En plena etapa del renuevo generacional, sorprende ver que los jovenazos tricolores pueden ser peores que sus padres dinosaurios.

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El gran reto del PRI en el corto plazo es sacudir la imagen del instituto que repartiendo pollos busca recuperar una credibilidad hecha añicos en este sexenio, por la voracidad de los delegados nacionales, esquilmando a inocentes aspirantes a alguna candidatura y después, emprender la huida, con una carretilla de dinero y con un interés nulo respecto al destino que corra su partido en la elección que se trate.

Lo peor, es el manejo abusivo de las prerrogativas, que en mínimas condiciones de ética partidista alcanzarían para hacer campañas intensas, sobre todo en los distritos que hasta hace una o dos elecciones habían sido tricolores por convicción.

Para 2016, habremos de elegir gobernador, alcaldes y diputados. Lo haremos tras haberse establecido los parámetros para empatar los procesos estatales con los federales.

Antes, en 2015, se halla la prueba de fuego.

Hacer a un lado los apetitos personales de Mariano González Zarur. Acabar con el criterio minúsculo y lleno de resentimientos con los cuales ha palomeado a los menos indicados y bloqueado a quienes prometían buenos resultados.

He ahí la prueba de fuego del PRI.

¿Hasta dónde el dirigente estatal, Ricardo García Portilla, será capaz de asumirse en verdadero líder, exigiendo una sana distancia al gobernador?.

Pero si González Zarur lo inventó, lo ha usado donde y cuando ha querido, y así como para hacerlo a un lado del gabinete lo ha colocado en la dirigencia tricolor.

La esperanza es muy poca. Pero no deja de haberla.

García Portilla pertenece a la nueva generación de priístas. Corregida y aumentada en comparación con sus antecesores, es decir si los torbellinos retrógrados que suponemos en extinción nos habían dejado con el ojo cuadrado, los jóvenes estos, portan un ADN potencialmente brutal, por cuanto autoritarismo y gusto por la centaviza.

Sin embargo, tiene años por delante. Eso que a personajes de la talla de Mariano el tiempo no ha perdonado.

Posee también la capacidad de discernimiento.

Asume, por ejemplo que antes de imponerse como candidato a diputado federal por su distrito, el tres, tiene que llegar a la sesuda conclusión de que su eterno adversario, Noé Rodríguez Roldán, no ha dejado un solo día de buscar amarres dentro y fuera del distrito, tras los dos fiascos electorales que ha tenido que enfrentar a causa del perverso juego del imprevisible Mariano.

Y para ganar adeptos en ese distrito, Ricardo García ha recurrido a una fiel promotora de su imagen. Su esposa. Estuvo en el evento de Calpulalpan donde asistió Peña Nieto y aprovecha todo acto para hablar bien de su marido y de sus aspiraciones para llegar a San Lázaro.

Sería ocioso interponerse. Un buen líder verá por la prosperidad de su partido y no por cumplir proyectos personales que a la postre redundarán en rotundos fracasos.

Y lo mismo va para los distritos uno y dos.

Qué difícil ponerse cara a cara con el non de la generación aún más radical: Marianito.

Es el superlativo  de los retos adversos del partido.

Y no está dispuesto a dar tregua.

García Portilla tiene sobre Marianito el factor credibilidad. ¿Por qué? Nada más por no ser descendiente del tipo en el poder. ¿Qué clase de despreciables ventajas intenta una familia beneficiada por el mando?

Y aún hay más.

Marianita. La infaltable mujer con tanta presencia en medios como absoluto es su divorcio con un tejido social al que solamente puede ver desde una perspectiva asistencial.

Si ella no se asume como la institución (DIF) le es negado pedir el voto con un lenguaje articulado con palabras de honestidad.

Se trata de personajes incapaces de lograr algo si no cuentan con el ventajoso poder tras ellos.

He ahí donde García Portilla tiene una pizca de ventaja.

¿Traición o distanciamiento?

Yo diría que una sana distancia. La formación que ha tenido dentro del PRI lo dota de conocimientos para poder establecer territorios de influencia sin recurrir al rompimiento.

Al fin y al cabo es uno de los redactores de discursos del marianismo, no le será imposible marcar con su territorio con una dialéctica de buenas intenciones.

De lo contrario, otros aprovecharán el debilitamiento lógico de un marianismo que se halla en adelantado declive. Pocos soportan sus alardes. Y todavía menos están dispuestos a exponerse y hacer lo mismo con su patrimonio, portando los colores del partido, si Mariano sigue al frente.

2015 y 2016, como podemos ver, son la prueba de fuego del tricolor en Tlaxcala.

Se necesita valor, dinero muchísimos contactos, y ante todo la credibilidad con una militancia que tiene la entraña corroída por el resentimiento.

¿Le entrará el joven García Portilla?.