Cuando la fuerza del Estado fue superada por la violencia, surgió una tercera opción, llamada La Familia Michoacana, lo que en otros tiempos se llamaron guardias blancas.


Diez años tuvieron que transcurrir para que los zetas comenzaran a operar en Tlaxcala.

Surgieron en 1999, reclutados por Osiel Cárdenas Guillén, líder del cártel del Golfo, quien percibió un elevado número de militares desertando porque en ese tiempo comenzó el involucramiento de las fuerzas castrenses contra los grupos de narcotraficantes.

Los militares prófugos –que a finales del sexenio de Vicente Fox llegaron a 110 mil – carecían de otra forma para subsistir que no fueran sus profundos conocimientos en el manejo de las armas, pues muchos de ellos fueron formados en instituciones de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) con las más avanzadas técnicas del mundo.

Pueblo y gobierno de Mexico, vieron aterrorizados como la tercera parte de los efectivos militares había abandonado su vocación por defender al país. Ni siquiera en países como Japón o Estados Unidos se había dado semejante deserción.

Pero aquí, la medida tomada por el gobierno federal, enfrentó al pueblo: aquellos que sienten orgullo por ser proveedores de droga para los Estados Unidos, y los otros, que tienen que exterminarlos por orden de la autoridad.

Un grave conflicto ético comenzaba a gestarse.

Según Reforma, el grupo original de los zetas compuesto por ex elementos del Ejército, fue reclutado en su mayoría por el teniente desertor Arturo Guzmán Decena, quien encabezó al grupo hasta 2002, fecha en la que murió en un enfrentamiento con el Ejército.

Su lugar fue ocupado por otro ex militar, Heriberto Lazcano Lazcano, «El Lazca», quien a la fecha es el líder del brazo armado.

Este nueve de septiembre, durante el enfrentamiento en que fueron detenidos los diez zetas y otros cuatro sometidos a investigación por administrar una casa de seguridad en San Lucas Tecopilco, quedó demostrado que para combatir a este violento grupo es indispensable la intervención del Ejército Mexicano.

La inmediata reacción de elementos de la XXIII zona militar en coordinación con las policías municipales, estatal y federal, dio como resultado el sometimiento de los diez mencionados.

Ahora, ¿qué sucedería en Tlaxcala si como ocurre en otras latitudes, hay ataques simultáneos de zetas?.

Debemos ser previsores. Y sobre todo debemos disponer de información para tomar decisiones.

En las plazas del norte, donde acabó la tranquilidad surge la Familia Michoacana como la contraparte de los zetas.

Considerados como “guardias blancas”, los miembros de la Familia ofrecen protección en contra de los zetas, ante la impotencia de la fuerza del Estado para contener la voracidad del grupo comandado por Heriberto Lazcano Lazcano.

Y ya usted se habrá dado cuenta de los tremendos enfrentamientos entre miembros de uno y otro bandos.

Básicamente disputan las plazas para vender droga y, establecer negocios sustentados en el lavado de dinero.

Los problemas entre ellos comienzan cuando tienen en la mira al mismo cliente. Y uno reclama la exclusividad sobre él. Entonces se dan los más encarnizados combates, en los que se utilizan armas obtenidas en el mercado negro que llegan a incluir misiles, utilizados para vulnerar a las unidades blindadas.

Este fin de semana, en Matamoros, Puebla se dio uno de los más recientes ataques de los zetas. A diferencia de los sucesos del nueve de septiembre en Yauhquemecan, los agentes de seguridad pública estatal que pretendieron frustrar un plagio en aquella entidad, fueron vencidos. La patrulla quedó inutilizada por los cientos de balas que la atravesaron.

Por eso, las autoridades deben ser honestas y dejar de negar la realidad que ya vivimos en la región.

Y los particulares deben extremar sus precauciones. Si les es imposible ocultar su riqueza, y si no les es suficiente con la protección que les otorga la autoridad, deberán reforzar su resguardo con fuerzas lo suficientemente poderosas como para hacer frente a los grupos de los que ya hablamos.

Comenzaron a darse amenazas telefónicas. Yo creo que la mayoría de ellas, hechas por vivales que aprovechan el momento.

Pero he visto cómo los policías que vigilan hasta el palacio de gobierno, en Tlaxcala, tienen en sus manos teléfonos celulares, y los utilizan como lo hacen los chavos en edad de enviarse mensajes de amor. ¿Sabe usted si esos policías ya están a sueldo de los zetas?, ¿mete usted las manos al fuego por ellos?, ¿Por qué cree usted que el general secretario de Seguridad Pública y Readaptación Social, Leopoldo Martínez González, lleva consigo una guardia personal tan impresionante.

El miedo le es una constante.

Pero, ¿por qué se reserva este tipo de escolta nada más para personajes como este?

He sabido de revelaciones hechas por los más altos grados castrenses respecto al comportamiento de por lo menos tres personajes cuyos nombres reservo, pero no deja de ser escalofriante conocer que desde hace un buen rato, destacados hombres involucrados en el gobierno tienen relación con este tipo de criminales.

Como puede usted ver, ni estamos tan lejos de la violencia, ni somos tan efectivos para defendernos.

Vivimos las consecuencias del elevado consumo de drogas en un país vecino como los Estados Unidos, donde los distribuidores ofrecen sus mejores productos a verdaderos gourmets de los estupefacientes. Lo toman con frivolidad y así se están destruyendo.

Pero nosotros quedamos en medio y, ya nos llegó la lucha por financiar ese negocio mediante otro tipo de acciones, relacionadas con las personas que como usted o como yo, nada tenemos que ver en este espantoso y ruin estado de violencia, del cual, desdichadamente no podemos salvarnos.