Si la convocatoria al trigésimo aniversario de don Emilio Sánchez Piedras, no hubiese sido tan selectiva, reiteradas silbatinas o trompetillas se habrían escuchado como reacción a ciertos excesos, plasmados en un largo discurso, con una retórica incomprensible.

¿Le parece que precisemos el asunto de la alternancia en nuestro estado?

Los dos gobernadores de, “la alternancia” en Tlaxcala fueron en realidad priístas estrangulados por su partido y obligados a dar la batalla mediante efectivas estrategias, consistentes en conformar alianzas de partidos, adquiridos estos en calidad de franquicias. Luego, tuvieron que utilizar a miembros de esos partidos para completar sus aparatos burocráticos.

Ambos mandatarios resultaron tan hábiles como ex priístas que, se convirtieron en factores importantes (sobre todo Alfonso Sánchez Anaya) en los institutos políticos mediante los cuales obtuvieron el triunfo en las urnas.

En el ejercicio del poder, ambos encabezaron tiranías al más puro estilo tricolor, pero enfundados en la piel de la democracia.

Lo correcto sería apuntar que las supuestas etapas de alternancia fueron en realidad, disputas de poder entre Beatriz Paredes Rangel y Joaquín Cisneros Fernández (primer candidato tricolor que fracasó), de donde surgió Alfonso Sánchez Anaya.

Este, ya gobernador desconoció a los aliados que lo animaron a dejar al PRI, los persiguió y hasta les inventó delitos (Javier Flores Macías), todo con tal de no estorbarlo en su propósito de dar grandes canonjías a su cónyuge, Maricarmen Ramírez, quien resultó candidata del PRD contra viento y marea, pero perdió ante Héctor Ortiz.

Ortiz, por su lado debió adquirir al PAN para desbordar su perversidad priísta. Sedujo a los dos presidentes panistas, Vicente Fox y Felipe Calderón, de quienes obtuvo recursos a manos llenas e inmunidad, a cambio de reconocer en ellos la superioridad cual si estuviese frente a Luis Echeverría, su verdadero mentor y modelo de la política… imagine usted el cuadro.

Así que cuando el actual gobernador, Mariano González Zarur, afirma que la alternancia no sirvió –no sé qué parámetros políticos o legales utilice para lanzar semejante afirmación- lo que hace es devaluar a su partido, el PRI, que nunca ha dejado de estar presente en la lucha por el poder en Tlaxcala y, únicamente ha cambiado de color y de textura.

Siendo honestos, una verdadera alternancia se habría vivido con José Antonio Álvarez Lima, pese a haber tenido que soportar a Rubén Flores Leal en la presidencia de su partido, y sin embargo la pensó muy bien a la hora que le correspondía, según su partido, echar la casa por la ventana para el triunfo de quien lo sustituiría: Cisneros, cuya estrepitosa derrota fue siempre cargada a las cuentas de Álvarez Lima y Beatriz Paredes.

Mientras en las urnas se daban estas batallas, Mariano era el eterno candidato tricolor frustrado, quien invariablemente recurrió a chantajear a su partido, alegando no haber sido el candidato que, “seguramente habría ganado por un amplio margen”. Así consiguió incrustarse reiteradamente en el Congreso de la Unión.

Al paso de los años, con la circunstancia de ser el menos malo en la contienda, Mariano recibió sorprendentes e inverosímiles apoyos para triunfar sobre la candidata del presidente Calderón, una muchacha rara, enferma de poder por su vertiginoso ascenso en esa radical versión del panismo cuyo lema, conmigo o contra mí, sepultó a la política y consideró a la venganza como su propia arenga para conducirse en los distintos pasajes de poder en los que se protector, Calderón, se lo ha permitido y, hasta ha disfrutado con su incansable vocación destructiva.

Mariano llega en condiciones inmejorables para su causa.

Toma la bandera del sanchezpiedrismo como una forma de sobreponerse a la figura de Beatriz Paredes –amada y protegida por Sánchez Piedras- y así cree quitarle vigencia.

Y homenajea al dueño de la frase, “no se puede tratar igual a los desiguales”, con ímpetus tan fuera de contexto que, así quisiera el olvido colectivo a su congelamiento en el mismo gabinete sanchezpiedrista, debido a su azarosa y personal conducta.

Al llamado marianista de construir un mejor futuro, “basados en la libertad, sin el chantaje ni la corrupción, sino sustentado en la dignidad del tlaxcalteca”, le asiste el más firme extrañamiento de quienes conocemos su conducta y los métodos utilizados para hacerse de una curul, lo mismo en la Cámara de Diputados que en la de Senadores.

El señor gobernador de Tlaxcala acepta sumergirse en aguas riesgosas cuando, sin rubor alguno, ensalza su figura de hacendado como compañero perenne de la lealtad, los valores y los principios en tanto, “vínculo que une al tiempo y a la distancia”.

A riesgo de ser juzgado por generaciones y generaciones de profesionistas, cobró con violencia innecesaria, el que aquellos hayan recurrido a las aulas de la universidad pública, creación de Sánchez Piedras. Y lo acompañó por un, “le pese a quien le pese”.

Sabes usted, si no fuera por la selectiva convocatoria a este homenaje personal al ex suegro, para soltar 20 minutos de un discurso con múltiples direcciones, el dueño del micrófono habría escuchado más de una trompetilla por exponerse al encuentro consigo mismo, con sus resentimientos y con su interpretación arbitraria y con onírica con el tiempo de esa parte de historia en la cual le correspondió siempre un papel de actor de reparto.

Tras la cátedra de retórica extemporánea, el Señor Manchis hundió a su fluorescente subordinado Ricardo García Portilla, en el fango de los ridículos, cuando pidió la intervención del gobierno federal para castigar al autor de la deuda oculta de mil 73 millones de pesos, tema utilizado por el secre de los zapes para quemarnos en el foro de desarrollo realizado en Puebla, con trascendencia internacional.

Al hacendado gobernador le hace falta –lo digo con sumo respeto- un amplio espacio contemplativo, de lo que ha sido, de lo que puede ser y de los agujeros en los que su inexplicable rabia lo coloca muy a menudo.

El mandato constitucional de González Zarur, se ha contaminado con una mezcla de resquemor y hormona, procesados en el matraz del tiempo. Hoy, como un digno adulto mayor no debería contar los días para incrustarse en la campaña de Enrique Peña Nieto, sino para cumplir como hombre con el encargo hecho por doscientos mil votantes.

El homenaje a Sánchez Piedras se ha esfumado. Lo que es vigente es el timón en sus manos. La necesidad del millón de tlaxcaltecas que somos (un poco más) para tener a un gobernante sabio, capaz, realmente capaz de resarcir ese tejido social roto por sus inexplicables embestidas de estos primeros cinco meses de gobierno.

Mariano no es Sánchez Piedras. Mariano es Mariano. Nadie le desea mal. Pero muchos comenzaron a aprenderle el difícil oficio de tener al odio como compañero inseparable.