Era lógico que a la institución a la cual los ciudadanos debieran tener confianza no iba a llegar algún estigmatizado del crimen organizado; por ello la llegada de Fragoso Sánchez, va de la mano con poner orden en un área realmente sucia.

El expediente limpio de Alicia Fragoso Sánchez, y su origen sanchezanayista, dibujan de cuerpo completo a la nueva procuradora de Tlaxcala, así como el resurgimiento de varios de los pupilos del ex gobernador y virtual cómplice en diversidad de ámbitos en el ejercicio del poder.

El buen papel desempeñado frente a los especialistas convocados por el Congreso –a diferencia de sus adversarios en la terna- demuestra también que su patrocinio político no fue el único factor para llegar a la oficina principal de una institución donde el orden es lo urgente.

Yo creo que algo hubo de perversidad en quien propuso la terna incluyendo a un individuo, como José Juan Temoltzin, con un antecedente atroz, si de salir bien librado en el examen se trata. Con él resultó más el ruido del título que las nueces de un desempeño decente.

Es hasta molesto por la abyección de la posibilidad, imaginarlo como el abogado de Tlaxcala.

Y por eso, lo menos destructivo para él fue quedar en el camino (si es que algo queda del otrora poderoso subprocurador, protagonista de espantosos pleitos familiares, ni imaginarlo con semejante poder)

Ahora que Fragoso llega a la procuraduría, puede palparse un importante avance en el papel del Legislativo. Aunque su cercanía con el gobernador González Zarur, era a ojos vista, su capacidad se impuso.

Parte de la democracia a la que aspiramos los tlaxcaltecas es que, nuestros representantes populares realmente incidan, con acciones de fondo, en el nivel ideal en el ámbito de la procuración de justicia.

Y así debe ser en los demás temas.

Llega Fragoso a una institución pletórica de actos que a nadie darían orgullo. Al contrario. Amiguismo, ocultamiento de averiguaciones, dilación, y dinero, mucho dinero cuando alguien víctima del crimen clamaba ayuda a esta autoridad.

Urge la dignificación de sus instalaciones y no únicamente la mano de gato que se dio al edificio. Urge modificar la conducta de los agentes pasados de peso, mugrosos y con gafas obscuras, cuya sola presencia despierta mayor nivel de desconfianza que los mismos maleantes.

En la procuraduría todo tiene un precio.

Ni imaginar por las que pasan las víctimas de violación, los deudos de alguna persona muerta en condiciones violentas y, tanto más cuando a alguien le roban su auto o, se meten a su casa a cargar con su patrimonio.

Debe acabar con la espantosa costumbre de utilizar equipos técnicos y humanos para el marcaje personal de individuos con carácter político y usar dichos adelantos en el encaramiento de los delitos.

Mucho se cacareó nuestro último lugar nacional en inseguridad. Por el tamaño del estado, es lógico más, por el nivel de quienes allí se desempeñan, causa hilaridad enterarse de la negativa para cambiar a ministerios públicos y de ahí, para abajo, a toda la mafia acostumbrada a ganar sin trabajar, a extorsionar haciendo como que cumplen con su deber.

Bienvenida a la parte más sentida del estado. Hacía falta alguien con sus hechuras, que no actúe con base en conveniencias de grupo sino que aplique la ley sin distingos.