La inexperiencia de los funcionarios lorenistas está llevando al gobierno estatal por el camino de la intolerancia y la represión.

 

 

Hoy cualquier ciudadanos que protesta o se inconforma es reprimido por un jefe policiaco como José Guadalupe Ballesteros Arellano que le encanta usar la macana, los escudos, los gases lacrimógenos, el helicóptero y la fuerza del Estado para sentirse poderoso, sin medir las consecuencias de sus actos que terminan por dañar exclusivamente la imagen de la gobernadora Lorena Cuéllar Cisneros que ya es tachada de represora, una descripción muy alejada y nada certera de lo que es realmente la actual mandataria de Tlaxcala.

 

Hace unos días le comentaba que la gobernadora Cuéllar estaba rodeada de colabores con un bajísimo perfil que no muestran talento ni capacidad para ejercer el poder. Su disposición de establecer diálogo para solucionar conflictos es nula y obviamente carecen de cualidades políticas y persuasivas que logren entablar negociaciones favorables.

 

Desde el inicio de la actual administración José Guadalupe Ballesteros ha utilizado cualquier pretexto para ganar reflectores y mostrarse como el “gran policía” que soñó ser un día, de ahí que le encanta ser “el gorila o el rottweiler” que lo mismo reprime a mujeres manifestantes que a jóvenes que exigen un diálogo con las autoridades.

 

Ojalá su brutalidad policiaca y su disposición a reprimir a ciudadanos y ciudadanas la hubiera mostrado el pasado 15 de abril en San Pedro Tlalcuapan para evitar el linchamiento de una persona, pero la verdad es que fue tanto su miedo a enfrentarse a los habitantes de esa comunidad del municipio de Chiautempan que dejó que éstos cometieran impunemente esa acto de barbarie por el cual hoy se les persigue.

 

Desde el inicio de la semana pasada se han agravado los signos de ingobernabilidad en la entidad. Tras la detenciones del presidente de comunidad de Tlalcuapan y de otro vecino para enfrentar desde la cárcel la acusación de homicidio calificado que se les imputa por el linchamiento de un presunto ladrón, el ambiente en esa población y en Chiautempan es de tensión porque los vecinos están dispuestos a llevar a cabo las acciones necesarias que les permita negociar la liberación de esas dos personas.

 

Y mientras prevalecía tal clima de tensión, ayer los torpes policías municipales de Xaltocan que imitaron los métodos represivos del secretario técnico de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, el iracundo pero protagónico Ballesteros Arellano, procedieron a detener con violencia a un padre y a su hijo, a quienes golpearon en la vía pública y posteriormente en los separos de la Dirección de Seguridad de ese municipio.

 

Las consecuencias de esa irregular detención generaron que Quirino N. perdiera la vida en las instalaciones de la Policía Municipal, situación que de inmediato trascendió y generó la molestia de los habitantes que agredieron con piedras las instalaciones oficiales y posteriormente trataron de impedir que elementos de la Policía Estatal y de la Procuraduría General de Justicia en el Estado se llevaran el cadáver para realizar la autopsia y determinar las causas que le provocaron la muerte.

 

Los habitantes terminaron incendiando dos patrullas y realizando múltiples destrozos en las instalaciones de la policía de Xaltocan.

 

Fue evidente la ausencia de funcionarios de la Secretaría de Gobierno que dice controlar Sergio González Hernández. Se desconoce si hubo un ofrecimiento de diálogo, porque lo único que se vio en Xaltocan fue la fuerza del Estado y la brutalidad policiaca.

 

Esa muerte fue la quinta registrada en separos de la policía municipal de cuatro municipios tlaxcaltecas en los últimos diez meses. En Apizaco se tiene conocimiento de que dos detenidos se han quitado la vida, mientras que en Tlaxcala, Nativitas y ahora en Xaltocan hay un caso en cada uno de ellos.

 

La diferencia sería Xaltocan, ya que en este caso se presume que la muerte de Quirino N. fue provocada por los golpes que le propinaron los policías municipales y la incapacidad de éstos para seguir los protocolos, lo cual es entendible cuando más de la mitad de los elementos que trabajan en los 60 municipios de la entidad no están certificados ni capacitados.

 

Si bien es cierto que a los presidentes municipales poco les ha importado la seguridad y la profesionalización de sus policías, también lo es que al collón secretario de Gobierno, Sergio González, le ha valido muy poco el tema porque no ha hecho nada para presionar a los 60 alcaldes tlaxcaltecas y ha dejado que prevalezca el desorden que ha generado pésimos resultados.

 

De nada han servido las tibias recomendaciones de la Comisión Estatal de Derechos Humanos a dos presidentes municipales para mejorar la atención y protocolos a la hora de llevar detenidos a los separos de la policía, porque es obvio que en Tlaxcala se actúa de forma rupestre y que los excesos de los uniformados están a la orden del día.

 

El comportamiento de los últimos días de las autoridades estatales no es el sentir ni refleja la cara del gobierno que encabeza la mandataria Lorena Cuéllar.

 

La gobernadora de Tlaxcala está lejos de asumir actitudes de represión e intolerancia. Su estilo es otro, pero para su mala suerte sus colaboradores le han fallado porque ahora la quieren mostrar como una persona y política que no es.

 

Si Sergio González ha permitido los excesos y la rudeza de José Guadalupe Ballesteros, está claro que el blandengue ex militar que juega al policía y que asumió el control de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, Raúl Ruiz García, ha entregado todo el control de esa dependencia a su furioso lacayo que está en su papel de “Rambo” región 4.

 

Ballesteros Arellano que ayer resultó descalabrado en el brutal operativo que llevó a cabo en Xaltocan para trasladar el cuerpo de Quirino N. fue el que ordenó disparar a diestra y siniestra las bombas de gas lacrimógeno desde tierra y aire a través del helicóptero, como si la intención fuera exterminar a los vecinos de ese municipio que sencillamente estaban encabronados por el abuso de la policía.

 

A los ciudadanos se les reprimió y se les castigó, pero hasta ahora lo curioso es que no hay ningún policía municipal de Xaltocan detenido. El director de los uniformados de esa población se llama Jaime Hernández Cordero y ojalá sea llamado a cuentas al igual que los elementos que habrían sido los responsables de la muerte de la persona que perdió la vida en los separos de la Dirección de la Policía Municipal.

 

La gobernabilidad no es un juego.

 

Urge un cambio de actitud antes de que las cosas se salgan de control.

 

***************************************************************************************************************