La primera actitud en este peldaño autoritario fue el mutismo; qué vendrá después, el manotazo intimidante para eliminar dudas, críticas… es un llamado a tiempo para revisar la eficiencia de sus decisiones, el pueblo está de pormedio.

Imponer a dos personajes con delicados señalamientos en sendas áreas estratégicas del rubro seguridad, es un grave yerro del marianismo, tras la euforia del aplauso en tumulto por desaparecer la tenencia vehicular (falta que lo aprueben los diputados) y, por no cambiar las actuales placas de circulación.

El general Valentín Romano López, en la secretaría de Seguridad Pública, y el ex diputado José Juan Temoltzin Durante, en la secretaría ejecutiva del Consejo Consultivo de Seguridad Pública, tienden a ser el lado obscuro de este incipiente régimen.

Y no ha lugar para cuestionarlos; ¿cómo?, podría entenderse como un síntoma de debilidad. Entonces, vuelve a utilizarse el mutismo para responder a las protestas de quienes, temerosos por una potencial crisis semejante a la vivida en el gobierno de Alfonso Sánchez Anaya, cuando una docena de familias enloqueció tras sufrir el secuestro en alguno de sus miembros.

El mutismo, decíamos, como primer peldaño en la escala del autoritarismo. Porque así como pintan las cosas, el próximo nivel podría ser un previsible golpe sobre el escritorio para madrear a quien ose cuestionar tales medidas.

Mientras, un organismo de inteligencia, con avances tecnológicos para practicar el espionaje –como lo es el CCSET, ¿duda usted que se use como el cierre de pinza con es esquema de acción de la secretaría de Seguridad Pública?

Yo no.

A pesar de la negación lógica verdad, del ya secretario ejecutivo. Pues claro, quién va a aceptarse como el malo de la película, si se ha incorporado al régimen por distintos y perversos atributos, pero no por estúpido.

Ambas áreas conforman el talón de Aquiles de lo que se nos presentó como portento de transparencia, honestidad y decisión.

Uno, el militar, con serios señalamientos en el ramo administrativo, sobre todo cuando fungió como subsecretario del ramo en Veracruz; el otro, con un pleitazo perenne a nivel familiar, no tan grave como sus presuntos nexos con grupos dedicados a lo opuesto del trabajo con decoro.

Fue, no hay duda el anuncio del no emplacamiento, un distractor para golpear distraído a un pueblo sin mérito para tal castigo.

Hoy, con suficiente anticipación, ponemos en la mesa de la discusión el terrible error marianista de llamar a escena a dos actores realmente malos.

Ojalá nos equivoquemos. Sería el mismo infierno que, de súbito, raras faltas se registren en el estado, “más seguro del país”, sí cómo no.

Invitados indeseados con el secuestro, el robo, el atraco a camiones con mercancías, las bodegas clandestinas y claro, la extorsión.

El gobernador Mariano González Zarur, ha de tener sus razones de peso, para haber tomado ambas decisiones.

Muchos, muchos, tienen esa acción en la mira. Dentro y fuera de Tlaxcala.

Hurra panista en Baja Sur

No la pelaban mucho. Es más, el equipo de Marcos Covarrubias, el virtual gobernador de Baja California Sur, preguntaba sobre el origen de una seño de locuacidad imparable y gesticulación sobreactuada.

Es la candidata que perdió en Tlaxcala.

Ah, es Adriana Dávila, dijo uno medianamente enterado.

Allá andaba la funcionaria de Hacienda, celebrando el gane del ex perredista Covarrubias. Lo bueno es que no todos la conocían.
De no ser así, la fiesta se hubiera aguado.