Con ese comportamiento, el mandatario ha logrado a nivel nacional una imagen nefasta, propia de un político poco confiable, comenzando por la burbuja que encabeza Peña Nieto.

Me pregunto si confrontación y desconfianza, serán la constante en la relación del gobernador, Mariano González Zarur, con todo aquél que se cruce en su camino, comenzando por sus colaboradores.

Transcurrida la tercera parte de su sexenio, el mandatario generaliza la denostación hacia su gabinete: “todos los días están pendiendo de un hilito los funcionarios».

Y aunque la advertencia tuvo como blanco a su polémico vocero, quedó de relieve la arbitraria evaluación a los servidores públicos de su gobierno: «, empezando por Raymundo Vega y todos los demás, entonces, el día cómo amanezca yo, les quito el hilito”.

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Estos versos yucatecos se escucharon en Apizaco: «Staba Orlando y la Valeria / recibiendo a los artistas / y entre tantos periodistas, / y regidores bromistas / recibió fuerte ovación, / pos al ritmo de la orquesta / marianistas y orticistas / en tremendo vacilón / ronda hicieron en la pista / al panzón y al bigotón…. ¡Boooombaaaa!

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No nos apartarnos de que entre sus colaboradores hay niveles de compromiso, pues mientras el coordinador de prensa trabaja desde Puebla a control remoto, otros, la mayoría, procuran cumplir con un estricto horario de trabajo.

Pero a todos los mide con el mismo rasero. Los devalúa. Constantemente los acorrala en una clara acción de bullyng laboral. Los espanta con una guillotina que activará, «según amenezca».

En otras palabras, el ánimo del gobernador está por encima de lo que podría ser una medición estadística del rendimiento de los funcionarios, cuyo propósito sea la constante supervisión para corregir errores o estimular a quienes apeguen su desempeño a las reglas claras de un sistema actualizado del servicio público.

Nadie, por lo visto, aspira en este gobierno a hacer carrera, todos penden de un hilo. Y mientras en gobiernos priístas como el del Estado de México, el mandatario Erubiel Ávila, dispone de efectivos mecanismos mediante los cuales logra y mantiene los mayores rendimientos, en Tlaxcala la coordinación entre el alto mando y sus subordinados se limita a argumentos propios de un capataz en constante desvalorización de los peones a quienes hay que pagar lo menos posible, bajo la amenaza de correrlos en cualquier momento, si así le da la gana al amo.

Es obvio que esta relación entre patrón y obreros, condena al estado al saldo resultante de la constante lucha, de uno por intimidar y los otros por conservar su trabajo al coste que sea.

Entonces, aquellos en el ánimo del jefe tienen asegurada la chamba. No le hace que se trate de tipos corruptos, incumplidos o conflictivos. Cuentan con el cariño del amo y con eso es suficiente.

Pero si a alguien le ocurre lo que al secretario de gobierno, Noé Rodríguez Roldán, aquél aciago día del abogado, su permanencia en la administración efectivamente pende de un hilo.

Sentado con sus esclavos, perdón, con sus colaboradores, el de Calpulalpan comentó en corto a su jefe, el buen rumbo que llevaba el conflicto con los mototaxistas de la región de Papalotla.

Oiga, se trataba de un breve informe en voz del segundo de a bordo del gobierno tlaxcalteca. La respuesta es digna de comentar: «¿y por qué me dices eso?… a mí trátame asuntos relevantes… eso que comentas es tu chamba, tu obligación… es más, ya me hiciste enojar…»

Dicho lo anterior, sobrevino la conducta más inverosímil. El gobernador, presente en el Jeroc’s, dicen que tomó uno tras otro, envases útiles de crema para café, y los arrojó al piso. Haga usted de cuenta que se trataba de Don Ramón azotando su ridículo sombrerito, tras una de las frecuentes cachetadas de Doña Florinda.

Ese fue el inicio de la rabieta. Pero hubo más, según cuentan. A su todavía secretario particular, Miguel Moreno Mitre, lo obligó a levantar, uno a uno, los envases de crema, reventados tras chocar contra el piso. Y ahí lo tiene usted, humillado ante el amo, de hinojos, haciendo lo que un subordinado tlaxcalteca está obligado si quiere seguir en el ánimo de su jefe.

A eso se limita la relación entre el patrón y los peones. Se trata de profesionistas con el derecho de ejercer una carrera en el servicio público. Entonces, qué le espera a los también integrantes del tejido social, tal vez sin conocimientos académicos, tal vez dentro de lo que se llama clases vulnerables. Por ejemplo a los 263 policías corridos sin piedad hace un par de semanas. O a los ancianos, cuyos apoyos son tirar el dinero al caño para quien los autoriza.

Eso no es lo peor.

En esta jungla del servicio público, abundan los mercenarios. Miembros de grupos o, lobos esteparios, dispuestos a medrar mientras conserven el empleo. Conscientes que en cualquier momento les cortan el hilo.

Y como no hay un sistema estadístico, y como la permanencia depende de como amanezca el gobernador, pues han descubierto la manera de mantener el oportuno engaño a su jefe, para no cometer el error de Noé.

¿Quienes son los perjudicados?

Los ciudadanos en primera instancia. Víctimas del rencor de servidores públicos humillados, que no buscan quien se la hizo sino, con quien desquitarse.

El propio mandatario. Sometido por su incomprensible temperamento a la condena de estar solo, de carecer de verdaderos aliados en su aventura en el servicio público. Con el único destino seguro, de diluirse en la política, porque esta constante de confrontación se ha dado con todos, ricos, pobres, empoderados, débiles, periodistas, policías, ancianos, mujeres y hasta empresarios.

Ser víctima de un comportamiento como este requiere la ayuda de profesionales.