Creo que la militancia merece más que un secretario de organización, pillado en pingües negocios con las giras y a ese par de ex diputados agachones… ¿arrastrados?

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Entre el PRI con la ilusión de levantarse de sus cenizas y la fabulosa dirigencia, recién presentada por el ex tesorero del estado y hoy presidente del Comité Directivo Estatal (CDE), Ricardo García Portilla, media la obsesión por rescatar cartuchos quemados, unos con más fracasos que otros, pero al fin y al cabo, muy decididos a arriesgarse en esta nueva fase de sus… interesantes carreras políticas.

¿Quién, por ejemplo, podría reclamar los osos en el Congreso a Silvestre Velázquez y a Teodardo Muñoz, ejemplos ambos de la dolorosa sumisión a un ejecutivo que utilizó su ineficacia, pero aprovechó su complicidad, para aniquilar la dignidad de un poder?

¿Es justo para la militancia, fiel a su partido pese a las puñaladas recibidas, recibir a un ex coordinador de giras del ejecutivo presuntamente pillado en pingües negocios, al amparo de esta expresión incontenible de poder, pero con magros resultados?

Ver el lado legal del partido en las manos que ha quedado no ha de ser peor para las fuerzas vivas que insisten en no tirar la toalla pese a esta última burla de quien ha tomado al PRI como el tiradero a cielo abierto, con el más ruin yerro desde la misma esencia, colocada con calzador en Lira y Ortega 8, con el grave costo de la repulsión colectiva.

Dos de las apuestas marianas, con liderazgos insustanciales, castrados de origen, ciegos y con la cabeza llena de ambiciones, supeditadas siempre al oficio de lamebotas, han resultado ser los frágiles pilares tricolores que sostienen la pesada piedra, la que atropella, la que insiste en no separarse de sus añorados años setenta, cuando –según sus apreciaciones- el mejor gobernador de la historia tuvo a bien hacerlo tesorero… malito por cierto.

Esos dos pilares (uno en el PRI y el otro en el Congreso) cargan también con los impopulares despidos, las abusivas disposiciones de los dineros sagrados del partido, del monopolio de la obra pública, del terror como medio infalible que revive la época de la hacienda, cuando un puñado de ricos era dueño del estado entero, y necesitaba de mayordomos, como estos dos, para materializar sus atrocidades.

Por carecer de pedigrí, han de apostar la vida para proteger por ejemplo a la amita en su búsqueda del fuero, ante la falta de un reconocimiento otorgado por el tejido social, al que tanto se invoca, casi como una mofa de quien seguido suelta sentirse avergonzado, por ejemplo de las preguntas incómodas que llegan a formularle. Y ni siquiera se da cuenta que es él la razón de una vergüenza histórica.

Ha de ser por esta causa que al día de hoy, ¿nadie?, se ha dado cuenta de la promoción personal de Mariana González, vía una burda exposición fotográfica financiada con recursos públicos, donde intentan convertirla en la nueva Evita Perón, nada más que sin ápice de atributos, pero con toda una agenda para llevarla por cada municipio donde es patente la miopía de las autoridades electorales y demás actores políticos de reparto, cómplices todos ellos de esta descarada campaña que no ha merecido una mirada siquiera de los recién protestados miembros del fufurufo Instituto Nacional de Elecciones (INE).

Hasta en esa dinámica de atropellos, se han dado tiempo para revivir el nada nuevo arte de los divorcios exprés, con tal de emparentar en el marco simulatorio de los apellidos rancios, llevados incluso por ex mandatarios, pero hoy en plena bancarrota y con la necesidad imperante de regresar a la corte, para dejar ya de ser unos pobretones, no importa los sacrificios que deban hacer cuando de por medio está el contento de los amos.

Necesaria legislación

Agudizar las sanciones a la misoginia tanto a particulares como a servidores públicos ha llevado a algunas y algunos inquilinos de San Lázaro a proponer lo que cobra fuerza como la Ley antimachos.

Figúrese que a estas alturas, el maltrato a la mujer siga en las mismas. Las golpizas, más vigentes y hasta con nuevas variantes.

Pues tenemos que hacer algo en Tlaxcala. La infelicidad que ronda incontables hogares debiera avergonzarnos. Amargas lágrimas de conformidad causan vértigo en esos malditos pseudo machos, capaces de lastimar, en proporción semejante a su impotencia.

Lo digo por el dolor que nos ha causado ver en rehabilitación a mujeres, maltratadas hasta el cansancio. Una de ellas nos ha conmovido, y si no fuera por las grandes influencias del demonio ese que las circunstancias le asignaron, otro, menos desafortunado, habría de ser su destino.

El diablo ese se llama igualito que el delantero que no peló a la selección. Hace de administrativo en una dependencia estatal, y se regodea de la larga amistad que dice tener con, el misógino número uno.