Se trata de la ironía como arma infalible de Ortiz, para provocar al gobernador de Tlaxcala, cuyas constantes acometidas contra el ex mandatario se convirtieron en la mejor campaña de prosilitismo involuntario a favor de Acción Nacional.

El gobernador de Tlaxcala, Mariano González Zarur, abrió demasiados frentes de lucha en lo que va de su administración.

Creemos que tres de ellos son de particular interés, pues se trata de los odios desatados entre los otrora muchachos del Partido Revolucionario Institucional (PRI), convertidos hoy en añosas aunque distintas expresiones de poder.

En un abrir y cerrar de ojos, esos dinámicos miembros de una clase política tan intensa que no cupo en el tricolor, pasaron de los simpáticos y eficientes pupilos de Emilio Sánchez Piedras a la cantera cenecista.

Hoy, esos muchachos cambiaron las austeras sesiones de formación echeverrista, por el asiduo intento de contener sus apetitos de poder. Cada cual encabeza su corriente y mantiene frescos los recuerdos de aquél PRI hegemónico… el que no aceptaba cuestionamientos… el del dogma presidencialista al cual deben su profundo culto a sí mismos.

Esos tres frentes de los que hablamos al principio de esta entrega son los encabezados por Beatriz Paredes, Alfonso Sánchez Anaya y Héctor Ortiz.

Que Mariano ayuda a la causa panista… ¿será?

Comencemos abordando a Héctor Ortiz, y su obsesión por usar la energía del contrario como el medio que justifica el fin.

A decir del ex mandatario, múltiples acciones de Mariano, unas crueles –como desmantelar sin provecho el padrón de personas de la tercera edad- y otras con odios personales inmersos, hacen del marianismo una especie de aliado panista involuntario.

Y a su parecer, ello será factor de un creciente voto de castigo este primero de julio.

No olvidemos que los participantes en esta guerra se valen de todo para hacerse de los acariciados botines: tres senadurías, tres diputaciones federales y una relación que puede ser de lujo, con aquél o aquella que se convierta en Presidente de la República. De pilón van las posibles diputaciones plurinominales.

Llamar aliado del PAN a un gobernador tricolor es una ofensa superlativa en la política, pero no es casual.

Es pura ironía provocativa. Ortiz usa la máxima de, el que se enoja… pierde. Y sacar a Mariano de sus casillas es relativamente sencillo. He ahí la prueba, llamarlo aliado del PAN describe el nivel orticista de perversidad. Sabe que sus palabras calarán.

Hasta hoy han sido un fracaso los intentos de encarcelarlo. De impedir su participación en la elección de julio. De enterrar la obra pública heredada.

Y cada vez que algún representante del marianismo sale a escena a tirar lodo al ex gobernador, este responde con sonoras burlas a su falta de oficio.

Si se impone en la elección de julio, además de contribuir a la llegada de Adriana Dávila Fernández, al senado, se convertirá en una constante pesadilla para el marianismo.

Beatriz y el movimiento subversivo en el tricolor local

Parece que a Enrique Peña Nieto, nadie lo frena para llegar a la Presidencia. Lo que sí es posible, es reclamar la relación del priísmo tlaxcalteca con el ¿inexorable?, encopetado ex mandatario mexiquense.

Parece que detrás de la iniciativa tomada por Linda Marina Munive, Noé Rodríguez Roldán y Silvestre Velázquez Guevara, está la poderosa influencia de la señora Paredes.

Y ese será parte del reclamo al interesante acto de sacrificio en el DF bajo la siguiente hipótesis planteada a Peña Nieto: no ganamos a la Izquierda el gobierno de la Ciudad, pero les quitamos tantos millones de votos, por lo tanto, merezco un buen lugar en el gabinete y que mi buena relación contigo se reconozca en mi estado.

¿Cómo?

Seguramente con las delegaciones federales, el botín que desde hoy es motivo de discordia entre el mandatario tlaxcalteca y la paisana Beatriz, haciendo su lucha en el DF.

Imagino la desesperación de González, quien no tiene más hijos para quedarse con la Sedesol, con Sagarpa, con el IMSS… vamos, hasta con la Profepa.

Alfonso: cumple primo… cumple

Bueno, y ¿cuál fue el pacto entre Mariano y Alfonso, que ha llevado al primero a reclamar cumpliento al segundo?

Acabar con Héctor Ortiz.

Nada más.

Cabe hacer una evocación a los tiempos citados al principio de esta entrega, cuando los muchachos (hoy bastante viejos) disputaban el afecto de una secretaria general de la Liga de Comunidades Agrarias, y para ello su expresiones eran más o menos así: “a mí me estima más”… “de ninguna manera, a mí es a quien quiere”.

Semejante diálogo lleno de profundidad dominaba sus largas horas de conversación.

Allá, lejecitos de la mesa, un Héctor Ortiz, chaparro y con muchos kilos de menos, no descuidaba agenda y libreta para tomar nota de la indicación de su jefa… Beatriz.

Quién lo diría, verdad… casi hermanos bajo el sol de Echeverría y hoy, nada más quiero verlos encontrarse en una calle… ¡se matan! (jeje) .