El ejercicio de poder provoca desgaste y por lo tanto el bono democrático que suelen tener las nuevas autoridades tanto estatales como municipales suele desvanecerse después de un tiempo razonable.

 

 

En Tlaxcala el nivel de aprobación que alcanza Lorena Cuéllar Cisneros es bueno, al grado que le permite seguir cargando y arrastrando, pero no con los mismos porcentajes, al gobierno estatal y a los presidentes municipales emanados de Morena.

 

A la gobernadora de Tlaxcala los ciudadanos y las ciudadanas le reconocen muchos atributos, destacando el de trabajadora, responsable, honrada, cercana y cumplidora, sin embargo sus colaboradores no logran ser visualizados con las mismas cualidades, al igual que ciertos alcaldes morenistas que suman diferentes aspectos negativos a su desempeño.

 

Los funcionarios estatales deben entender su rol y romper las inercias en que están metidos, porque la mandataria tlaxcalteca necesita ayuda para que el bono democrático no se consuma tan aceleradamente y le permita prolongar el respaldo ciudadano que tiene la actual administración estatal.

 

Los cambios y programas del gobierno lorenista ya están en marcha y es cuestión de tiempo para que se observen los beneficios no sólo en materia de salud y en el bienestar de los tlaxcaltecas, sino el impacto positivo que se tendrá en el desarrollo con la ejecución de obra pública que se realizará en los 60 municipios de la entidad y en zonas de influencia regional.

 

Mientras la administración estatal entró a la ruta de cumplir compromisos y alentar el desarrollo, la mayoría de los gobiernos municipales están perdidos en conflictos internos, transas, así como en el desorden, la indiferencia y el valemadrismo que les está provocando cada vez más un enorme rechazo ciudadano.

 

Ejemplos sobran, pero ahí está la desastrosa administración del panista disfrazado de morenista Jorge Corichi Fragoso en el ayuntamiento capitalino, la cual es manejada financieramente de la manera más opaca, donde hay evidencia de alteración de actas y acuerdos de Cabildo, pero lo que es peor es que no hay trabajo ni obras. La inseguridad es la constante y la calidad con que se ofrecen los servicios públicos municipales es mala.

 

Los ciudadanos y las ciudadanas perciben a un ayuntamiento capitalino hambriento y voraz que está concentrado en el beneficio económico personal del alcalde y sus cercanos colaboradores, pues han pasado los meses y sencillamente el gobierno de Corichi no tiene nada de qué presumir en ningún rubro.

 

Otro caso es el ayuntamiento de Chiautempan en manos del longevo político Gustavo Jiménez Romero, un hombre de buenas intenciones que en pocos meses ha venido perdiendo el respaldo ciudadano por los constantes errores que ha cometido y en los que estaría involucrado su hijo. Hoy lo persigue un fuerte estigma de corrupción e ineficiencia, tal y como se percibía en las pasadas administraciones municipales.

 

En la actualidad son pocos los presidentes municipales de Tlaxcala que han entendido su nueva realidad y que aprovechan los recursos propios para realizar obras o emprender acciones que demuestren con hechos que sí están trabajando.

 

Los alcaldes en funciones comparados con los ex munícipes que hace casi nueve meses dejaron sus cargos están limitados financieramente hablando y supeditados al gobierno del estado para realizar obras públicas.

 

Hoy extrañan el fondo que manejó la legislatura pasada para etiquetar obras en los municipios, ya que pasan los meses y siguen sin ver el inicio de los trabajos de la nueva infraestructura que se ejecutará.

 

En agosto los presidentes municipales llegarán a su primer año de gobierno, sin embargo sus logros en la mayoría de los casos serán mínimos, situación que obviamente no pasará desapercibida para los ciudadanos que empezarán a criticar el pésimo desempeño de sus autoridades que hoy están más preocupadas en gastar el dinero público en bailes populares, en ferias y eventos para celebrar a los niños, a las madres y todo lo que se pueda para erogar fondos y obtener una ganancia que en atender las necesidades básicas y apremiantes que existen en sus poblaciones.

 

La luna de miel entre ciudadanos y autoridades municipales está por terminar y pronto veremos a dónde nos conduce esa situación.

 

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