La remoción y degradación de Darwin Pérez y Pérez de la dirección general del Colegio de Bachilleres del Estado de Tlaxcala (Cobat), no sorprende a nadie porque su salida se esperaba desde hace semanas o meses.

 

 

La llegada del poblano José Alonso Domínguez Trujillo, quien ayer asumió el control de ese importante subsistema educativo tlaxcalteca tampoco, porque si una cosa ha quedado clara en estos 21 meses de la administración estatal, es que los lorenistas puros no merecen ocupar cargos relevantes en el gobierno.

 

Lo mejor es recurrir a foráneos (morelenses, poblanos y a lambisconas de la Ciudad de México) para gobernar a Tlaxcala, porque el estado sí existe y más cuando es para abrir los negocios y la nómina oficial a personas ajenas a la idiosincrasia de los tlaxcaltecas.

 

José Alonso Trujillo Domínguez es originario del vecino estado de Puebla, presidente nacional y fundador de la agrupación política “Convicción Mexicana por la Democracia”, afín al partido Morena y un recomendado del timorato mandatario poblano Sergio Salomón Céspedes.

 

Después de excesos, desorden administrativo, de presuntos actos de corrupción, favoritismo y del marcado solapamiento a acosadores de alumnas, se decidió un cambio, tardío, pero necesario en el Cobat.

 

Pero como tanta ineptitud no es suficiente, la gobernadora de Tlaxcala, Lorena Cuéllar Cisneros, volvió a premiar a Darwin Pérez, quien ayer fue degradado y enviado a la dirección general del Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica (Conalep), lugar que dejó Enrique Padilla Sánchez, quien sólo permaneció por escasos tres meses en esa responsabilidad luego de haber entregado la rectoría de la Universidad Politécnica de Tlaxcala.

 

Para algunos la salida de Enrique Padilla de la estructura del gobierno tlaxcalteca es definitiva, sin embargo para otros pronto será reacomodado como ha pasado con otros funcionarios que han sido cambiados de posiciones relevantes y que terminan recibiendo otro puesto que al final se interpreta como el pago de una beca por su contribución a que la mandataria ganara la gubernatura en el 2021, como es el caso de Ignacio López Sánchez, ex secretario de Trabajo y Competitividad que hoy ya cobra como Director Académicos de la Universidad Tecnológica de Tlaxcala.

 

Darwin Pérez no pudo ocultar su degradación y su poca dignidad al aceptar el maltrato al que fue sometido por su jefa. En la reunión que sostuvieron los miembros del gabinete legal y ampliado con la mandataria, la cual se llevó a cabo la tarde noche de ayer, el aún funcionario permaneció sentado y con el rostro desencajado, ilustrando claramente la imagen de la derrota.

 

Estos no serán seguramente los únicos cambios que se registren en el equipo de la gobernadora Lorena Cuéllar, pues es muy probable que habrá otros y éstos se darán cuando la mandataria quiera y no cuando se los impongan los medios de comunicación.

 

Hace unos días le comentaba que estaba en marcha una nueva evaluación para los funcionarios lorenistas, la cual estaba ligada al asunto de la fiscalización y al manejo de los recursos públicos, proceso que no está resultando nada alentador para la administración estatal por las observaciones millonarias de la Auditoría Superior de la Federación y del Órgano de Fiscalización Superior.

 

Solo la gobernadora Cuéllar sabe qué funcionarios están seguros en sus cargos y quiénes corren el riesgo de ser removidos, de ahí que si usted es un colaborador de la mandataria y quiere seguir en la nómina oficial, le aconsejo que recurra a la desbordada lambisconería, tal y como lo hace Gimena Lara Pérez, coordinadora de Planeación e Inversión, quien no pierde oportunidad de lanzar elogios y porras en eventos y en dar cátedra de cómo ser en las redes sociales un eficiente adulador, servil, zalamero, rastrero, pelotillero y lisonjero.

 

 

Por lo pronto, le puedo decir que los cambios registrados ayer no fueron bien vistos por los lorenistas puros que cada vez están más convencidos que en esta nueva historia no tendrán un papel relevante y que seguirán siendo soldados rasos.

 

Lástima, pero esa es la triste realidad.

 

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