A un mes de que los alcaldes y las alcaldesas cumplan un año y medio en el cargo para el que fueron electos, hasta ahora no existe nadie en la entidad que tenga la capacidad política y de mando para hacerlos respetar la ley y corregir el rumbo de sus administraciones que, salvo honrosas excepciones, la mayoría pasarán desapercibidas o repudiadas por los ciudadanos y las ciudadanas.

 

 

Los datos que dados a conocer por funcionarios estatales y por diputados confirman el valemadrismo de los y las presidentas municipales, quienes por lo visto ya le perdieron el miedo y el respeto no sólo al gobierno de Tlaxcala y al Congreso de Estado.

 

En los últimos días se confirmó que sólo 21 alcaldes presentaron su presupuesto de egresos correspondiente al presente año, es decir, a 39 de ellos junto con sus cabildos no les importó aprobar ese documento que debería establecer en qué, cómo y en dónde se invertirán los recursos públicos.

 

Por esa razón, algunos alcaldes como el de Zacatelco, Hildeberto Pérez Álvarez, alias “El Cachorro”, optó por el exceso y tirar miles de pesos en la feria de ese municipio, donde hubo una serie de espectáculos y atractivos que se presentaron porque se pagó con fondos públicos que bien pudieron utilizarse para atender necesidades prioritarias o para reforzar la deficiente seguridad pública que prevalece.

 

Otro dato que también resultó preocupante y que demuestra el gran desinterés de los presidentes y las presidentas municipales para reforzar la seguridad pública, es que a la fecha siguen cobrando y laborando 30 directores de igual número de policías municipales que no deberían ejercer el mando porque no están certificados ni cuentan con la aprobación de sus exámenes de control y confianza.

 

De los dos mil policías municipales que se tienen contabilizados en los 60 municipios de la entidad, por lo menos cerca de 800 elementos tampoco están certificados por la Comisión Ejecutiva del Sistema Estatal de Seguridad Pública, por lo que resulta irregular y hasta ilegal que sigan ejerciendo funciones de seguridad.

 

Si bien en los primeros catorce meses de la administración estatal se logró un avance en la certificación de los policías estatales y municipales, la realidad es que aún existen inconsistencias y que de acuerdo con la normatividad vigente los 30 directores y los cerca de 800 policías municipales que no están certificados debieron ser despedidos desde a finales del año pasado, sin embargo no fue así.

 

Lo absurdo, es que el recién designado secretario de Seguridad Ciudadana de Tlaxcala, Ramón Celaya Gamboa, apenas salió con la tontería de que los policías estatales y municipales que no estén certificados deberán ser dados de baja, es decir, declara lo que se ha dicho desde hace varios meses atrás sin que a la fecha se cumpla.

 

Y no se cumple porque los alcaldes y las alcaldesas simplemente ignoran las advertencias y los llamados para que contribuyan en el mejoramiento de la seguridad pública.

 

Si no existen mandos confiables ni policías aprobados para ejercer esas funciones, cómo es que existe la intención de canalizar en los próximos meses 85 millones de pesos para construir 17 Centros de Comando y Control (C2) en igual número de municipios de la entidad.

 

La intención de reforzar con tecnología la vigilancia y la seguridad de los tlaxcaltecas es buena, pero me parece que antes de avanzar en ese sentido es urgente que alguien presione a los alcaldes y a las alcaldesas para llevar a cabo la limpia de las policías municipales y garantizar que sólo ejerzan esa función el personal que está certificado, porque de lo contrario se mantendrá una simulación que consiste en hacer que mejoran las cosas para seguir igual o peor.

 

Tal y como pasó con el Decreto aprobado en septiembre del año pasado para limitar el consumo y venta de bebidas embriagantes en los 60 municipios de la entidad tlaxcalteca, el cual es letra muerta porque ese documento que supuestamente impondría nuevos horarios y restricciones ha sido ignorado ante la incapacidad de la Secretaría de Gobierno para hacerlo respetar.

 

En Tlaxcala falta orden y autoridad, así de simple.

 

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