditas.

Lo peor es que aún no llega y ya está renegando.

La lideresa moral de ese partido debería fajarse muy bien y aplicar los principios de su partido, porque a partir de esta muestra de la arrogancia priísta de la Sánchez Santiago, vendrá sin duda  una etapa de inestabilidad en el blanquiazul.

¿Por qué no sustituirla?, ¿No puede o no se atreve?

Se suponía que el PAN había ganado a una experimentada mujer con una importante trayectoria y con la convocatoria necesaria como para robustecer la votación a favor de la apizquense.

Pero el tiro le salió por la culata.

Además de burlado, Acción Nacional enfrenta la peor humillación de su historia.

No ha sido necesario llegar a la fecha de las votaciones para que Guadalupe Sánchez, usase su cuenta en Facebook y se carcajeara de los panistas, incrédulos, impotentes, sometidos.

La apuesta tricolor, un voto escaso

En medio de las ruindades de la elección, detectadas una por una, aparece el fantasma del abstencionismo como método infalible para desincentivar la participación en una contienda descaradamente dispareja.

Unos, los del partido en el poder, lograron una candidatura común, pero quitaron a los demás esa prerrogativa. Esos mismos, respaldados por organismos electorales a modo, gozan de tolerancia en los plazos, y han podido remediar candidaturas, suplencias, sobre las rodillas aunque fuera del tiempo legal.

Es un fraude adelantado. Solo una tragedia podría cambiar un destino más que arreglado, pero en el contexto de una aparatosa simulación.

Hay consejeros electorales que actúan como verdaderos activistas. Y poco les interesa que su actitud destruya la credibilidad de quienes tienen en sus manos la organización de la jornada.

Es el día en que no vemos ni escuchamos alguna forma de promover el sufragio. La redistritación es una tarea con más desinformación y confusión que puntos positivos para quienes la impulsaron.

Faltan seis semanas de campaña y el desencanto es notorio.

Y en eso mucho tienen que ver todos los candidatos.

Lo que va del proceso se dedicaron a un boxeo de sombra… a intercambiar frases de soberbia: yo tengo mejores operadores que tú… los del otro lado no tienen proyecto…

Todo pronóstico se focaliza en activar el cinco de junio muy temprano la operación de rellenar urnas a como dé lugar.

La relación entre candidatos y ciudadanos ya dio de sí. La liga se estiró lo máximo y evidenció el desencanto, que ha de convertirse en una baja votación.

A eso le apuesta un PRI con un supuesto voto verde de mayores dimensiones que el de castigo, por los marianazos y la pésima conducción del país. Pese a esta realidad, el presidente del PRI, Manlio Fabio Beltrones, dice que no se trata nada más de ganar, sino de contar con gobiernos robustos, cachetones para lograr los cambios que se necesitan.

Otras incongruencias

Hace poco, Adriana confiaba en las encuestas porque los números de que disponía la colocaban en el podio de los ganadores.

Hoy, cuando las encuestas cambiaron, las descalifica.

Lo hace respaldada por dos perdedores, como Santiago Creel Miranda y Josefina Vázquez Mota.

Tiene la Dávila una facilidad admirable para convocar personalidades. La tuvo también para ganar la candidatura, aunque en ello haya acabado con medio partido.

Pero a esa mitad que le queda, hay que sustraerle las 25 candidaturas a alcaldías, aún sin definir.

Lejos de reparar el desastre en que convirtió a su partido, opta por tomarse la foto con Creel y Vázquez Mota.

Está metida en diálogo de sordos. La sinfonía de la elección lleva un ritmo. Ella tiene el propio. Y lo usa sin pena alguna.

Y para cerrar con broche de oro, Guadalupe Sánchez Santiago ya le mostró el puñal de la deslealtad.