El nuevo líder tiene la obligación de seleccionar a los mejores hombres y mujeres para incluirlos en su gabinete; cuasi delincuentes no deben formarse, como complemento del silencio ¿autoritario?, de quien en cinco días tendrá que romper su molesto silencio.

A diferencia de estados como Oaxaca, donde los gobernadores entrante y saliente se hacen acompañar por odios irreconciliables, incluso cargados de venganza, en Tlaxcala somos testigos de la toma de posesión de Mariano González Zarur, en evidentes condiciones de paz social, pese a rumores y comentarios, alimentados por los propios mandatarios y sus respectivos equipos, esos sí chafas y ausentes de tacto.

Para muestra un botón.

Está confirmada la presencia del gobernador Héctor Ortiz, al acto de protesta de su ex compañero de partido, Mariano González Zarur, dos de cuyos principales invitados –además de Manlio, Gamboa y su inseparable Jackson- serán el nuevo presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, Humberto Moreira, y por supuesto el gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto.

Para el PRI, recuperar Tlaxcala –aunque en realidad triunfó el menos malo en la contienda- es una deuda pagada por Beatriz Paredes, a petición de Enrique Peña, quien habilidosamente la emplazó en su momento, a despojarse de los históricos y perniciosos rencores, padecidos durante meses por un Mariano, avejentado y hasta flaco en aquél trecho, previo a la candidatura tricolor.

Otro que también ya tiene boleto de primera fila es el rector de la Universidad Autónoma de Tlaxcala, Serafín Ortiz Ortiz. Tras el efecto Perla López Loyo, por su escandaloso alejamiento del orticismo, se veía muy lejos una buena relación entre el académico número uno de Tlaxcala y el jefe del marianismo.

Pero el tiempo todo lo cura.

Sí, pero de no ser por la intervención de los medios, los políticos del momento seguirían dejando correr el esquema de incertidumbre, tan nocivo para la gente, como indiferente para ellos.

Eso no se vale en estos tiempos, en que los otrora candidatos apelaron a la voluntad ciudadana en un marco democrático.

Nada más se sintieron con fuero y se olvidaron de la oferta de campaña.

Antes, recurrieron a mil malabares para ganar la confianza de los electores, pero hoy lo que estos sientan o piensen, poco o nada les interesa.

Y yo creo que esto tiene relación directa con el inminente valemadrismo hacia lo que la gente opine cuando llegue la hora de los nombramientos.

Aquí es donde el señor ganadero gobernador debe sensibilizar su proceder como suele tenerlo hacia matadores y empresarios de la fiesta brava.

Cierto, el estilo personal de González, no es más que la pimienta en este importante banquete, pero sus decisiones tendrán que pasar por el veredicto de quienes lo llevaron al triunfo.

Es muy cómodo desaparecer del escenario, desconocer el compromiso con el elector y, luego enviarle mensajes codificados, advirtiéndole que sus decisiones no aceptan discusión.

Imagine usted en puestos de gran poder a personajes con una mala reputación  bien ganada a lo largo de su trágica carrera política.

Que su llegada se acompañe con la desafiante jefatura de un mandatario dispuesto a no escuchar razones y empeñado en difundir el surgimiento de un importante proyecto, cuando en realidad corremos el riesgo de ver entronarse a connotados personajes de mala fama.

En eso no quedamos, dirá el elector.

Yo no tengo compromiso contigo, podría responder el gobernador.

Ese no es el Tlaxcala resultante de la más competida elección cuyo fin llevó circunstancialmente al PRI, a asestar una pedrada al Presidente y a su insignificante incondicional.

Además, si Mariano piensa dedicarle tres días a la semana a sus relaciones nacionales para captar inversiones en Tlaxcala que se traduzcan en empleos y desarrollo, necesitará de un gabinete que le sea leal y que tenga la capacidad de mantener la paz social.

Se supone la llegada de Mariano, como el inicio de una página de justicia, progreso, equidad.

No de descontones y desvalorización de la voluntad popular.