Van y vienen administraciones, pero ATAH sigue con las mismas placas desde los ochenta. * El mundo virtual del alcalde de Chiautempan, experto en trompo, no en administración.

Desde la década de los ochenta la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) expidió varios juegos de placas a transportistas con la ruta Apizaco-Tlaxcala. Y desde entonces –hoy que está tan de moda hablar de transparencia – con esos mismos trozos de hojalata, se sigue prestando servicio en esta convulsionada ruta.

Primero fueron automóviles de ocho cilindros, cuatro puertas, pintados de blanco y defensas de fierro macizo. Luego se pusieron de moda las camionetas suburbanas con vidrios polarizados y aroma a pies, atiborradas hasta quedar sin frenos en las pronunciadas pendientes entre ambas ciudades.

Ahora prestan el servicio unos camioncitos mercedes benz que lo mismo se saturan de pasaje, nada más que su velocidad promedio supera los 130 kilómetros por hora.

Pero, invariablemente se utilizan las mismas placas, ya sin color, o bien pintadas de blanco para aparentar que esos vehículos sin portan matrícula, aunque ya hayan disfrutado de ellas por lo menos tres generaciones.

Vamos para treinta años con las mismas placas.

Eso es un dato que nos hace únicos en el país.

Y tan serios que se ven los señores esos que tripulan las patrullas de la Policía Federal Preventiva. Y tan formalito que alegaba comportarse el director del Centro SCT, Marco Tulio Munive.

Pues nadie, joven o viejo ha sido capaz de regularizar a estas unidades. Y los usuarios nos vemos obligados a viajar sin seguro de vida. A depender de hospitales chafas en sociedad con el monopolio de ATAH cuando se suscitan accidentes. Entonces, en lugar de sanar delas heridas sufridas en alguno de los tantos accidentes, nos exponemos a hundirnos en el submundo de los médicos cachondos y las enfermeras diabólicas del San Martín.

Eso se llama evasión

Y sólo se puede comparar con la habilidad del presidente municipal de Santa Ana Chiautempan, José Alberto Flores Guevara, para bailar el trompo, con todo y sus ciento ochenta kilos de entusiasmo.

Si el municipio suspende obras de Hábitat porque hay recortes, qué importa… Si los índices de inseguridad son alarmantes en Chiautempan, qué importa… si los ATAH circulan con placas prehistóricas en Tlaxcala, insisto, qué importa…. Mejor hay que jugar al trompo, mandando un mensaje como de desafío al mundo. Si este se derrumba, yo puedo estar inmerso en  la difícil labor de bailar el trompo.

Esta imagen es formidable.

Haz de cuenta que fue extraída de la cinta original El Padrino, y que uno de los matones de Don Corleone, llegó al pueblo a compartir el más reciente botín con sus amigos los pobres.

¿Ya viste las pretinas del pantalón?, y los zapatos, como de los años veinte. Y la mirada del público concitado por el singular alcalde, jugando como que al golf tlaxcalteca… es único. La imagen vale un premio de periodismo.

Lo merece más el valor del político gordito, tan parecido a la estrella de la serie para adultos Family Guy, grotesco e irreverente, así como se necesitan hoy los servidores públicos para no sentir feo por el papel híbrido en el desarrollo de los municipios.