Estos pequeños carritos son una competencia no contemplada en el nuevo esquema de cobros de primer mundo en un estado que se parece a los países bananeros.

El marianismo debería dejar su intolerancia para mejores momentos. ¿Acaso no advierte las condiciones de ebullición en todo el país?, ¿Fue necesario abrir en Papalotla el frente contra propietarios de motocarros?

Estos, los pequeños vehículos usados como taxis, son la expresión más actualizada del subempleo.

Pero la rapaz Gisela Santacruz Santacruz, no lo ve así. La secretaria de Comunicaciones y Transportes del Estado, se encuentra hoy del otro lado del escritorio y aun peor, con un amo enemigo del tejido social, al cual, paradógicamente asegura, dice buscar su resarcimiento.

Vividores con la horrible barba de chivo, como Indalecio Saucedo, han visto una mina de oro en esta crisis.

Amagan con desatar la furia de sus combieros y derramar la sangre si es preciso, defendiendo sus rutas, como si la calle fuese de su propiedad, los caminos estuviesen a su disposición y la gente, nada más las monedas que vale su pasaje.

Y Gisela actúa enérgicamente. La emprende contra el gremio de mototaxistas (otros, que también pueden ser vividores que chantajean con el petate del muerto llamado guerra entre transportistas) y ocasiona la ira colectiva que ayer miércoles costó serias lesiones a un policía, y un impresionante operativo para buscarlo.

Poco ayuda la Santacruz a Mariano. Sabe que a su nombre se justifica como inflexible. Lo contrario le costaría el puesto. Entonces funge como liga que se estira entre la autoridad y los conflictivos mototaxistas, en guerra con los combieros.

Mire lo que ha ocurrido en Michoacán, ante la inflexibilidad del también priista Fausto Vallejo, el gobernador recién desempacado. Anoche, sus fuerzas encarcelaron a 49 normalistas de Tirepetío, Arteaga y Cherán, acusados de retener autobuses, quemar seis de ellos y hacer grande el desmadre, lo mismo con tomas de casetas de peaje que otro tipo de manifestaciones.

Y todo por defender cambios a la política de educación superior y media superior en ese estado. No hay tregua, esto se convierte en medición de fuerzas y la paz pende de un hilo.

Regresemos a nuestra parecela.

Mariano es afecto a correr gente. Le emociona lastimar a las familias dejándolas sin sustento, pero se dice decidido a resarcir el tejido social roto. Eso es una ofensa. Es un discurso incongruente con las acciones que, en el caso de los motocarros señalan grave responsabilidad de Gisela Santacruz.

Hay dos caminos:

1.- Tolerar a los motocarros, exigiendo respeto con los demás transportistas, a sabiendas que aquellos ven en sus incipientes rutas, un patrimonio al cual no van a renunciar. Saben que el desempleo es grotesco en Tlaxcala y sostienen con todas sus uñas esta posibilidad.

2.- Encerrarlos y apaciguar a chingadazos a los revoltosos dueños, más necios que la titular de Secte.

Ninguna de las dos medidas ofrece una solución satisfactoria a la soberbia marianista y al hambre que se vive en la región de Papalotla.

Hay municipios poblanos limítrofes, como san Lorenzo Almecatla, donde los motocarros funcionan sin novedad y coexisten con los peseros, que son taxis normales con una cuota mayor, pero con la seguridad que hay clientela para ambos.

O a Gisela le hace falta ir a Almecatla, o su irrelevante altivez la tiene loquita por ser protagonista, no le hace que sea por una causa imporductiva.

Me extraña pues, el supuesto izquierdismo de esa sanchezanayista, debiera privilegiar los intereses de carácter social y no el explosivo desprecio que de por sí siente Mariano por los pobres entre los pobres.

¿Vería González Zarur la determinación de las normalistas de Panotla, o como es su costumbre, subestima su convocatoria y determinación para apoyar a sus compañeros michoacanos?

El mandatario debe aceptar que ellas, las normalistas, y los dueños de motocarros, y los policías despedidos, y los adultos mayores y los miles de burócratas desempleados, son ese tejido social al que algún despistado incluyó en sus discursos.

Debería aminorar su explosividad y verse en los zapatos de Fausto Vallejo, a quien el estado de Michoacán se le ha complicado feo.

Si persiste en esa actitud, no tarda en desbordarse ese tejido social, realmente lastimado por el hacendado y los mercenarios -como Gisela- a su servicio.

No hay rumbo. Hay intereses.

No hay priísmo. El caos inicia.

Y en estas condiciones, nos ha llegado la versión, desde el mismo interior de palacio, de que esa nueva versión de tirano la emprendería a golpes contra ciertas colaboradoras suyas.

En otras palabras, afuera, los grupos están que se derriten, pero adentro, el mandamás está peor…

Y a penas vamos a la tercera parte del sexenio.

Por cierto, se supone que la marcha a la ciudad de México sigue en pie y cada vez se suman más inconformes con la administración de don González. Hace falta estar atentos a esta dolorosa pérdida del rumbo.

El tejido social… el tejido social… ¡puro cuento!