Fiel a su teoría de doblegar a ricos y pobres privándolos de toda suerte de recurso, el mandatario estatal siembra en la preparación regateada de las nuevas generaciones de profesionistas, cuya percepción de él no les animará a erigirle un monumento.

El trecho entre el tema de la educación superior y, el gobierno de Tlaxcala creció exponencialmente este año. Es cuestión de números, pues mientras el Congreso autorizó un presupuesto de 89 millones de pesos (mdp), la Universidad Autónoma de Tlaxcala (UAT) fue capaz de captar más de 101 mdp a través de servicios prestados e ingresos propios.

La institución había solicitado un incremento de 25 por ciento, pero lo autorizado fue de 1.06.

Es notoria la falta de voluntad para respaldar la economía de la máxima casa de estudios de la entidad.

Va implícito el enojo causado por el comodato de cinco años en la Plaza del Bicentenario. También la imposibilidad de introducirse a las instalaciones con un discurso atractivo. Sencillamente no hay química entre la avanzada académica de la institución  y las marcadas limitaciones del titular del ejecutivo local en ese rubro.

Práctico como suele ser, el gobernador pretendió sustituir a la UAT por un proyecto localizado en la región de Apizaco y con ello rubricó el distanciamiento de la fuente generadora de más de sesenta mil profesionistas a lo largo de 35 años de existencia.

Como si fuese posible hacer una analogía de la arbitraria y llena de opacidad, función del Hospital Central de Apizaco como sede alterna del Hospital Infantil de Tlaxcala, el mandatario estatal enfocó sus reflectores a la Universidad del Valle de Tlaxcala (UVT), para aliviar la nostalgia que le causa la puerta cerrada por el mismo en la UAT.

Fiel a su estilo asfixiante con el recurso económico, optó por cerrar la llave a la educación superior.

Eso no habla bien de un gobernante. Ni siquiera es en detrimento de la imagen universitaria, pues la mayor parte de sus ingresos proviene de programas de carácter federal, en cuya gestión sobresale consistencia y puntualidad.

Tal vez con entes inferiores son efectivas esas formas que buscan la dominación. Creo que con la universidad pública de Tlaxcala, el gobernador Mariano González Zarur, comete un delicado error.

Ni mujeres y hombres en busca de su formación académica van a desistir, como tampoco les animará construir algún tipo de monumento a quien los disputa para llevarlos al raro feudo, donde su influencia es perturbadora.

Al presentar su primer informe de actividades, el rector de la UAT, Víctor Job Paredes Cuahquentzi, puso el dedo en la llaga de aquella medición muy de provincia para racionalizar el recurso en tanto supuesto método infalible para someter a las gentes y a las instituciones.

Así, no puede haber educación superior de calidad. Y quién pierde más  con esta falta de voluntad:

¿La universidad?; realmente no. Mejor optó por aplicar creatividad a la búsqueda de ingresos propios.

¿El estado de Tlaxcala?; creo que tampoco, pues habrá quedado de manifiesto que este mal momento culminará en el mediano plazo, para no volver a presentarse.

¿El gobierno de Tlaxcala?; dígame, ¿con qué ánimos alardeará nuestro ejecutivo ante sus colegas, respecto a eso que llamó resarcimiento del tejido social, esta vez en el rubro de la educación superior?, ¿Acaso les dirá que sustituyó a la universidad pública por un proyecto particular de sus paisanos apizaquenses?, o, ¿de plano reconocerá su incapacidad para meterse en la vena universitaria con la madera de líder que al día de hoy se le ha negado?

El mandatario González Zarur, debería tomar en cuenta que están de por medio las próximas generaciones de egresados de la UAT, y las distintas percepciones que de él se formen como parte fundamental en la creencia esa transexenal que suelen padecer los gobernantes más o menos a partir del segundo año de su administración.

En el Teatro Universitario

La convocatoria de la institución y del rector Paredes Yauhquentzi, siguen acaparando grupos y liderazgos, pues no es menor el propósito en la mira: «al margen de filiaciones partidistas o colores, la sociedad espera respuestas y soluciones que generen, a través de la educación, otras alternativas de bienestar y estabilidad social, que tanta falta nos hacen en estos tiempos».

Es precisamente hablar de estos tiempos un complejo desafío que obliga a quienes encabezan a la institución a buscar mejores derroteros: «tengan la certeza que no nos quedaremos de brazos cruzados. Recurriremos a la creatividad y al conocimiento, a las alianzas y al consenso, para seguir en esta lucha incesante de mejorar nuestros servicios educativos».

Cinco ex rectores, diputados federales, senadores, alcaldes y, en general una parte importante de la clase política, superaron la pretendida demostración marianista de escasa preocupación en su quehacer temático. Como representante del Ejecutivo llegó un funcionario menor, de apellido Islas (pero no del clan Islas Chío) con mirada entre incrédula, pero sobrada; al contrario de austero atavío personal, como mensaje de esos nuevos tiempos (otra vez) destacados por el reparto de miseria que, gustosos la disfrutan aquellos bajo el nuevo yugo de cuasi esclavismo, propio del estilo retro de aplicar hoy el poder.