Poco a poco el gobernador Marco Antonio Mena Rodríguez ha sido abandonado a su suerte, sobre todo cuando en los últimos minutos del 6 de junio, día en que se llevaron a cabo las elecciones, se confirmó que la morenista Lorena Cuéllar Cisneros sería su sucesora en el cargo.

 

 

Desde ese día los reflectores fueron para la gobernadora electa y todos se volcaron en quedar bien con ella, hasta sus principales detractores mediáticos que no dejaban de acusarla de ser una política chapulín, corrupta, anticuada, convenenciera, traidora, protectora de su familia, que no cumple acuerdos y otras cosas más.

 

El gobernador priista Marco Mena dejará el poder el próximo 30 de agosto y para su fortuna no lo hará como sus antecesores que se fueron con un estigma de corruptos. El mandatario se ubica, según diferentes estudios de opinión, entre los mejores mandatarios del país en el manejo de la pandemia de Covid-19 y con un aceptable nivel de aprobación ciudadana.

 

Este día se entregará en el Congreso de Estado su último informe de gobierno que abarca 8 meses de este año, pero seguramente dedicará algunas páginas para dejar establecido los logros que tuvo su administración en los últimos cuatro años y ocho meses que durará su gestión.

 

En términos reales, Marco Mena cumplió la mayoría de sus compromisos como fue la modernización de la carretera Tlaxcala-Apizaco, construir un nuevo hospital regional, ampliar el Estadio Tlahuicole, remodelar la imagen urbana de la zona de la central de autobuses de la capital, mejorar el equipamiento de la policía estatal, aumentar el número de cámaras de vigilancia y poner en marcha un novedoso sistema estatal de becas y de combate a la pobreza.

 

Pero también deja pendientes como el rescate del río Zahuapan, el incremento del 50 por ciento en el número de los elementos de la policía estatal, la reapertura del hotel localizado en Atlihuetzia, el inoperante e ineficiente Sistema Estatal Anticorrupción y la creación en Tlaxcala de la Unidad de Inteligencia Patrimonial y Económica y otros más, sin embargo su administración cierra más bien que mal si se considera que la pandemia de Covid-19 vino a alterar todos los planes gubernamentales.

 

Al igual que los últimos tres gobernadores, (Alfonso Sánchez Anaya, Héctor Ortiz Ortiz y Mariano González Zarur) Marco Mena no pudo librarse de señalamientos contra sus familiares por presuntamente beneficiarse con el poder, pues para nadie es un secreto que su hermano Fabricio Mena Rodríguez ha jugado una posición importante en la actual administración, al grado que lograra convertirse en diputado plurinominal del PRI en la próxima legislatura local gracias al apoyo que recibió del actual mandatario tlaxcalteca, porque él difícilmente hubiera conseguido esa posición cuando se sabe que es un hombre y un político extremadamente limitado y acomplejado.

 

La primera es reconocer que el gobierno del priista Marco Mena no fue malo es la gobernadora electa Lorena Cuéllar que decidió rendir protesta en el remodelado Estadio Tlahuicole, donde pretende llevar a cabo un multitudinario acto pese a que se mantiene vigente la tercera ola de contagios de coronavirus.

 

El manejo en Tlaxcala de la crisis sanitaria por el Covid-19 ha sido aceptable, porque nunca se han saturado los hospitales dispuestos para atender a los enfermos, las brigadas de la Secretaría de Salud fueron claves para contener y tratar a los contagiados y porque hasta ahora se ha podido salvar a la mayoría de los pacientes que resultaron infectados por ese virus, sin que eso quiera decir que no es lamentable que 2,503 tlaxcaltecas hayan perdido la vida durante la actual pandemia.

 

Si no existieran condiciones sanitarias, difícilmente se podría organizar un evento masivo para la toma de protesta como gobernadora, evento en que se espera la presencia de más de 10 mil personas.

 

El gobierno menista agoniza y habrá que ver cuál es su herencia.

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