Es una carambola de tres bandas; comparte el poder pero agranda su feudo y, de antemano se lava las manos en caso de resultados adversos.


El acto de abrir espacios de la dirigencia nacional priísta a políticos de la talla de Emilio Gamboa Patrón y Jesús Murillo Karam, es una medida adoptada por la lideresa de ese partido, Beatriz Paredes Rangel, para distribuir el peso de la elección de 2010 y no cargar con el peso de eventuales derrotas en las plazas donde se van a dar con todo.

Hábil, como es la ex gobernadora, sabe que para seguir en las grandes ligas tiene que compartir el poder. Aquellos dos, entonces, juegan un papel muy importante en la sobrevivencia de la diputada en tanto presidenta del CEN, pues en los casos extremos como Aguascalientes y Tlaxcala, es Gamboa, el inminente secretario general adjunto del CEN, quien lidiará en primera instancia, con el método para elegir candidato.

Sabedores que las contiendas internas solo traen división y rencores – pues es una elección dentro de la elección – optarán seguramente por las encuestas para confirmar el posicionamiento de los aspirantes, como un ejercicio que realmente busca la recuperación del poder, perdido en Tlaxcala desde noviembre de 1998.

Pero, ¿quiénes son los aspirantes y qué tantas posibilidades tienen de obtener triunfos en las urnas?

A la fecha, el mutismo tricolor, previo llamado del líder estatal, Ubaldo Velasco, al perredismo para ver una alianza en el futuro inmediato, es un reconocimiento al nivel alcanzado por la senadora Minerva Hernández Ramos, virtual abanderada del perredismo institucional y, obligada por las circunstancias a encarar la tremenda división de los grupos, a los cuales hay que decirlo, está acabando por enfilar en su proyecto.

No a todos, claro. Los hay que simpatizan con el ex diputado Mariano González Zarur.

Y es aquí donde el término ese, “de facto”, tan de moda en ciertos círculos cobra vigencia y hace interesante al reparto del botín de votantes cuyo plato fuerte es la gubernatura, pero con suculentos aderezos, como las diputaciones locales, las alcaldías y las presidencias de comunidad.

Es una locura.

Creo que entre estos dos personajes habrá de definirse el nombre de quien encabece la gran alianza que tiene por reto enfrentarse al candidato del orticismo, por cierto, aceitado y presto a demostrar que el cacicazgo de académicos (así lo llama el ex rector Juan Méndez) no va a vender barata su estancia en el palacio de gobierno.

Cada vez son más los minevistas, pero también los marianistas y los julianistas y, hasta adrianistas, encargados de hacer preparativos para la gran batalla electoral, perfilada como un evento histórico en el cual, lo menos que habrá es abstencionismo.

El primer gol lo anotó Minerva, cuando su entrañable amigo Chucho Ortega formalizó con su llegada a la dirigencia nacional del PRD, su segura candidatura.

La más reciente anotación corrió a cargo de Mariano, quien ya había pronosticado cambios en la dirigencia, que le permitieran no humillarse ante Beatriz, con el propósito de restañar las heridas causadas por su temperamental explosividad.

Digamos que una anotación más la logró el ex secretario de Salud, Julián Velázquez Llorente, con el holgado triunfo que hoy lo tiene disputando la comisión de Salud de la LXI Legislatura.

Aunque hay otros tiradores, estos tres son los que comienzan a despuntar y no habrá que perderlos de vista, como tampoco sería prudente quitar la mirada a Adriana Dávila, a partir de hoy con el nuevo reto de llamarse sólo Adriana, dejando el título de diputada en el baúl de los recuerdos.

Sinceramente creo que también habrá de despojarse de la supuesta cercanía con el Presidente, porque a estas alturas lo que Calderón quiere son triunfos, a costa de lo que sea.