El primero… un enamorado incorregible, panista, promotor de su candidatura a gobernador, ah, y también de doble moral… el otro, desafió a Lorena Cuellar con que no cerraba un bar, y que lo clausuran.


Los actos de nuestra vida al margen del orden jurídico, dependientes del fuero interno, del respeto humano, labran en piedra maciza la calidad moral con la cual recorra uno los azarosos caminos.

Y sobre todo en las provincias es bien socorrido el saludo de acera a acera, o la copa de Cinzano tras una jornada más en el negocio o, la advocación a la Virgen de la Misericordia. Bueno, aquí se trata de Apizaco, ¿verdad?

Ya ubicados, sigue reconocer la figura de los triunfadores. O de los que sienten como que son triunfadores y, satisfechos con su fueron interno se dedican a cosechar conquistas.

La alcaldía de Apizaco, por ejemplo, es una de tantas conquistas de Alex Ortiz. Otras, como ser gobernador de Tlaxcala, están en su agenda. Y a aunque a algunos les provoque hilaridad, a otros los lleva al sobresalto.

Total, en un régimen democrático cualquiera puede expresar sus pretensiones, a riesgo de caer en el ridículo.

Alex no es un cualquiera. Es un político extremo. A quien hay que reconocer que por ganas no paramos, aunque sus cuentas públicas sean reprobadas, aunque financie viajes personales a España y luego nos cuente que acudió a la Unión Europea (dónde se ubica esa cantina) a acusar a Femsa por contaminar al río.

Claro, pudo haber ocurrido que una misión diplomática lo aguardase para tomar nota de trascendentes mensajes (como los que lleva Adri a la oficina de la Presidencia), pero a la fecha, nada más no vemos claro.

La doble moral

Y como es un cuate extremo, dicen sus críticos que el amor sería su perdición. Sobre todo cuando es correspondido por alguien considerablemente menor.

¿Cómo?, ¿Y qué dirán en su casa?, ¿Es capaz de hacer algo semejante un probado devoto de la Virgen de la Misericordia? ¿Con todo y eso, sigue yendo a misa los domingos como todo un padre ejemplar y un esposo fuera de serie?

Apizaco, que a la llegada de Ortiz Zamora devino en frivolidad y corrupción, en desorden y cinismo, tiene hoy un motivo más para preocuparse.

La integridad del alcalde estaría en riesgo porque aquél amor fue despechado. Y por eso, los apizaquenses tienen que aportar el dinero suficiente para pagar los honorarios de tres guaruras vestidos de civil y uno uniformado. Por eso a cualquiera que ingrese al palacio del ayuntamiento es revisado como si se tratase de enfrentar una eventualidad terrorista.

Por el momento nos reservamos el nombre de la despechada, el de su molesto padre y demás familiares. Mas de ser necesario por la presión que ejerza la parte afectada, hemos de proporcionar el detalle del que nadie tiene por qué sentir orgullo, sobre todo cuando el causante del desaguisado se ostenta como autoridad municipal, yo diría como alcalde de doble moral.

Ay de nosotros con este trío

Desde que Maximino Acoltzi Nava desapareció de las andadas, retornó el Estado de Derecho a Tlaxcala. Hoy se le ve nostálgico, rumiando el rencor que le dejó haber sido incapaz de contener los operativos que, lo mismo le daban el placer de la abundancia que, el gusto del sometimiento, a fuerza de amenazas y violencia.

En Tlaxcala ya respiramos tranquilos. Al menos podemos dormir sin sustos.

Bueno no tanto.

Porque hay un trío de cuidado.

Delegado, subdelegado y un ministerio público, de la Procuraduría General de la República. Haga usted de cuenta los tres García, nada más que sin abuela (la abuelita era Sara García).

Hace poco, acompañados por unas bellísimas féminas (qué envidia eh, quien las pudiera lucir con semejante porte) libaron en La Mentirosa (bulevar Revolución 100) hasta que les dijeron que ya no los podían atender, porque había llegado la hora de cerrar según lo mandató el Ayuntamiento, cuya titular es Lorena Cuellar Cisneros.

Craso error. Nada peor hay para indignar al señor delegado de la PGR. Grandote como lo es, gritón, supongo que armado y acompañado por esos dos, el sub y el MP (par de gandallas), lo primero que puso en claro es que, “a él, Lorena Cuellar Cisneros le hacía lo que el viento a Juárez”.

Oye, qué miedo. Así como era de huraño, quién diría que alcoholizado fuese capaz de desafiar a la autoridad municipal para que le siguieran sirviendo.

A mí se me hace que, o le estaban sirviendo bebida adulterada, o había tomado demasiado, o el señor delegado de la PGR es un transformer de la especie Dóberman (después de 3 copas te desconoce).

Con todo y su pelo relamido y, lo modosito que se comporta a la hora de probar los güisquis, resulta bien molesto ver que un servidor público se cambie de nombre (se pone pedro) y no recuerde el hermetismo (quién sabe por qué) con el que todos se conducen en la delegación a su muy (in) digno cargo.

A final de cuentas clausuraron a La Mentirosa, delegado, sub y MP, tuvieron que irse a dormir (bueno al menos eso dijeron) y se demostró que nada está por encima del imperio de la Ley (en serio).

De todo esto, la moraleja es: Cuando te saquen del servicio, como le pasó a Maximino, no te queda de otra más que volverte dueño de edificios en litigio, como el edificio empresarial, de la prolongación Porfirio Díaz.

Chale.