A quien se le haya ocurrido llamar ciudadano al remedo de informe de gobierno organizado por el hijo del gobernador, en el Centro de Convenciones, le pasó por alto la lectura al documento básico, que rige el comportamiento de Tlaxcala.

Se requeriría de una gran desmemoria para no traer a esta, la víspera del primer y extraordinario informe ciudadano –como decidió llamarse a la sesión de porras en el Centro de Convenciones- la indigna forma como se hizo llegar el paquete de hojas en blanco, cuyo ocultamiento contra viento y marea conlleva el pago por el silencio que uno hizo a los otros.

No hubo uno solo capaz de destapar el cofre. Y con ello se evitó que la sangre llegase al río.

Así, con formas indignas se cocina el cambio más drástico al documento original que rige el comportamiento de Tlaxcala.

Todo el mundo anda ocupado en mil quehaceres. Las invitaciones hipercontroladas para quienes acudan a la anunciada jornada de loas copan el tiempo de funcionarios y fans.

Lo clandestino se formalizó y de un acto vergonzante hoy vemos a todo un sistema trabajando para pasar la ley por el arco del triunfo y, hacer una celebración de lo que nos debería ocasionar vergüenza.

¿Un informe ciudadano?

De acuerdo con el artículo 33 de la Constitución Política del Estado Libre y Soberano de Tlaxcala, “El Segundo Sábado de Diciembre de cada año, el Congreso Local celebrará una Sesión Solemne en la que el Gobernador del Estado, rendirá un informe por escrito en el que se dará a conocer el estado general que guardan los diversos ramos de la administración Pública”.

Esa obligación es ratificada por el artículo 59 en su fracción XVII (de las facultades y obligaciones del gobernador)

Jamás en la Ley se habla de un informe ciudadano. Al contrario, en su momento debió convocarse a una sesión solemne, para que el presidente de la Junta de Coordinación y Concertación Política, lo respondiese.

Se nos ha planteado, sin derecho a disentir que se ha de llevar a cabo un acto fuera de la ley, organizado por el hijo del gobernador, en el Centro de Convenciones de Tlaxcala, con acceso restringido, con invitados especiales quienes, seguramente ocuparán los mejores lugares.

Dónde quedan diputadas y diputados y el papel que juegan en este acto, devenido a una especie de conferencia magistral con canapés, vinito blanco, comida muy rica nada más para los cuates y por la noche: bailongo… decíamos, nada más para los cuates.

¿Un gobernante que milita en el partido de las instituciones, el PRI, encargado de hacer añicos el protocolo señalado por la Constitución, respecto al informe que guarda la administración pública?

Oiga usted, yo me pregunto: ¿acaso este blindaje a silbidos e interrupciones se fue hilvanando como se fue pudiendo, a manera de distractores porque en este primer ejercicio el quehacer fue simbólico?

Es honesto hablar de los tres ejes fundamentales de este primer año de labores:

El primero.- Llevar al gobierno a los rincones más alejados de Tlaxcala. Muy bien, se trata de una permanente gira llevando a los funcionarios que en otra circunstancia se habrían quedado muy cómodos en sus oficinas para no empolvar sus zapatos.

Pero, las propias imágenes difundidas por el gobierno muestran reuniones con diez o quince ciudadanos. Fue tan escasa la convocatoria o deliberadamente se organizaron actos de nula respuesta y fuertes posibilidades de difusión. Tal vez el movimiento fue discreto para ahorrar recursos, pero y qué otra cosa se logró sino una larga jornada de visitas de carácter social, pues la vida de los agraciados con la presencia de las grandes autoridades, no han cambiado su nivel de vida. Al contrario, a veces quedaron muy gastadas, pues injustamente debieron invitar al señor gobernador y séquito de gorrones que suelen andar tras él.

El  segundo.- Justificar la inacción culpando al panista Héctor Ortiz y lanzando frases como esta, a saber: “a mí no me hace falta la ayuda del gobierno federal, a la gente sí, pero a mí no”.

Si el de Ortiz fue el gobierno de los excesos, si con el panista la corrupción llegó a su máximo nivel, si el actual mandatario tiene forma de meterlo a la cárcel, ¿qué espera? Se ha pasado el tiempo en lamentaciones improductivas. Aquellos ímpetus de antes de la elección se amorcillaron. Una especie de zombi invadió la sonriente humanidad de quien con el concurso de muchos se alzó ganador en la contienda de julio de 2010. La expectativa subió al máximo, y cada fin de semana, cada fin de mes, se imponían flojera, apatía, desentendimiento, como si el triunfo electoral hubiese sido lo menos deseado, porque en el fondo sólo se deseaba iniciar una batalla más, a ver qué se podía lograr, pero sin trabajar.

El tercero.- Entregar el gobierno a fuerzas obscuras y ajenas al estado. Dejar la puerta abierta a los Orihuelas-Mendoza, a los Rojas, a los Peña Nieto, vamos en el colmo de los colmos hasta a los Herrerías, para hacer y deshacer.

Con ello el gobernador demostró a los de casa el profundo desprecio que le merecen. Cuando pudo les afectó sus ingresos; cuando fue necesario les enjaretó boletos costosísimos, los hizo cooperar para envíos a campañas como la de Michoacán. Todo ello en un marco de, “aquí nadie hace falta, todos son subordinados a una permanente prueba”.

Las consecuencias

De qué manera se va a justificar el empleo de recursos públicos para organizar un besamanos, a destiempo, ajeno a aquel paquete de hojas en blanco, entregado en las condiciones más vergonzantes.

¿Por qué en su momento no hubo quien exigiera la exhibición de ese legajo de papel reciclado, cuyo contenido debe ser ofensivo?

Lo peor es que ese comportamiento se ha valido del presupuesto para contar con muchos cómplices; los mismos que en su momento lo cuestionaron.

Y las consecuencias al PRI

Por eso ha de ser que en el partido del gobernador nadie se mueve. Mientras la derecha y la izquierda han definido precandidaturas, con pasos contundentes a las unciones, en el Revolucionario Institucional saben que alzar la mano es arriesgar el cuello.

Han sido testigos de lo ocurrido a Noé Rodríguez Roldán, uno de casa que se acabó en su intento sumiso por dar gusto a su amo.

No pues, así quién, verdad…