Timorato como suele ser, Ubaldo amagó con torcer la muñeca a Mariano González, si este no privilegia a los priístas en su gabinete. Velasco, seguramente obedeció a la presión contenida de su partido, cuyos integrantes no tienen un cabello de tontos.

De baja intensidad, como el gracioso amago de Ubaldo Velasco, de hacer “manita de puerco” a su jefe político para privilegiar a los tricolores, hasta el descontón beatricista, para coronar al rey león de los diputados, también conocido como Héctor Martínez García, y a comenzaron las presiones al inminente gobernador, Mariano González Zarur, a quien no le va a quedar otra que, romper su mutismo huraño, para responder al masivo cobro de facturas, gracias a cuyos emisores obtuvo el triunfo el pasado cuatro de julio.

Que a los priístas les correspondan los puestos más importantes y en mayor cantidad, es una teoría aceptable. Insisto, una teoría.

Considere usted lo siguiente: el triunfo del ganadero se dio gracias al voto inducido de cientos de orticistas (yo diría miles), convencidos de que la candidata de Calderón habría sido un delicado retroceso para el desempeño del estado.

El timorato planteamiento de Velasco, muestra la contenida desesperación de quienes tripulan la otrora aplanadora electoral y, reafirma a orticistas, marianistas, convergencistas y hasta perredistas, como un ente amorfo, dispuesto a utilizar el maquillaje adecuado para exigir su parte del botín.

Ya entiendo los porqués del silencio, al estilo Arturo de Córdoba: …”no tiene la menor importancia”, asumida por el político cuyo sueño cumplido vive las últimas semanas color de rosa, aprestándose al amargo despertar de lo que será un gobierno acotado como no lo fueron los de sus antecesores.

Un jefe del ejecutivo estatal sin la fuerza de sus diputados, sin los alcaldes y con tantos grupos acomodados en una formación hostil, aunque de baja intensidad por ahora, carecerá de margen de maniobra para sostenerse mediante esa actitud, sobrada, desdeñosa y segura del éxito.

Habría que añadir el papel del nuevo gobierno ante la prensa. El nuevo gobernador no oculta su animadversión hacia la crítica. Es más, ha tenido desafortunadas declaraciones como aquellas de llamar a líderes de opinión y sus medios a financiarse instalando changarros, sabedores que en su administración no caben los convenios de publicidad.

Será interesante atestiguar esa lucha, considerada estéril desde otras perspectivas, pero capaz de declarar la guerra a medios como El Sol de Tlaxcala, con el cual el hoy mandatario electo desató su furia y, por cierto, al final de cuentas, salió ganando.

Hoy me doy cuenta de los daños del prolongadísimo mutismo al interés marianista. Parece plantear un descontón como los que ya comenzó a recibir. Enfrenta la desventaja de confrontar a demasiados adversarios, vamos hasta a su propio partido en voz de quien en su momento lo tildó del último eslabón de los hacendados en el poder.

Esa manifestación ubaldista fue condenada por un Mariano indignado y, capaz de hacerla trizas argumentando una predecible respuesta: qué pena me da una expresión semejante de alguien a quien se tomó en cuenta por mi iniciativa, sugirió en alguna de las muchas entrevistas, meses antes de la definición de la candidatura tricolor al gobierno.

En este momento, suponemos, lo que más le conviene es una poderosa campaña de enmienda, en la que cada quien ocupe el lugar que le corresponde, sin rencores, sin motivos para reñir.

Mariano tiene adversarios intolerantes hacia su comportamiento.

Ahí está Beatriz. Ahí están los hechos.

Ahí está Héctor Ortiz, el aún gobernador que usó a los reporteros para pedirles remover las cataratas de sus ojos, para que González entendiese que el mensaje iba dirigido a sus grandes y azabaches pupilas, con las que más temprano que tarde habrá de ver las cosas con un cristal menos manchado por la hiel.