Apareció el peine; la venganza marianista dejó de ser tema en el ámbito local y volteó hacia la estructura de donde parte la esencia del mismo partido.

Parece que el cuento en el PRI de Tlaxcala ha tomado una vertiente no incluida en la versión que quisieran darle quienes actualmente lo controlan. Ocurre que ha sido tanta la dilapidación del capital social y económico que, por sobrevivencia el propio instituto político vive una incipiente pero imparable restauración.

He aquí donde debemos formularnos fríamente la siguiente pregunta: ¿en aquella elección de 2010, quien resultó el verdadero ganador?

Los resultados son una contradicción en sí. El poder de corto plazo lo obtuvo Mariano, pero el resto del contexto parece continuar en las mismas manos.

En otras palabras, ¿ganó Mariano o Beatriz Paredes operó para lograr ese triunfo?

Digo, tras esos resultados positivos de 2010, lo demás ha sido un rotundo fracaso para el tricolor en Tlaxcala.

Ello me lleva a suponer que la llegada del hacendado se dio bajo presiones insoportables de una multitud de grupos interesados en aparentar un retorno priísta con bastante energía.

Pero esos mismos grupos se han sentido defraudados al paso de estos primeros dos años de ejercicio del poder.

Y de la misma manera en que influyeron para abatir al PAN en aquellos cotejos, con todo para ganar -sobre todo la voluntad del Presidente- hoy se disponen a actuar a la inversa, pues cada día es más visible la doble moral de Mariano hacia su partido.

Ha tenido infinidad de objetivos para fraguar venganzas, mas hacerlo en contra del propio instituto que lo llevó al poder ha sido su mayor error:

El partido no solo es un emblema, un edificio y un limitado equipo, sumiso e incondicional. Tiene muchos ojos vigilantes de cada maniobra. Es un corporativo a cuyas puertas Mariano tocó insistentemente, pese a que el tiempo se la había pasado, al estigma previo de la derrota (2004) y al reciente rencor, acumulado por años y materializado en la búsqueda de culpables.

Con esa consigna llega al poder. Y lo ejerce de manera equivocada. El desarrollo del estado pasa a segundo término, mientras desborda la obsesión de la venganza.

¿Objetivos?

Beatriz Paredes, en primera instancia

Sobre este personaje se concentró la descalificación en la cúpula. El odio ancestral contra ella, curiosamente llegó a su máximo nivel cuando esta intervino para afianzar el gane electoral. Con toda seguridad no lo hizo convencida de impulsar un proyecto de partido, sino para sumar indulgencias a su maltrecho ánimo al no conseguir la candidatura a la Presidencia.

Hizo acopio de valor y disciplina, pero jamás se reconfortará porque estuvo a un tris de conseguir el sueño de su vida. No fue necesario ponerla contra la pared. Ella misma actuó cual hembra herida para salvaguardar la camada no surgida de su entraña. Antepuso a su interés personal la formación echeverrista que marcó su vida.

Héctor Ortiz Ortiz, con singular odio

La maniobra beatricista, desesperada e incontrolable, arrolló a su otrora secretario particular, Héctor Ortiz Ortiz, a quien invadió la sensación de solidaridad hacia su compañera de mil batallas. Esto fue por encima de la aparente lealtad ofrecida al presidente Calderón.

Entonces permitió el hundimiento de Adriana Dávila. Y con ello, obtuvo su sentencia que con el tiempo se convirtió en su humillación dentro del PAN, coronada por el más reciente descalabro, en la elección de senador, en julio pasado.

Ortiz se apertrechó y se dedicó a conservar a su leal corriente. Al mismo tiempo, su mirada se concentra en contemplar el aparatoso desplome del marianismo, cuya posibilidad de convertirse en una corriente política se diluye con la misma energía en que sus colaboradores ven por ellos y no por su líder, golpeador, déspota y nada interesado en temas con futuro.

De las crónicas más acertivas

Hubo que escuchar la dramática forma en que narró esta tragedia el multi diputado Javier García González.

