Nunca el líder del orticismo pudo ponerse a salvo de la premisa a la cual debe su comportamiento: sumisión. Así actuó y así fracasó. Fue incapaz de alentar una oposición por lo menos digna en el colapso ocasionado por una decisión presidencial embrutecida.

La presencia de los diputados federales, priísta –Beatriz Paredes – y panista –Julián Velázquez Llorente- en la protesta de la presidenta del Brasil, Dilma Rousseff, dispuso seguramente de un lapso para reflexionar sobre el pasado proceso electoral, enrarecido para su proclividad de grupo empeñado en seguir asido al timón de este pequeño estado.

Uno de los temas sería el comportamiento de Héctor, el querido (para ellos) compadre, amigo, subordinado, jefe, compañero de causa…

¿Por qué semejante voluntad, inflexible en multitud de circunstancias, cedió a la sinrazón de cuyos odios cultivados surgió la nueva expresión de tlaxcaltecas, muy medianos, encajados en la administración federal, tras haber acariciado una oportunidad áurea para trascender en los terrenos locales?

Recuerdo la vez en que heridos en su dignidad, los dos que, viajaron a Brasil, rechazaron como propia la batalla que a final de cuentas apuntaló al menos malo de la contienda, por cierto, enfrentado a mil obstáculos, a los cuales sorteó mediante una plausible persistencia.

Fue en ese momento, incomprensible para ellos y sus simpatizantes, cuando el barco hizo agua, a través del boquete de la dimensión ventral de quien seguramente careció de más alternativas para solucionar el conflicto en su interior, del cual resultaron amargas lágrimas pese a un pretendido gesto impasible.

La histórica plática playera seis años antes, las bebidas incomparables por la grandeza del mar y de las miras que en 2004 generaron luz.

Aún más grande fue el temor de Héctor a trastocar, no la voluntad del señor presidente del aiga sido, sino a desconocer la premisa de sumisión tricolor con la cual se ha conducido a lo largo de su existencia. Y de ese miedo, a generar una oposición con por lo menos la oportunidad de hacer un papel digno en aquél nostálgico julio, cuando ganar sería derrotarse, como perder fue el fracaso absoluto.

De los afectos, pasaron a lo meramente material. Y de ahí, al desencuentro.

Hoy, a Héctor lo ha visitado una solícita Adriana, con la duda en sus acciones, para pedirle más apoyo, para el partido pasado por las armas, pese a la dimensión previa a conocer su verdad.

Ha quedado sólo como siempre estuvo.

Haciendo a un lado a los lisonjeros nuevos ricos, cuyos comentarios han de ser ofensas, el líder del orticismo ha quedado inerme.

¿Acaso tuvo que fajarse los pantalones y encarar, o engañar al michoacano de las decisiones embrutecidas?

Se le terminaron los arrestos para aspirar a semejante afrenta en el sistema de sumisión al cual no renunció.

El orticismo. Rodó devaluado como en su momento ocurrió al sanchezanayismo.

De ello se encargan de hablar los parlamentarios aquellos presentes en la fiesta de la extraordinaria sucesora de Inacio Lula da Silva.

El otro, tras la aventura navideña por Japón, tiempo habrá tenido para derramar una lágrima más al insuperable reto de no adorar a la sumisión.

De Seguridad

Personajes demasiado señalados por cada sector tlaxcalteca, no desperdician oportunidad para ufanarse de su cercanía con Mariano González Zarur, el gobernador de Tlaxcala a partir del 15 de enero de 2011.

Ni siquiera daré sus nombres porque son bien conocidos… tristemente célebres… unas verdaderas amenazas para la paz tlaxcalteca… amigos de la extorsión y hasta presuntuosos por el robo de autos y hasta de tráileres cargados con toneladas de mercancías.

El nuevo gobernador tiene la obligación de respaldar las palabras que le valieron votos en la elección de julio. Si incluye a alguno de estos peces gordos, sabremos que siempre hubo compromiso con ellos.

Eso es de temerse.

Ni Tlaxcala, ni nuestro destino lo merece.

Mejor, que los mantenga a buen resguardo. En la cárcel si se puede.