Si no hubiera tantos gastos injustificables, desde caros conciertos pagados en dólares, hasta homenajes a un culto personal de plano muy avanzado, hoy no tendríamos por qué tronar los dedos ante una caótica ciudad de Tlaxcala, en plena etapa de campañas políticas.

El desorden que nadie quería en las calles de la capital muestra una nueva etapa de confrontación, ahora con pensionados y jubilados quienes, con razón o sin ella han encontrado una causa para malquerer al gobierno marianista.

A quién asiste la razón, ¿acaso a aquellos líderes con abultados cobros mensuales –dicen que superiores a los 40 mil?

O a una administración de carácter gerencial, enfrentada a una conducta irresponsable que, hoy obliga al responsable de los dineros a declarar la quiebra, pues no hay de donde echar mano para tapar el agujero, cada vez más grande.

Aquí se refleja el saldo de los tremendos gastos no planeados.

Fíjese que un tren de vida con frecuentes viajes al extranjero, el pago en dólares de actuaciones como la de Plácido Domingo, otra suerte de inversiones a fondo perdido con amigos beneficiados que para nada pertenecen al grupo de pensionados y jubilados… en fin, quince meses de una conducta manirrota reventaron en la fecha menos oportuna el reto del gobierno para estirar su presupuesto con el fin de contener la crisis en el ámbito de las pensiones.

La suma de gastos fuera de lo proyectado es grande.

Recordemos las carretillas de dinero enviadas con toda puntualidad a despachos de abogados que han tenido que corregir la página a los de casa… malitos, pero muy, muy grillos.

Otras, pagadas a los asesores de lujo, ex líderes nacionales del PRI (por lo menos 150 mil mensuales a cuatro ex líderes del CEN).

Y los recorridos sin mayor provecho por Japón, Nueva York. Y el uso indiscriminado de helicópteros para ir y venir, insistimos, si el menor beneficio en metálico, salvo sostener una expresión que al día de hoy me parece ofensiva por la connotación: “pues entonces, para qué soy gobernador”.

Todos esos actos tienen un precio, hoy vemos que muy alto.

Hoy quebró Pensiones Civiles. Pero los riesgos de colapso en otras instancias son latentes.

Tiene que acabar ese ritmo frenético de dilapidación que: “crece exponencialmente”, como dice Ricardo García Portilla, quien ha tenido que reconocer la inexistencia de fondos como para mantener una creciente demanda de recursos, para tapar el pozo sin fondo de las pensiones.

¿Quiere una mejor razón para perder el equilibrio entre las fuerzas capaces de paralizar al estado?

Pues hoy tendremos el botón de muestra.

Integrantes de todos los sindicatos cuyos pensionados convergen en las oficinas bajo la batuta de Ernesto Ordoñez Carrera, tomarán hoy las calles y nos harán maldecir esa circunstancia a la que son ajenos, vecinos, comerciantes y prestadores de servicios.

El gobernador Mariano González Zarur, debe pagar hoy una de sus primeras cuentas que generaron un rechazo de tumulto a su errático y manirroto estilo de afianzarse en el poder cuando se ha llegado a el ostensiblemente acotado.

Este es el saldo de la inacción de meses y meses, antes de después de iniciada la administración.

Qué otro destino podría tener un estado a cargo de un señor pasivo cuando debió aplicar a fondo aquellos foros pletóricos de proyectos y buenas intenciones, pero muy activo a la hora de sentirse igual o superior entre los poderosos.

Los homenajes como el del Centro Libanés, cuestan, y bastante.

¿Qué hacer cuando el Estado comienza a quebrar?

Pues esto que vivimos también es el saldo ocasionado por el millón aquél a cada diputado local para aplicarlo en obra pública.

¿En calidad de qué?, el legislador tiene muy claras sus funciones y le aseguro que ninguna de ellas es andar actuando como empleado de la Secretaría de Obras.

¿Qué otras quiebras pueden registrarse?

Desafortunadamente las más sensibles: la salud y la educación, temas, los dos, sometidos a una latro persión (es un término nuevo… molesto que bien que se entiende).

Y ahora, con qué cara reclaman aquellos personajes obligados a aplicar la ley cuando la gran pachanga en que devino la administración del estado ha comenzado a enfrentar lo que nadie quería ver: el doloroso fracaso.

Ocurre en plena etapa de campañas electorales.

No hace falta ser opositor para sentir angustia porque las cosas no se están haciendo bien.

Hoy, el centro histórico convertido en un caos, sin esperanzas de hallar una solución, va a multiplicar a los críticos de una administración sin ganas de ser creativa cuando se trata de solucionar un gasto al cual, comienza a ver como oneroso.

¿Qué pasa con el genio de las finanzas de apellido García Portilla?

Ojalá no colapse él.