Se trata quizás de uno de los políticos con mayor acervo en la historia moderna de Tlaxcala.

Su versión siempre describió a un Mariano inestable, vengativo y de mala factura.

Viejo, claridoso y consciente que se gestaba una crisis en su partido, García González hasta llegó a afirmar que ya no pertenecía al PRI, sino al PAN. Esas palabras encerraban los fundados temores respecto a lo que finalmente ocurrió.

La venganza miró hacia arriba

Sin quien que lo escrutara, Mariano no ha encontrado satisfacción en las venganzas de corto plazo. Así que volteó hacia arriga y decidió recetas amargas para su partido y para aquellos que lo ayudaron.

Y sus primeras expresiones refirieron ayudas no pedidas, votos por su magnetismo personal y, nulos compromisos con nadie, por encumbrado que fuese.

Ello le animó a sacar a Carlos Rojas de su equipo de confianza. Éste, demandado en otras latitudes no se esforzó para dejar estas tierras. Al fin y al cabo pertenece a la cúpula tricolor en el poder.

Esa decisión marcó el inicio de la debacle marianista.

Hacía falta la versión de Rojas para que Manlio Fabio Beltrones, confirmase las raras actitudes territoriales de su otrora incondicional Mariano. Lo mismo pasó con Emilio Gamboa.

Lo peor vino cuando Enrique Peña Nieto, evaluó el significado de la inexplicable derrota de su causa en Tlaxcala.

Nada la pudo haber generado, sino una forma deliberada.

El hecho llegó a las mesas de análisis de la nueva burbuja. Ahora el destino de Tlaxcala está en capilla.

De las primeras manifestaciones en el partido, el surgimiento de la Fuerza Peñista de Tlaxcala, puede ser uno de los primeros mensajes. La eventual presencia de Luis Videgaray, mañana en el auditorio de la CTM para tomar protesta a los integrantes de esta puede ser el parteaguas en la nueva relación con el centro del país.

Pero lo peor se ubica en el Congreso de la Unión.

Al carecer de representantes populares bajo la nada convincente explicación del huracán llamado Peje, aquellos que antes lo defendieron hoy afinan la venganza. En el PRI nada queda impune. Menos las traiciones.

Si la expresión marianista contuviera menos adefesios, como aquél dicho a los campesinos: «no se vuelva a equivocar», aquella burbuja a la que me refiero no se sentiría tan ofendida en su inteligencia.

Los tiempos por venir no son halagüeños para el proyecto marianista.

Tuvo en sus manos corregir el raro orgullo que le impide crecer. ¿Orgullo de qué?

Hoy, está ante él el reto de sobrevivir a la tormenta originada por sus acciones.

Son demasiados enemigos ganados bajo el argumento de detentar el poder.

Hay que estar preparados para ser personajes con poder. Y también para ser personajes sin poder.

El seguro popular, qué bárbaros

Nos dicen que en la Secretaría de Salud, el presupuesto -federal, claro- se cuadra de una manera bajo la rúbrica de un tal Joaquín Carreón.

En pocas palabras, los hospitales carecen de los insumos para que funcionen laboratorios y otras instalaciones. Así que se contratan firmas particulares como Bio Scan.

Ahí se da el diezmo a costillas de los pobres pacientes, según crece la versión  en pasillos de clínicas y hospitales del sector. ¿Y el secretario Jesús Fragoso, qué dirá de estas deficiencias?

Amenazas a periodistas

Un mensaje amenazante en el celular de un reportero de Síntesis, podría apuntar a las oficinas de Avenida Juárez, como el lugar donde se fragua este tipo de corrientadas, extremas verdad, producto de la ineficiencia y la desesperación.

Pero la advertencia a reporteros de las hechuras de Pedro Morales, no significa más que una campaña que debe ser analizada por los diputados y por las autoridades interesadas en el desempeño de los comunicadores.

No se olviden que vivimos en un Estado de Derecho. Amenazar a periodistas no justifica la pésima labor de comunicación social en abierto desprestigio de una sola persona: el gobernador Mariano González Zarur.