Eso de que somos el estado más seguro es una frase ofensiva, incierta y simuladora; me recuerda al dogma beatricista, cuando gobernaba a Tlaxcala como si fuese una isla… no pasaba nada, nada…

Qué más quisiéramos que el nuestro fuera el estado más seguro. Pero no es así. Nadie invitó a la violencia, mas llegó y no se va. Con más frecuencia hay asesinatos con saña, secuestros, extorsiones; el sexocorredor de la Vía Corta Santa Ana-Puebla, se alza con tributo al desafío a una autoridad que debe aceptarlo: fue rebasada.

Es una de las grandes razones para ser buenos administradores.

La autoridad, en lugar de pelear hasta con su propia sombra debería dedicarse a atraer mayores recursos para respaldar al monopolio de la violencia, constitucionalmente en manos del Estado.

Pero nuestros policías, ministeriales, ministerios públicos y demás mandos, hacen milagros. Comen como pajaritos porque sus ingresos son de risa. Muchos de ellos optan no tienen más que corromperse. Con lo poco que les pagan no pueden sostener familia y procurarse una vida digna, para ser buenos servidores públicos.

En la Procuraduría el esfuerzo es de reconocerse.

Alicia Fragoso hace lo que puede con el presupuesto miserable del que dispone.

Y hasta en el C-4, Benito Hernández Fernández, se enfrenta a equipos de inteligencia y espionaje en pésimas condiciones, por falta de mantenimiento o porque les vendieron gato por liebre.

Nos seguimos hundiendo.

Con negarlo no ganamos nada.

No es cierto que seamos el estado más seguro. Somos el más castigado.

Parece que Mariano lo ha aceptado. Por eso reunió a sus colaboradores y los instó a poner enjundia en la defensa de la plaza.

Pero, ¿con qué armas, general?

Si el único con acceso al pastel del presupuesto, a veces (¡!), nada más a veces le da usos que no podemos aceptar.

Viajes al extranjero sin el mínimo resultado, conciertos pagados, helicópteros para usos con intereses políticos. Hasta a sus propios candidatos los pasaron por la báscula.

Por eso perdieron. Bueno, no todos, a una no la pasaron por la báscula. Esa ganó.

No se vale ver la apuración y dedicarse a hacer declaraciones inverosímiles.

¿El estado más seguro? Sí chucha…

Bueno, cómo estarán las cosas… dicen que un funcionario puesto feamente en la banca anda desempolvando una horrible averiguación. Involucra a un potentado, del círculo rojo. Creo que muy, muy agresivo, peleonero gustoso de las cachetadas. Pero un día se pasó y mató a un cristiano.

Eso no corresponde al estado más seguro.

Por el rumbo de El Carmen Tequexquitla, los camioneros saben que van bajo su propio riesgo. Así lo advierten agrupaciones como la Cámara Nacional del Transporte de Carga.

Y nosotros… necios con que somos como la isla aquella, tan famosa bajo la pluma de un crítico al que le costó no volver a ser bien visto por Beatriz, pues siendo ella gobernadora a Tlaxcala la cubrió el manto de los dogmas priístas. «No pasaba nada».

Hoy estamos en las mismas.

El letargo previo a asumir como gobernador fue un tiempo precioso tirado al caño (ese sí, a diferencia de la lana a pensionados).

Fiestas, corridas de toros, vamos un exceso de tirar rostro, como diciendo a la perrada, ya ven, yo soy lo máximo, déjenme gozar este lapso sintiéndome el príncipe sin compromiso alguno que le moviera el tapete.

Qué tal a la hora buena.

Nos olvidamos del nepotismo, y la corrupción comenzó a carcomernos.

Aquél tiempo de oro desperdiciado tan miserablemente, hoy lo queremos reponer con reuniones de emergencia para que, por decreto se acabe la inseguridad.

Pues falta que los miembros del crimen organizado que compraron esta plaza sean tan gentiles de comprender que, las órdenes de arriba se acatan… sin alegación.

¿Por qué al personal de la Secretaría de Gobierno lo pusieron a pedir el voto, cuando desde el principio debieron concentrarse en diagnosticar la presencia de grupos armados en territorio tlaxcalteca?

A la fecha tenemos un grave pasivo con el tejido social.

Lo queremos hacer guaje. Y eso no se le hace a los paisanos. Eso es ser chueco.

Basta de anunciar operativos exitosos gracias a cuya ejecución proxenetas y trabajadoras sexuales se fueron a otras latitudes.

No es cierto.

Tiene que haber, de inmediato una inversión histórica en equipo y presupuestos. La procuraduría debe ser la primera en recibir ese verdadero gesto del tlatoani para que las cosas cambien.

El secretario de Seguridad Pública, militar, acostumbrado a obedecer y a disponer de equipo de verdad, está limitado a hacer milagros con lo que tiene. No puede dedicarse a encabezar ceremonias cada lunes, mientras la criminalidad lo tiene bien localizado y la autoridad, atado de manos.

Las reuniones de emergencia sirven para dos cosas. Primero, permiten a los delincuentes aquilatar su avance y, segundo, para comentar los pésimos resultados de la elección.

Mientras el alto mando no disponga del recurso amplio y suficiente, producto de un verdadero esfuerzo, en el cual vaya implícito controlar los arranques de ira y los desplantes para no tratar con gente contraria, seguiremos repitiéndonos: «somos el estado más seguro», mientras los ministeriales nos asisten porque los criminales de alguna forma nos dañaron.