Cual si fuese un cabestro, encargado de llevar a los demás bureles (esos sí enteros) al otro lado del rancho, este singular dirigente casi confiesa públicamente las espinosas instrucciones telefónicas con las cuales tiene que cumplir… o lo fuetean….

La imparcialidad ideal en un dirigente partidista, como Arnulfo Arévalo Lara, es el nivel imposible de darse dada la condición de castramiento por la que hubo de pasar antes de recibir el cetro para completar la figura decorativa que es en tanto presidente del CDE tricolor.

Obediente como cabestro encargado de encauzar a los demás bichos, esos sí con iniciativa propia (pues su vigor no se ha pasado por el bisturí) tiene la misión de llevar a buen fin los deseos del dueño, su amo, a quien hay que escuchar dando instrucciones telefónicas a este subtipo, llamado líder partidista, para comprender y sumarse a las luchas en contra del maltrato a los animales.

Así, se anima a condenar el destape anticipado de Lorena Cuéllar (otra obsesiva-compulsiva del poder) pero no hace lo propio con acciones como el lucimiento del tío de esta, Don Joaquín y otro castrato de uno ochenta de estatura (o sea Noé), a quienes pública y privadamente se promueve como la apuesta del señor Don Manchis, para llevarlos a contender en la elección federal de 2012.

Si la dupla esta es buena o no, eso no es el tema. Lo que la militancia y la competencia interna tricolor deben entender, es el mensaje contundente de quien se supone deidad más que gobernante, y elogia a priori los errores suyo o sus aciertos que aquí entre nos hasta en dos ocasiones anteriores le costaron dolorosas derrotas.

En estos nuevos tiempos de la imposición disfrazada de procesos democráticos duele ver que aun con la abundancia de nuevos valores y prospectos metidos por ejemplo en la dinámica sugerida por Humberto Moreira, el partidazo tenga que recurrir al palomeo del más añoso y del más obediente.

Bueno, esas virtudes (¿?) no son garantía de triunfo electoral, pero sí exhiben al nuevo patiño Arévalo cumpliendo al pie de la letra la instrucción recibida a través del lenguaje espinoso de quien apuesta a la soberbia todas sus monedas y, cierra los ojos al latente riesgo de derrota en la urna, pues sus adversarios ahora no se distraen con otra causa, y dedican todas sus horas a afilar lanzas.

Pero ese riesgo no cabe en la agenda imaginaria del amo.

Gentes como Arévalo tienen como chamba el trabajo sucio. Han de descalificar cualquier alternativa que confronte la voluntad suprema. Y para ser honestos, la disputa familiar de estos dos aspirantes a contender por el Senado no es lo mejor que nos puede ofrecer la clase política tricolor, pero sí exhibe ausencia de toda casta que, pudiese anteponer estilos superiores de asumir la política y no esta lucha fratricida con mucho de placer perverso en quien la provoca.

Debido al retorno de las viejas prácticas en el lado contrario de los procesos democráticos ante una nueva versión de “Los Ricos también lloran”… mejor dicho, “Los ricos también se dan con todo”.

Y es en este momento cuando me pregunto si la razón de tal disputa es una auténtica vocación de servicio o el ascenso, pese a todo y a todos, así tenga que caer más de uno por los atropellos propios de quienes montan las más caras cabalgaduras no le hace que se arropen en la angelical piel que les permite activar el engaño.

Pues el vergonzoso papel de Arévalo, puede demostrar con claridad la insuperable y recurrente pugna entre el Señor Manchis y la Seño doña Betty, divertidos los dos de ver cómo se destroza una respetable familia, en medio de estas pasiones más allá de lo aceptable en el entorno electoral.

El nuevo rostro del campo

Entre la permanente apuesta por elevar la productividad del campo y la reciente descripción onírica del dueño absoluto de Tlaxcala (¿?) hay un trecho atractivo para comentar.

Hay en el esfuerzo de gente amante del campo, logros tan plausibles como lo puede ser la importante cosecha de durazno Oro de Tlaxcala.

Esa variante, muy ad hoc para los suelos arenosos de ciertas zonas de nuestra entidad, debiera reproducirse por cuanto intervención de la ciencia para alcanzar los niveles ideales.

Mas cuando uno escucha los deseos del supremo, por volver a paisajes de antaño, donde los chivos, burros y guajolotitos, dominaban los traspatios, pienso en una oposición a la actividad agropecuaria como hoy día se puede dar.

Los viejos paisajes, no son más que relleno para el placer de quien los quiere ver. Pero la pobreza de los campesinos sólo se puede superar con un verdadero nivel de ventas. Y ese nada más se logra produciendo.