La nave tricolor va en picada y la política autodestructiva dictada desde Palacio, incrementa la creencia de: hacer negocio con el PRI o con Mariano, es sinónimo de fracaso.

Conforme avanza el tiempo, gobiernos municipales priístas siguen cavando una brecha de impopularidad. Lo registró la elección de julio, solo que no se notó, primero por el trauma ocasionado a la militancia de ese partido por el fenómeno Peje, el cual captó un enorme voto de castigo en contra de la guerra interna declarada por el marianismo a sus correligionarios al frente de ayuntamientos, entre los cuales destacan Zacatelco, la capital Tlaxcala, Chiautempan y Huamantla.

No son los únicos donde se vive el desencanto del impopular autoritarismo.

Por ejemplo ahora mismo, día de reinicio de clases, a los padres de familia se les privó de la simbólica ayuda con los útiles escolares. Claro, se trataba de una campaña para apuntalar la imagen del gobernante en turno, como pasó en los últimos años de la administración de Héctor Ortiz, pero no dejaba de ser un agradable gesto recibir una mochila, un par de libretas, lápices y reglas, aunque llevasen la imagen y las frases del ex mandatario estatal.

La peor campaña, sin embargo, se dio en las oficinas recaudadoras y de otros servicios, donde numerosos burócratas se dedicaron a transmitir información negativa a los ciudadanos, indignados por la adversa política laboral que debieron enfrentar desde inicios de la administración.

El aparato burocrático se compactó, pero el supuesto ahorro por haber dejado de alimentar la nómina no se tradujo en beneficios. Al contrario. Alentó la atención a los causantes, atrincheró a los servidores públicos y desató medidas como la impresión de cientos de anuncios en lonas, con condenas a la afectación de Pensiones Civiles, donde el marianismo dejó correr desdeñosas afirmaciones, como aquella que considera tirar el dinero al caño cuando este se destina a seguir cubriendo el derecho laboral de la jubilación.

Casos extraordinarios, como Zacatelco, registran una verdadera política destructiva del grupo de la alcaldesa, Blanca Águila Lima, quien pagó caro el atrevimiento de expresar a inicios de su gestión la posibilidad de convertirse en abanderada del PRI a la diputación federal por el tercer distrito electoral federal o incluso a la senaduría.

Ambas posiciones fueron perdidas por el PRI en esa demarcación electoral.

Versiones recogidas entre candidatos derrotados señalan a un grave voto de castigo probablemente inducido desde las mismas instancias con liderazgos tricolores.

Entonces desde el centro del estado se estimularon movimientos desestabilizadores, como el encabezado por Rubén Darío Domínguez, un político ayer orticista, luego marianista, y hoy sumido en el descrédito y dejado de la mano que en su momento lo alentó en el chantaje cuyo contexto causó un daño irreversible al ayuntamiento.

Otras comunas, como Chiautempan y Huamantla, padecen la falta de apoyos, generalmente traducidas en la reprobación popular, pues existía la expectativa de un crecimiento importante debido a la militancia de los respectivos alcaldes en el mismo partido que llevó al triunfo al gobernador.

En Santa Ana, por ejemplo, una grave inseguridad llevó a la comunidad española al reclamo, cara a cara con el mandatario, respecto a los insoportables niveles registrados en delitos como el robo y la extorsión.

Aquí el ayuntamiento de Ángel Meneses Barbosa, jugó un desventajoso papel luego de perder credibilidad tras aquella extorsión fraguada por el mismo director de Seguridad Pública Municipal, invlucrado con un funcionario estatal, desplazado feamente tras comprobarse que fue él quien designó al responsable de dicho delito, y había presionado al edil para incorporarlo en ese puesto estratégico.

La descomposición se fue sintiendo. Y la airada reacción de las familias ricas de origen español no se hizo esperar, al grado que en una reunión a la cual el invitado principal sería Mariano González, el malestar comenzó con una sutil protesta y concluyó con la invitación para salir de esa casa, donde los ánimos cada vez se caldeaban más.

Hay que ver el desprecio marianista hacia el alcalde capitalino, Pedro Pérez Lira, a quien en fecha reciente despojó de su policía municipal para concentrarla en la Secretaría de Seguridad Pública del estado, sin importar que esa medida afectara un convenio con la Federación para cubrir la nómina de ese cuerpo de seguridad, cuya eficacia era notoria gracias entre otras cosas al trabajo de inteligencia realizado en una cabecera, sus pueblos y colonias con un relevante grado de conocimiento de los efectivos.

Pese a pertenecer al mismo partido, al gobernador Mariano González Zarur, no lo afligió exhibir al presidente municipal, Pedro Pérez Lira, al extremo que comenzó a correr la versión del deseo del ejecutivo por proponer el traslado de la capital a Apizaco, donde hay una evidente preferencia hacia el acalde, panista por cierto, pero hábil para abrir la puerta al mandatario estatal, no obstante el sacrificio que ello ha significado para gestiones que se tradujeron en millonarias inversiones en el ramo comercial y turístico.

Daño irreversible

En el propio PRI, la desesperanza llegó para quedarse. Dirigentes y liderazgos medios reprueban -pero procuran ser discretos- la crueldad marianista hacia los alcaldes, ciertamente los principales promotires de una causa que, paulatinamente se pierde.

En breve habrán de ser renovados los sesenta ayuntamientos y el Congreso local.

Pero la idea de, «el peor negocio es ser candidato priísta», tiene claras evidencias en los ex abanderados a senadores y los ex candidatos a los distritos dos y tres federales.

El riesgo de perder la elección en Tlaxcala, Huamantla, Chiautempan y Zacatelco, corona la incertidumbre de aquellos personajes, conscientes que llevar tatuado el nombre de Mariano, les significa un elevado nivel de derrota.

Ya lo señalábamos párrafos arriba, estos cuatro municipios no son los únicos, pero tal vez son los más representativos para el Revolucionario Institucional.
Y la nube amenazante de hundirlos en la dolorosa derrota, crece conforme al mandatario parece no preocuparle en lo mínimo ese proceso de caída, notorio, sentido por los liderazgos locales y lo peor, perfectamente conocido en el cuarto de guerra del partido, donde todos sin excepción se encuentran atados de manos.

Quien se atreva a contrariar esa voluntad destructiva sabe que sus días están contados.

Habrá que ver con lupa el comportamiento del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) y del propio aparato del virtual presidente, Enrique Peña Nieto, pues de persistir esta situación, al PRI lo único que le espera en Tlaxcala es el fracaso.