Una mixtura del echeverrismo multitudinario y el “aiga sido como aiga sido” resulta de la trilogía actualizada Velázquez-Ortiz-Velázquez.

Con la incorporación de Antonio Velázquez Nava al PAN, el nombre de este entraría de lleno al juego político de la sucesión, en un entorno que en pocas semanas se fue transformando, con una cauda de factores facilitadores, esos que suelen darse cuando hasta las condiciones climáticas son favorables.

Supimos del interés albiazul por incorporar a sus filas a quien hoy se desempeña como secretario de Fomento Agropecuario. De confirmarse, necesariamente habrá que conjugarlo con el compromiso que crece entre el diputado federal Julián Velázquez Llorente y el presidente Felipe Calderón para incorporarlo como secretario de Salud, en sustitución de José Ángel Córdova Villalobos, quien ya planea su separación de ese cargo, para buscar la candidatura a gobernador de su natal Guanajuato y contender en la elección de 2012.

Y la trilogía Velázquez-Ortiz-Velázquez, puede adelantar el inexorable cambio generacional, al que aquellos personajes angustiados por lo que no conocen, renunciaban sin la mínima oportunidad de debate.

El crecimiento del cachorro del orticismo se fue dando sin tregua. Ciertamente en un entorno discreto, pero su consistencia fue indiscutible. Lo ha de demostrar con la última entrega de apoyos a este sector, el próximo 27 del actual, al darse la concentración que mezcle la irrenunciable carga tricolor del echeverrismo con el pragmatismo calderonista, en plena vigencia del “aiga sido como aiga sido”, cuando en perspectiva se advierte una elección harto complicada, donde la operación beatricista para fraguar una alianza entre PRI y PRD es, hoy por hoy el máximo desafío del orticismo-panismo-velazquismo.

El río dejó correr bastante agua.

Aunque otros personajes insisten en escenarios de cuentos de hadas, la madre de todas las batallas electorales en Tlaxcala comienza a tomar forma. De batirse en duelo solo dos personajes, aglutinando cada cual a los grupos más poderosos y a los partidos más convenientes, esto se avizora de pronóstico reservado.

Si por el contrario, la senectud de uno que insiste en seguir figurando lo convence de que él es, llevará la elección a tercios y, sencillamente no podrá conseguir sus obsesiones antiorticistas, porque de él depende el surgimiento de una tercera opción, tan debilitada como su propia integridad y tan enfrentada  al desfasamiento generacional, ese al cual la trilogía que citamos al principio parece estar superando.

Es la lucha de los viejos obcecados contra los jóvenes corregidos y aumentados. El cambio generacional que se presenta con los más estruendosos dolores de parto, porque los viejos se resisten hasta que los jóvenes los revienten.

He aquí la vigencia cobrada por la garantizada distancia del dirigente nacional panista, César Nava a la elección tlaxcalteca y el indiscutible Merlín Ortiz, infalible para ellos, los panistas, afectados por el fenómeno de muchachitos pendencieros, cuyo centro del huracán no tocó ni un pelo al panismo-orticismo en la contienda del pasado julio, cuando avasalló.

Todavía no les cae el veinte a los viejos. Y yo creo que no les va a caer. Unos, como Rubén Flores Leal, cambiaron el rumbo, muy a tiempo. Y enfilaron sus activos hacia esta nueva versión híbrida del panismo inserto en una nueva generación para la cual el fin justifica los medios.