La expectativa de caja de cristal se hizo frágil y se rompió… antes eran los Cánovas; hoy otros personajes, iguales de insaciables, pero con miles de desempleados y desamparados muy a pesar de la oferta de componer al tejido social.


Ocho meses de gobierno y el mandatario estatal, Mariano González Zarur, sigue aplazando el momento de las obras que marquen un antes y un después.

Le ha llevado tiempo hacer una limpia, yo diría que demasiado, hacer una limpia tan profunda de todo aquello que le despierte desconfianza que vamos con ritmo frenético al año de la inacción.

Percibo una confianza desmedida en el triunfo de su partido, el PRI, en la elección de 2012. Y será hasta entonces cuando la aplanadora idealizada con mucha anticipación haga realidad los nuevos estilos, absolutos, de ejercer el poder.

González Zarur ha dejado atrás el arribo acotado a Palacio.

Su éxito electoral constó de una amplia alianza, formal y de palabra, de corrientes que vieron en él un ejercicio actualizado de autoridad. Al menos esa fue la oferta que valió los miles de votos que marcaron la diferencia.

Pero los números a favor se acompañaron de una creciente de desdenes a la enorme mayoría de quienes lo abrazaron como factor de esperanza. Y en sentido contrario de un pacto robustecido para cohesionar al estado, sobrevino la estela de confrontaciones que marcaron la diferencia entre el liderazgo esperado y la vigencia de aquellos estilos de culto a la persona dentro de un sistema marcadamente centralista.

Y comenzaron las escisiones. Las más dolorosas involucran a los propios priístas, primero en estado de shock, como dando tiempo a madurez ideal que trajese consigo a un líder consciente de los grandes alcances aprovechando la efímera popularidad que tuvo.

Aquellos planteamientos priorizando al tejido social mutaron al desaire masificado muy frecuente y, lejos de aquella enmienda de los que sirven con los que habitan, llegó el desafío a la impopularidad.

Nadie, por pánico, lo puntualiza al gobernante dentro de una adolescencia perenne de la política, donde la inmadurez acompaña a las sobrecogedoras medidas, declaraciones, desprecios y hasta ofensas, ocultas en la imperceptible maleta instalada en la casa de gobierno.

Antes, convulsionaba el apellido Cánovas, pero todo se acaba. Y cuando creíamos esos estilos lejos de la entidad, nada más llegaron otros.

Hoy por ejemplo, hay evidencias de un centralismo grotesco en la política de adquisiciones, manejadas por personajes extraños, siempre foráneos, una de cuyas facultades radica en palomear proveedores, sin la mínima inquietud respecto al beneficio nulo para el estado y, en cambio abundante para los Cánovas de esta administración.

La contabilidad por arriba de la política, preocupada por hacer infinita una riqueza enfocada, aunque para eso hoy, no haya argumento relativo a los voluminosos ahorros tras los despidos colectivos dentro de la etapa de terror laboral en esta pequeña entidad federativa.

Por ejemplo, al interior de Palacio es insistente la voz que hoy señalaría a Mario Armando, el michoacano como el centralizador de las compras.

Pero, ¿qué compran con la fortuna ahorrada a costa del desempleo de aquellos acostumbrados sexenio tras sexenio a entregar su lealtad al nuevo gobernante.

Hoy han tenido que venir de fuera a enseñarnos el arte de la multiplicación, no le hace la hiriente baja en la calidad de vida de los que menos tienen.

En el mediano plazo, el pago por estos atrevimientos puede implicar un voto de castigo, muy a pesar de los números alegres y los cálculos idealizados de simpatías en la gente.

Y si en este contexto es congruente destacar a estos primeros ocho meses como el lapso en el cual no puede hablarse de grandes obras, es probable que el tiempo restante en la perspectiva de la entidad persista la caída libre, como hoy se consigna dentro y fuera del estado de Tlaxcala.

Qué tiene frente a sí el grupo empoderado, que le hace pensar en rotundos triunfos en la urna. Para empezar a una oposición cohesionada y ordenada mediante convenios con la misma Presidencia de la República y, en segundo término la profunda división ocasionada en el tricolor, cuando con el peor de los gustos, Mariano ha dicho en la misma sede de su partido, que gobierna con otros institutos, dejando al tricolor y su militancia el mal sabor de boca de alguno de sus múltiples desaires.