Ser diputado en Tlaxcala no garantiza prestigio… aquí, el dinero aniquila principios panistas, perredistas y es campo fértil para los desbordados tricolores, bueno, los que abusan de esa franquicia.

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¿Quién se anima a introducir sus manos en el fuego por alcaldes como Pedro Pérez Lira o Blanca Águila, y sus cuentas públicas?

Pero, ¿quién lo haría por las dependencias del Poder Ejecutivo de Tlaxcala, cuyos escandalosos desfalcos,nos dan fama nacional e internacional’

Entonces, ¿Por qué los diputados rasgaron sus vestiduras cuando, ¿la línea?, era satanizar a los ayuntamientos, para quitar presión a organisnos como el Itife y sus multimillonarias asignaciones directas a la constructora de un junior, como Secoduvi y su ambiguo titular -el de los dobles diezmos, a veces devueltos-, como la Secretaría de Salud y sus números caóticos, como la USET… en fin, la lista es larga.

De todas formas, triunfó el asqueroso contubernio entre Congreso, Ejecutivo y Órgano de Fiscalización.

¿El resultado?

Los cambios repentinos salidos de la Comisión de Fiscalización, el silencio del OFS y, los nuevos ricos -como la tal Rebeca, qué caso eh- en medio de la fiesta de opacidad retrógrada que nos ha llevado a la parálisis económica, según el reporte más reciente del INEGI.

¿Para eso querían ser diputados?

Así que el papel de contrapesos del ejecutivo se dosificó de acuerdo con el trato económico recibido, y el encargo constitucional de transparentar los negocios del Estado se volvió hipocresía en la tribuna y un apetito incontrolable por el dinero.

¿Han envilecido al Legislativo?

Digamos que hacer lo contrario sale de su ámbito. La escasa preparación de la mayoría y el hambre con la cual llegaron, tras campañas moleras o ecuaciones caprichosas para hacerse inexplicables plurinominales, ha conformado, pues no digamos que la peor legislatura, pero sí una de las más productivas, sí, de cuentas personales y episodios vergonzosos en los cuales pasó a segundo término el compromiso con el Pueblo.

¿Se avergüenzan?

Para nada. Al contrario. Si escucháramos sus conversaciones quedaríamos pasmados con voces como estas: «¿ya chingamos, verdad?… por un lado y por el otro… pobre pueblo… pobres muertos de hambre… cuando lleguen a un puesto como esta, hay que saber aprovecharlo…»

Por eso hace falta una verdadera reforma que, para empezar deje sin fuero a este tipo de delincuentes, no digamos de cuello blanco sino de panzas y carteras amplias. Que realmente puedan ser juzgados por el pueblo que -al menos hipotéticamente- los puso donde están.

¿Nuestra economía se encuentra paralizada, nuestras familias empobrecidas y la inseguridad nos agobia?

¿Y no hay responsables?

¡Claro que los hay!

Helos carcajeándose porque una vez más aprovecharon la nobleza de un pueblo que ha de creer en ellos aunque sean lobos arropados en piel de oveja.

Una verdadera reforma no aceptaría diputados perredistas con la espada en la diestra y la charola en la siniestra. A panistas más hipócritas que la deformación de sus principios, y a priístas, esos sí, desbordados por cuanto ambiciones, atropellando lo que haya a su paso y haciendo mofa del dolor de un pueblo que, insisto, no deja de creer en ellos, porque carece de más opciones.

Hoy, ser diputado tlaxcalteca no es garantía de prestigio. Al contrario, siempre cabrán las interrogantes: ¿de veras no te enriqueciste a costilas de los tlaxcaltecas?, ¿tienes la conciencia tranquila y sabes que tu familia se nutre con dinero bien habido?, ¿qué tan afectado estás por el licor y por otras drogas como la cocaína?, ¿estás seguro que no lastimaste a familias enteras con eso que llamas tu avasallante carrera política?