Veintidós mandos medios fueron corridos del Cobat; su jefe el iguano los negó como San Pedro lo hizo a Jesús; y los que vienen eh, ni más ni menos que Teresita Salas, Max Hernández Pulido y Enrique Zempoalteca.

Según vemos, el gobernador Mariano González Zarur, está dispuesto a sostener su palabra, de administrar su omnipresencia, para dar a sus colaboradores un poco de margen de acción, pues los tenía prácticamente acorralados.

Dejará en breve unos días a la entidad tlaxcalteca para atender asuntos de promoción internacional, agendados con antelación, lo cual significa un respiro para quienes conforman su gabinete y que han tenido que aceptar un papel lleno de sobresaltos, porque al gobernador le gusta incluso tomar decisiones pasando por alto la voluntad de los funcionarios.

Uno de los beneficiados con la corta ausencia de manchis es Enrique Padilla, quien el pasado viernes dejó en claro que es un marianista y el orticismo sólo es un recuerdo. Abrir las puertas y los archivos del Colegio de Bachilleres a personal de la Secretaría de la Función Pública, y despedir a veintidós mandos medios (jefes de departamento y administrativos) identificados con el ex gobernador Héctor Ortiz, es un hecho que no se puede negar.

Padilla Sánchez hizo caso omiso de la oposición del sindicato, respecto al despido de los mencionados orticistas.

Ahora bien, el singular funcionario sabe perfectamente que tendrá que hacer trizas la entrañable amistad con ciertos personajes con las horas contadas en el Cobat. Tome nota:

Teresita Salas (quien de ofrecer juegos de baño logró el sueño americano, llegando como distribuidora oficial de la obra pública a la Secoduvi, y acabó como oficial mayor), Maximino Hernández Pulido, ex titular de C4 y Enrique Zempoalteca Mejía, ex subprocurador de Justicia (a los dos se les conocía como las tormentas del IET, pues su paso por el órgano dejó huella).

Muy a su pesar, los pondrá de patitas en la calle, pues su cercanía con Ortiz es incuestionable.

Fíjese, el líder sindical del Cobat, Enrique Portillo Cisneros, se había aventado la puntada de afirmar que manchis le tenía que consultar cualquier cambio en sus dominios.

Visto está en el caso de los 22 despedidos y los que vienen, que a la influencia del señor Portillo Cisneros, el amo la considera un atractivo material para pisotear, no le aunque que sea el principio de un conflicto más.

Por si fuera poco, dicho líder tendrá que rendir cuentas al gobernador, respecto al destino de dos millones de pesos anuales, con los cuales se supone que la administración anterior, lo tenía debidamente lubricado (atendiendo a la máxima de que el dinero afloja más que la manteca).

Así que Enrique Padilla, sentirá un alivio extraordinario en cuanto el patrón deje tierras tlaxcaltecas, aunque sea por unos días, luego de la crueldad a la que se le obligó asumir, haciendo poco caso de los lagrimones de Teresita, la de los ojitos lindos y la cartera bien llena, quien con todo y base en el Cobat, formará a partir de hoy parte de las filas del desempleo.

Son estos altibajos, los que han llevado al gober a pronunciar discursos en tanto verdaderas declaratorias de guerra, como el del pasado viernes ante representantes de la Cruz Roja Mexicana y miembros de su gabinete.

Dos cosas me llamaron la atención. Primero, los golpes sobre la mesa del salón rojo, donde se efectuó dicho acto. Si en presencia de propios y extraños, Mariano González se le olvidó que esos golpes son sinónimos del autoritarismo endilgado a su gestión y a su curioso estilo de gobernar, qué no verán sus esclavos-sirvientes-colaboradores, cuya permanencia en la zozobra (por cierto con sueldos bien pobres) marcan los nuevos estilos de hacer gobierno.

La otra fue el: “ya veré cómo le hago”. Lo utilizó al referirse a una tremenda deuda, entre seiscientos y mil millones de pesos, heredados de la administración anterior.

El amo recurre a una acción aventurada y en primera persona. De nueva cuenta cae en el protagonismo, tan molesto a estos tiempos en que todo mundo habla de democracia, equidad, tolerancia…

Pero combinar ambas peculiaridades, golpear la mesa y hablar en primera persona, sólo se puede ver en Tlaxcala, ante un público incrédulo por semejantes desplantes, muy de quien está consciente de su debilidad, y se adelanta a los escasos o malos resultados que logre, pues apegado a la ley, otros, malos y tramposos colocarán mil obstáculos en su camino.