El gobernador inventó a un secretario de Fomento Agropecuario. Lo hizo para ahorrar centavos, como lo hacen los hacendados, mas no calculó que se hallaban en la mira de quien recupera, palmo a palmo el territorio perdido. Ahora, no le queda más que aceptar las nuevas condiciones.

Tuvieron que pasar poco más de ocho meses, desde aquél aplaudido triunfo del priísta Mariano González Zarur, para que su equipo encargado de atender a los campesinos, se colocara en posición de, en sus marcas, para comenzar una compleja carrera, con un corredor novato al frente, neurótico, frívolo y con un humor muy pesado.

El jovencito James Jonatan Bretón Galeazzi, obtuvo la rifa del tigre, y ha reflexionado en lo positivo que sería entregar el changarro de oficinas en La Aguanaja, donde cuidar el nego al amito se le convirtió en pesada rutina de permanente crisis.

Llegó con una idea corporativista del campo tlaxcalteca. Lo imaginó pletórico de buldócers y otras variedades de tractores, como si estuviésemos en Sinaloa, donde las enormes extensiones le brindan el primerísimo lugar en producción de granos y otros productos.

Supuso que nuestros pobres campesinos aceptarían de buena gana correr la aventura de sus vidas a lado del muchacho del marianismo, socio del cachorro de la misma corriente, en una divertida actividad consistente en dar palmadas a los huarachudos para convencerlos que lo mejor es experimentar con semillas manipuladas.

Los días de alegría del tierno funcionario se tornaron grises, cuando conoció la intensa pobreza en la que se halla el campo. A lo mejor su jefe exagera al quejarse del terrible abandono de este sector, pero atribuyéndolo a su antecesor.

La crisis del agro tlaxcalteca va mucho más allá de una administración. Tiene que ver con las malas condiciones climáticas… hoy hace calor y mañana hiela… se relaciona con la falta de agua pero, en el fondo algo hay insuperable entre labriegos y autoridades.

Un trecho largo y cruel media en la relación de estos.

Es el nuevo estilo de verlos remontando a los días felices aquellos (felices para los hacendados) en que los acasillados recibían pagos vergonzosos por jornadas agobiantes.

Cuando se les obligaba a acudir a tiendas de raya y hasta se completaba con pulque su ingreso… ¡esos eran los buenos tiempos para los grupos que hoy detentan el poder!

Pero, ¿con qué se encuentran?

Para empezar, con un diputado socialista de apellido Luna, lépero como él solo y, con el encargo de su patrona Rosalía Peredo, de mover el tapete al marianismo.

Pedir en grandes proporciones significa recuperar el terreno perdido el sexenio anterior. Significa la posibilidad de negociación. El aporte sustancioso de dineros públicos al bienestar de su grupo.

Pudiendo sortear este episodio, con una política alejada del protagonismo y dedicada a analizar la realidad del campo, Mariano y sus jóvenes disfrazados de campesinos, como al modo de menonitas ofreciendo quesos en algún crucero, mordieron el anzuelo que les costará millones de pesos.

El amo, como era de esperarse, cuidó los centavos, inventando a un Secretario. Este, por su lado, muy emocionado por asumir tan digno cargo, se postró ante el primero y le ofreció aplicar sus inacabables conocimientos (ajá) para hacer algo digno de esa bola de descamisados, sombrerudos y huarachudos a los que les da por copar las asambleas.

No pensaban toparse con una cosa llamada Congreso Agrario Permanente.

Desconocían que los trabajadores del campo eran capaces de organizarse y tener acceso a las últimas políticas y estrategias relacionadas con el sector.

Los huarachudos les salieron con un progreso importante. Tal vez no en materia económica porque su brega contra las inclemencias es permanente, pero sí contra aquellos deseosos de revivir tiempos enterrados en el baúl de la ignominia y que jamás deben regresar.

El campesino, aunque pobre es el ciudadano más digno de Tlaxcala.

La primera afrenta, enviar a un mocoso a tratar con ellos, la consideraron como un esperado exceso del «patrón», y al principio no dijeron nada.

Luego, recibieron a ese güerito en sus asambleas. Lo midieron, lo evaluaron y se dieron cuenta que no había mucha tela de dónde cortar.

Resultó regañón… me les voy si no se comportan, fue una de sus frases de batalla para imponerse a gritos a las reuniones, ya con cierta resistencia.

Apareció entonces el tema del subsidio al fertilizante.

El diputado exigió 50 por ciento y rechazó el 25 propuesto por el jefe del estado.

Y comenzó la guerra.

De la semilla de Monsanto, el muchacho secretario ya que ni se acuerde, porque el CAP lo tiene más medido de lo que se imagina. Y en cosa de días paralizan al estado exigiendo su cabeza.

Y sobre el subsidio al fertilizante no le va a quedar otra que ceder.

Me doy cuenta que en el siglo XXI, los hacendados tienen la desventaja ante el tejido social.

Ese al que el amo llamaba a recomponer. Resultó que estaba más organizado de lo que esperaba y le enseñó, nada más tantito, el mismo machete que utilizan para destruir la maleza.

Hacendados jugaron bromas estúpidas, como aquella de no descartar la experimentación con semilla de Monsanto, y campesinos, humildemente les advirtieron sobre el fuego en sus manos.

Queriendo ahorrar centavos, Mariano pagará millones de pesos por la impronta.

Lo malo es que no salen de su cartera, sino del presupuesto.

Y creo que va a terminar por aportar las técnicas de su antecesor, por lo menos en la compra consolidada del producto.

Pero, ¿cómo aceptar el uso de técnicas de su adversario?

Creo que no le va a quedar de otra.

Como tampoco podrá continuar con la idea de reprimir con amenazas a través de su marioneta a los campesinos organizados.

Ni modo. El campo es un sector perdido para el marianismo.

Perdido porque no le va a quedar otra que aceptar las condiciones de Rosalía y enfriar su temperamento mandón, de amo pues, ante la creciente comunidad de hombres del campo actualizados, dignos y enemigos de toda suerte de maltrato.